Historias cotidianas que solemos ignorar

Migraciones

La vida de la interna de Honduras que cuidó a tus hijos

Nanci Barrera y su mamá vinieron a España a trabajar de internas

“En Honduras yo tuve un novio y a él lo mataron unas bandas”.

“En Honduras al final nunca investigan nada. Decían que si él estaba metido en algún grupo y a ver si yo también sabía algo. Entonces vivíamos con el miedo de ver si iban a venir también a buscarme para matarme”.

Meses después del asesinato, su madre le preguntó si quería venir a España y ella dijo que sí.

Nanci Carolina Barrera Santiago tiene 26 años, es de San Manuel Cortés, Honduras, y vive en Madrid desde hace seis años.

Honduras: ser testigo del asesinato de tu novio

“Le dieron ocho tiros y uno lo mató. Le dieron por la espalda y, según la gente que lo vio, fue un adolescente. En Honduras la vida no vale nada. Ese día yo estaba en su casa y me contó que le habían dicho que lo iban a matar. Nos reímos y tal. Esa noche me quedaba con él y su madre. Él se fue a comprar. Su madre y yo estábamos haciendo una comida y escuchamos los disparos. Su mamá sale corriendo, yo salgo corriendo. Su mamá se desplomó, yo me acerqué a él, le agarré la cabeza y él estaba vivo… se murió en mis brazos prácticamente. Eso fue horrible. Lo pienso muchas veces y no sé si es el destino, Dios… Nos veíamos poco, así que cuando estábamos juntos no nos separábamos, pero yo ese día me quedé cocinando con su madre y no lo acompañé a comprar”.

“Yo después de eso estuve mal mucho tiempo, me cambiaron de cuidad, me mandaron con unos tíos, no estaba bien. Y luego mi mamá ya me dijo si me quería venir para España y yo le dije que sí. Yo quería salir de ahí y olvidar porque yo entonces todavía hasta vestía con la ropa de él y todo”. Nanci llora mientras recuerda el terrible episodio. Sus lágrimas caen abundantemente, pero ella no pierde la calma. Es una persona tranquila, también cuando llora. Hace una pausa pequeña, prefiere no alargarla, quiere seguir contando su historia.

La proposición de su madre de venir a España la interpretó como una manera de superar lo que había vivido, por eso dijo sí. “Tenía 20 años yo. Tenía algunas cosas de él guardadas: ropa, cartas… El avión salía a las 7 de la mañana y yo a las 4:30 cogí las cosas que tenía de él y las quemé. En plan: ahora sí, no me llevo nada”.

La violencia y los padres en Honduras

Antes de que asesinaran a su novio, Nanci vivía con su familia en una colonia donde había una mara. “De esa parte yo igual me sentía un poco segura porque mi mamá y mi papá eran muy respetados en la colonia. Pero al fin y al cabo no deja de darte miedo ver las cosas que pasan. El método que tenían para matar entonces era en motocicletas. Pasaban y pa pa pa pa pa, te mataban. Veías una motocicleta y el corazón se te aceleraba”.

“Justo en la parada del autobús donde me bajaba yo con otras compañeras, secuestraron a una chica. Ese día me tocó a mi hacer la limpieza del aula. Siempre que nos tocaba a una limpiar el aula, el resto de las amigas esperaban para volver juntas en el autobús. Siempre íbamos juntas, nunca solas. Esa chica volvió en el autobús sola antes que nosotras y la secuestraron. La violaron, la golpearon. No volvimos a saber de ella. La cambiaron de colegio y de todo”.

“A normalizar no llegas, pero sí sabes que es algo que puede pasar. Cuando llegué a Madrid me impactó más que todo eso, la seguridad. Aquí nunca he visto sacar una pistola”.

