Historias cotidianas que solemos ignorar

Pobreza

Vida en el umbral de la pobreza o querer un hogar y no una casa

Luis Castilla ha estado a punto de quedarse en la calle y ahora quiere un hogar, no una casa

Luis Castilla tiene 59 años y es de Madrid. Me cita en la Asociación Realidades, especializada en personas sin hogar. “Hemos quedado aquí porque he estado en riesgo de quedarme en la calle. Considero que estoy en el límite, por eso creo que tiene que haber políticas de prevención, yo he temido verme en la calle”.

“En Realidades veo a una psicóloga y también hago talleres con los compañeros y compañeras que sí están en la calle o en situaciones muy precarias. Venir aquí hace que no caiga en una depresión. Todavía no he llegado a eso de riesgo de exclusión social, pero podría y para evitarlo estoy en Realidades”.

Según las últimas cifras publicadas en 2022 de la tasa Arope, el 27’8% de la población residente en España en 2021 vivía en riesgo de pobreza o exclusión social.

Adiós casa, hola cuartucho

“En 2003 me dieron un crédito basura de estos que daban y me compré un apartamento en Embajadores. Como nos metieron en la cabeza que alquilar era tirar el dinero y que había que ser propietario, pues lo hice. Llegó 2008 con la crisis y en 2011 me quedé sin trabajo. Empezaron los problemas, tuve que dejar de pagar la hipoteca que llevaba años pagando y me metí en la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca). Fue una experiencia bastante positiva y también difícil. Conseguí la dación en pago y me quedé sin casa. Con la dación en pago se condona la deuda, entregas la casa al banco y ya no tienes que pagar más. La gente que no consiguió la dación en pago se quedó sin casa y tuvo que seguir pagando la deuda”.

“Me fui de cocinero a Aranjuez porque he trabajado de muchas cosas. Trabajaba en negro y vivía alquilado. Después de eso me fui a vivir con mi hermano y más adelante con mi hermana. Ni podía alquilar ni menos comprar. Pasó el tiempo y decidí vivir solo. Me fui a un cuartucho en el Barrio de las Letras, justo al lado de la casa de Lope de Vega. De una casa antigua habían hecho como siete habitaciones. Era una habitación muy pequeña en donde cabía una cama de ochenta y un baño minúsculo. Nada Más. Ni una mesa para escribir. Solo se podía estar acostado o sentado en la cama. Aquello era una infravivienda y hasta nos cortaban el agua y la luz cada dos por tres. Me cobraban doscientos cincuenta euros al mes. He estado un año y medio allí. Es duro, tienes que ser fuerte para saber que vivir ahí es pasajero. Lo mío era un privilegio porque venía de vivir con mi hermana”.

“Desde hace unos meses vivo en Vallecas en casa de un amigo. Tengo que dar muchas gracias a los amigos, amigas y familiares. Este amigo me dijo me voy a vivir a la playa, así que coge tus cosas y vente a mi casa. Págame lo que puedas cuando puedas. Y ahora vivo allí con otro compañero. Estamos muy a gusto, tengo una habitación grande, una cocina y un patio que es la joya de la corona”.

Razón portería

“En Realidades he hecho un taller de búsqueda de casa y allí he conocido a dos personas que nos caemos bien y nos gustaría vivir juntos. Valoro mucho la soledad y no me importaría vivir solo si pudiera. Me gustaría, pero he tocado la realidad y por lo menos en Madrid es imposible, no me lo puedo permitir. Los tres queremos tener nuestra casa definitiva, queremos tener un sitio que sepamos que es nuestro hogar, así que por eso estamos buscando casa juntos. Llevamos meses y es muy difícil. Estamos inscritos en vivienda social gracias a la ayuda de Realidades porque te digo que hay mucha gente que no sabe ni por dónde empezar a hacer algo así. También está lo de un piso compartido con personas que no conoces, pero eso no me gusta tanto y además no hay casi oferta para gente de mi edad, a partir de los 40 nadie nos quiere en un piso para compartir. Al final somos personas de cierta edad y con pocos recursos. Mientras buscamos casa yo vivo en la de mi amigo y otro de mis compañeros está en una casa de una fundación. Allí ya le están diciendo que se tiene que ir porque son casas provisionales mientras encuentras algo”.

“Me gusta la palabra hogar, me evoca algo íntimo, agradable, estar con personas que quieres. Es algo que he tenido, yo he vivido en hogares. A mí ahora me gustaría tener una vida tranquila y un hogar, no una casa”.

Pobreza o no

“Casi con 60 años dónde encuentro trabajo. Estoy enfermo, tengo una insuficiencia renal producida por la diabetes y varias operaciones de corazón. Estoy de baja pendiente de una resolución para ver si me dan una incapacidad. Ahora cobro setecientos y pico euros al mes y estoy esperando a la resolución para saber cuánto dinero me va a quedar. Es una incertidumbre, no tengo ahorros”.

“Me gustaría poder hacer algún trabajo que fuera sentado como dar clase, hacer manualidades, tocados o bisutería, escribir. Estoy acostumbrado a buscarme la vida como sea. He hecho talleres con niños llegados de guerras, con personas con adicciones, con personas mayores. He sido cocinero. Y lo que más he disfrutado en mi vida ha sido el teatro y sobre todo dirigir. Soy uno de los fundadores de la sala Cuarta Pared”.

“Nadie de mi entorno me culpa por mi situación pero yo sí me he culpado por no ser constante en lo del teatro. Ahora mismo los sueños que tenía de joven no se han cumplido. Esos sueños eran dedicarme al teatro, pero no le echo la culpa a nadie, tenía que haber sido más constante y por eso me culpo de mi inconstancia. En el teatro empecé de joven y muchos años después lo fui dejando. ¿Por qué? Porque pensé que a lo mejor había que tomar otro camino que me resolviera la vida económicamente. Por eso estudié cocina a los 33 años. Después de haber tenido mis propias compañías teatrales tuve hasta mi propio restaurante en Alcalá de Henares, pero no pude soportar la presión de la cocina y lo dejé”.

“La reflexión que hago ahora es que si algo te gusta tienes que ser muy constante. Si estás convencido de tirar por un camino tienes que seguir, no desesperar porque yo no lo he hecho y ahora es una de las cosas de las que más me arrepiento. Al final he hecho muchas cosas y quizás no he profundizado en ninguna, bueno, en lo que más en el teatro. En muchos aspectos me siento como un fracasado porque ahora tendría que estar dirigiendo obras. A veces me digo podrías recuperarlo, vuelve a él, no me digas que es por la edad porque eso no es excusa. Y me pregunto ¿por qué no lo hago? Y no sé, me puede la pereza… Bueno, no es la pereza, creo que es miedo a no estar a la altura. Ahora estoy en dique seco, cómo puedo recuperar lo que antes tenía. Que todavía lo tengo, pero como parado”.

“No me siento pobre. He tenido etapas, me han tenido que dejar dinero muchas veces. Este último mes he tenido que abrir la hucha para pagar el alquiler y es una incertidumbre, así que creo que a mis 59 años ni yo ni nadie debería estar así. He trabajado desde los 21 años en teatro, televisión, como cocinero, portero, en un banco… Definiría la pobreza como una pesadumbre, una agonía que tiene la persona que la está viviendo y que ve que no tiene esperanza”.

“No soy ni más ni menos que nadie y quiero que la gente sea libre. Soy gay y he sido activista. Empecé a serlo nada más acabar la mili, en el 84”, recuerda riéndose. “Éramos cuatro gatos en las primeras manifestaciones de Madrid y teníamos más miedo que vergüenza. Mi familia y mi entorno lo supieron muy pronto y siempre muy bien, aunque entonces había mucha homofobia”.  

“A día de hoy necesito saber de qué dinero voy a disponer y necesito un hogar. Esas son mis prioridades. Vivir con cierta tranquilidad y estabilidad, que no me preocupe estar pensando que no llego a fin de mes y ocupar mi cabeza en las cosas que quiero hacer. Tontas, a lo mejor, pero para mí no lo son: escribir, hacer tocados, marionetas. Cosas que me llenarían mi vida diaria. Asumo que muchos sueños no se han realizado pero hay que tener otros, aunque sean pequeños”.

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