Hasta hace pocos meses toda la familia de Nanci vivía junta en Madrid. Pero ya no. “Mi papi se devolvió a Honduras. Se ha vuelto más que todo porque en Honduras mi mamá y mi papá no están casados. Él tiene otra pareja con quien está casado y tiene hijos. La raíz de todo esto es el machismo, el hombre hace lo que quiere, puede estar con las mujeres que le da la gana y la mujer siempre queda ahí. Así que él se volvió con su otra familia. Mi mamá nunca me dijo: ‘Tu papá tiene otra relación’. Una noche dormía con mi mamá y otra con su esposa. Ellas dos lo sabían. Y ya con los años vas viendo cosas. Yo le pregunté una vez a mi mamá y ya me contó a mis 7 u 8 años. Mi mamá nunca lo puso mal a él. El bienestar, la tranquilidad, la armonía, eso es lo importante para ella. Ya de adolescente me enteraba más de las cosas y, como mi papá era muy conocido en la colonia, escuchaba que estaba con no sé quién y me hacía sentir mal. Incluso yo lo vi con otras mujeres besándose, dándose flores. Pero mi mamá siempre estuvo con él aunque sabía lo que pasaba”.

“En Honduras los padres castigan a sus hijos con fajas –cinturones–. La mayoría de las veces mi madre se lo impedía, pero él, aparte de castigar así, también te agredía verbalmente: eres tonto, eres estúpido, no vales para nada”.

La familia tenía una tienda de alimentos. “Mi mamá siempre se preocupó porque tuviéramos lo necesario: nuestros útiles, la comida, nuestros uniformes, a veces algún capricho. Tuve una buena infancia y una buena adolescencia gracias a mi madre a pesar de la situación con mi padre”.

Nanci Barrera y su madre dejaron Honduras para buscar una vida mejor
Nanci posa en El Retiro con la bandera de Honduras.

Migraciones: familias que se rompen

La primera en llegar a España fue la madre de Nanci. La vida en Honduras cada vez era más cara y peor. “Tengo unas tías en Segovia que le hablaron de la vida aquí, de la seguridad, el trabajo, la salud. Cuando mi mamá se vino para ella eso fue liberarse. Le dijo a mi papá que aquí se acababa todo, tenía pensado darnos una vida mejor y también liberarse de un hombre machista que la tuvo atada mucho tiempo”.

Nanci ya se había graduado en bachiller en ciencias y letras, y en un bachiller en técnico de computación. Ella y sus tres hermanos se quedaron en Honduras con su padre, a pesar de que “yo nunca me he llevado bien, siempre nos hemos reñido”. Cuando su madre se fue le dijo que “tenía que hacerse cargo de nosotros y cumplió. Se quedaba a dormir con nosotros, pero por el día hacía lo que le daba la gana”.

A pesar de que la relación se había acabado, cuando se iba a juntar toda la familia en Madrid su padre también quiso venir. “Vino pensando que iba a tener de nuevo una relación con mi madre y mi mamá le dijo que no. Aquí chantajeaba a mi madre diciendo: ‘Si usted no está conmigo, me llevo a la niña –a la hija pequeñita–’. Al final no ha podido llevarse a la niña porque las cosas aquí no son como allí, por suerte. Vio que no conseguía lo que quería y se regresó con la otra mujer”.

–¿Lo echas de menos?

–No –dice mientras se ríe–. Estamos la verdad que bien. Tenemos una hermanita de 9 años. Ella sí se crió con él casi toda su vida y le tenía mucho cariño. Mi hermanita sí que tiene comunicación con él, nosotros no. Nuestra vida ha cambiado bastante desde que él se fue, la casa está en paz. Siempre estaba buscando una manera de hacernos discutir. No ha sido buen padre, buen hombre ni buen ejemplo. Pero no es un monstruo, nos enseñó desde pequeños a dar. Es lo único que tenía de bueno, lo único que nos enseñó.

Encerrada en un centro de migrantes

Pero antes de que la familia se juntara en Madrid y de que su padre se fuera pasaron muchas cosas. El plan original no era que la madre de Nanci viniera la primera. Nos habíamos quedado en que tras el asesinato de su novio su madre le dijo que se viniera a España. Nanci era la elegida para venir en primer lugar. Pero salió mal.

“Primero me vine yo, pero me regresaron. Luego mi mamá se vino. Yo tenía 20 años”. A la madre de Nanci le habían dicho que era más fácil que no la detuvieran si traía una carta de invitación. La madre pagó 700 euros por la carta a una pariente lejana que tienen en Italia. Así fue como Nanci salió de Honduras rumbo a Italia como escala antes de llegar a Madrid. “Y resultó ser que la carta que me dio a mí se la vendió a cuatro chicas más. También la ignorancia, te fías de que sean familia y también porque lo que quieres es salir del sitio y ya”.

“En Italia, en el aeropuerto, antes de mí ya pasaron chicas con la misma carta y ninguna lo sabíamos. Nos detuvieron a las cinco. Nos tenían en un cuartito retenidas. Ahí nos acercamos las hondureñas y nos dimos cuenta de que teníamos la misma carta de invitación. Nos habían estafado. Dios mío, qué me va a pasar, pensé. Nos quitaron todo, la maleta, los móviles. Nos encontramos en una habitación tipo hospital: con unas camitas, con unas sabanitas y ya. Sin comunicación. Así estuvimos una semana. Y yo sabía que mi mamá se estaba comiendo de los nervios”.

“Nos tuvieron sin ducharnos una semana, sin lavarnos los dientes porque no nos daban nada. Con la misma ropa. Con la misma ropa interior, es horrible. Comiendo lo mismo todos los días: en el desayuno nos daban un cruasán con un café, por el almuerzo un pollo con una pasta y en la cena pasta. Nadie sabía ahí qué iba a pasar con nosotras. Un día vi que un albanés tenía un teléfono móvil –nunca supimos porqué él sí podía tenerlo– y me acerqué y gracias al traductor del móvil le pude pedir que me dejara hacer una llamada y hablé con mi mamá”.

Su madre poco pudo hacer. “Me devolvieron a Honduras una semana después. Fueron unos días largos. Y ver cómo trataban a la gente. Los guardias se reían de la gente. Había personas que se les hincaban de rodillas, que les suplicaban. Era horrible estar ahí”.

“Cuando me devolvieron me sentía mal por el gasto que se hizo, por lo que me tocó vivir en Italia y por volverme otra vez al sitio de donde había salido y no quería estar”.

Honduras-España: el viaje definitivo

“Mi mamá me dijo que no me preocupara, que iba a ahorrar para traerme otra vez”. Y así fue, “al mes o a los dos meses vine ya. Mi mamá se vino justo antes y después yo, directamente a Madrid sin pasar por Italia como la otra vez”. Han pasado los años y Nanci no ha vuelto a Honduras, aunque confiesa que le gustaría hacerlo, “algún día”.

“Mi mamá al llegar acá se levantaba a las 4 de la mañana para ir a las iglesias a buscar trabajo. Hasta que un día lo consiguió. Ella trabajaba en una casa interna cuidando tres niños. Yo la veía poco”.

–¿Cómo es ser hija de una interna?

–Es difícil. Ahora mismo es externa, cuida niños también. Cuando era interna vivía en su trabajo, entonces me dijo que me fuera a Segovia con mis tías y me fui. Nos veíamos poco pero hablábamos mucho –dice con una sonrisa–. Ella venía a verme los sábados por la tarde y el domingo se volvía a ir. Entonces la hermana de su jefe me consiguió un trabajo de interna también, cuidando pequeños, y me vine para Madrid. Estuve dos años y medio en esa casa.

Nanci Barrera y su mamá son trabajadoras del hogar de Honduras
Nanci trabajó de interna cuidando niños durante dos años y medio.

Interna: la esclavitud del siglo XXI

“No me imaginé en ese trabajo. Sabía que se trabajaba en casas cuidando niños y tal, pero luego ya vivir la experiencia era bastante para mi edad porque lo que yo había pasado fue algo difícil. Los primeros días yo me levantaba y lloraba todas las mañanas. Hasta que uno al final se hace a la idea de que España es muy bonito y todo lo que quieras, pero si no trabajas y no tienes donde sostenerte, es difícil”.

“Eso lo he escuchado por muchos sitios, ser interna es la esclavitud del siglo XXI. Es la esclavitud moderna. Tienes que estar ahí sí o sí, estar a disposición de lo que te digan, de lo que te pidan”. Aun así Nanci califica como bueno su trabajo como interna. “Uno califica buen trabajo porque te tratan bien, porque te pagan lo que te tienen que pagar, que normalmente en la mayoría de trabajos así eso no pasa. Yo de interna ganaba 800 euros. El salario mínimo entonces era setecientos y algo. No tenía contrato, no tenía los tres años aquí en España. Me pagaban más del salario mínimo y las horas extra me las pagaban”.

“Pero estás ahí seis días a la semana y estás a la merced de lo que te pidan, de lo que te digan. Te levantas a las 7 o 6 de la mañana. En mi caso a mí me tocaba subirles el desayuno a la cama a mis jefes a las 7:30 de la mañana. No estás bien, estás siempre pendiente de si se te va a llamar. Por ejemplo, yo estaba en mi hora de descanso y escuchaba que me llamaban tal vez porque el niño se levantaba o quería agua. Estás pendiente por si les gusta la comida, por si haces mucha, por si no haces suficiente. Es una tensión desde que te levantas hasta que te acuestas. Y otra cosa que se suele decir mucho: tú eres de la familia… pero a la hora de la comida tú tienes que ir a comer a tu habitación sola. Ellos te dicen que eres de la familia, a qué se refieren. Todos comen en familia y tú no. Tú comes después sola lo que a ellos les ha sobrado. O cuando hay una fiesta y tú les estás sirviendo las copas, pero tú eres como de la familia”.

“A veces toca soportarles el carácter. Yo creo que nadie es perfecto, pero a veces se habla de una forma muy fuerte. Que se encogió alguna camisa o que no te queda bien la comida… Yo me sentí fatal y me fui a mi cuarto a llorar porque claro, tú no puedes responder. Entiendo que te molestes, pero mide tus palabras”.

Trabajadora de hogar y de cuidados, un trabajo poco valorado

Después de estar interna Nanci trabajó dos años y medio como externa con una familia cuidando a sus hijos. Le dijeron que le harían un contrato para que pudiera legalizar sus papeles, pero eso nunca sucedió.

“A veces te sientes de menos porque les limpias la casa, les limpias el baño. Y a veces te sientes de menos o te hacen sentir de menos pero no tiene por qué. Yo te estoy ofreciendo un trabajo y me pagas por ello. Si trabajas de empleada de hogar hay personas que te ven mal, que no es un trabajo digno, pero claro que lo es”.

“La sociedad tampoco valora el trabajo de interna. Al fin y al cabo tú vas y cuidas a sus niños para que ellos vayan a trabajar. Imagínate si no hubiera personas que van a tu casa. Y luego que están cuidando tu casa y a tus hijos. Si tú le dejas los hijos a alguien es porque sabes que va a responder. Es una responsabilidad. Tú en una casa de interna eres psicóloga, eres madre, limpias, cocinas, es el trabajo con más profesiones en una sola persona. Te toca hacer de todo para poder hacer tu trabajo”, dice con una media sonrisa.

–¿Y los vínculos que creas con las personas a las que cuidas?

–Uf, eso es bastante complicado, sobre todo porque me gustan mucho los niños. Los niños de esa edad, 2, 3, 4 años, son cariñosos y una termina encariñándose. Cuando trabajaba de externa me dio pena dejar el trabajo por los niños –a pesar de que los padres estuvieron dos años y medio dándole largas con el tema del contrato y de que la explotaban–.

Es difícil conseguir una cifra de las personas que se dedican al trabajo de hogar y de cuidados, ya que muchas no tienen contrato. El verano pasado (2018) la Encuesta de Población Activa afirmó que el sector de empleo doméstico ocupaba a 637.700 personas en España –96% mujeres–, de las que 420.288 están dadas de alta.

Esto huele a trata de personas

Nanci dejó su trabajo como interna porque una amiga le había dicho que “había un trabajo con un señor de una empresa de limpieza y que no importaba si no tenías papeles. Pagaba 800 euros al mes. Dejé el trabajo de interna sin saber de qué iba el tema, nada. A veces no pensamos. No es por justificarme”, dice sonriente. “Yo creo que esa edad no nos permite pararnos y analizar las cosas”.

En la entrevista el señor le dijo que lo que tenía que hacer era contratar chicas jóvenes y traerlas desde países del extranjero. “A mí ya me pareció raro y le pregunté por qué, si aquí hay chicas que quieren trabajar”. La empresa pagaba el pasaporte y el viaje de las chicas, además tenían un piso en el que se podían quedar. Las sospechas de Nanci aumentaron y siguió indagando. “Tú haces muchas preguntas”, le dijo en tono de reproche su entrevistador. “Esto tiene que ver con trata o algo así, pensé yo. Hablé con mi amiga y decidimos no volver. Entonces él le dijo a mi amiga que sabía dónde vivían nuestras familias en Honduras y que nos íbamos a arrepentir. Esto no es normal y nos dio miedo. Pero él no sabía nuestras direcciones aquí; yo no le di mi número correcto de móvil y mi amiga cambió de número. No denunciamos porque teníamos miedo, tal vez es verdad que sabía donde vivían nuestras familias en Honduras”.

Nanci y su amiga se encontraron sin trabajo y alguien les recomendó que se anunciaran en Milanuncios. “La mayoría de los que te llamaban eran hombres y nos decían cosas como: limpias mi casa tres horas y después te tienes que acostar conmigo. Así tal cual. Es increíble. Cómo encontramos un trabajo ahora, pensé”.

Trabajadora de hogar y de cuidados para sacar adelante a la familia

“Ahorita solo estoy trabajando dos día a la semana. Entro a las 7:00, me levanto a las 5:30. Trabajo dos horas y a las 10:00 entro a clases hasta las 14:00. Estoy estudiando una FP de educación infantil. Mi idea siempre ha sido superarme. Yo no quiero llegar a los 30 o a los 40 trabajando en una casa. Me falta un año de estudio, pero si acabo ese año y no tengo mis papeles, voy a perder mi título, mi tiempo y mi dinero, que espero que no me pase”. No tener papeles no solo es un obstáculo académico, “para optar a un trabajo la gente a veces se aprovecha. A mí me dijeron mis jefes anteriores –cuando estaba externa– que como no tenía papeles no les podía exigir el salario mínimo”.

En Honduras Nanci estuvo un mes y medio en la universidad. No le dio tiempo a más. Si hubiera podido elegir “desde el momento que yo llegué acá habría estudiado en la universidad. Mi idea es terminar este curso, que me da acceso a la universidad, estudiar una psicología, tener mi propia guardería y seguir”.

Durante los años que trabajaron de internas “mi mamá y yo ahorrábamos todo lo que podíamos para traer a mis hermanos. Mi jefe me dijo que podía quedarme allí los fines de semana y que entrara y saliera a la hora que quisiera para ahorrarme alquilar una habitación. Y a mi mamá también le dejaron hacer lo mismo. Después de que me vine yo, como a los tres años, mandamos a traer a mi hermana y al año y medio mandamos a traer a mi papá, mi hermana y mi hermano”.

Los primeros años fueron más duros económicamente porque los hermanos eran más pequeños. Actualmente “mi hermana trabaja los fines de semana de externa y está estudiando también. Mi hermano recién ha cumplido 18 años y recién empezó a trabajar en esto de la construcción, y la pequeñita tiene que ir a clase”, dice con una sonrisa cariñosa.

“Alquilamos un piso, es un piso de tres habitaciones donde vivimos cinco personas. Hay que pagar piso, luz, agua, comida, la escuela de la niña y mi mamá lo que gana ahora son 900 euros. Yo 280 euros al mes limpiando unas oficinas. No recibimos ayudas”. Ahora también contribuyen económicamente su hermana y su hermano, pero en los primeros años a Nanci y su madre les tocó la responsabilidad económica. “A mi mamá mucho más, trabajaba los domingos, los sábados…”.

Hoy en día “me hace ilusión que llegue mi mami a las 22:00 o 22:30 de la noche. La esperamos para cenar juntas y hablar”. Nanci me está contando todo esto sentada en un banco de El Retiro. “Por eso quise venir acá, porque El Retiro es el primer sitio donde yo vine con mi mamá recién llegada a Madrid. Fue la primera vez que disfrutábamos de estar juntas y solas. Reímos, hablamos, lloramos. Estuvo muy bien”.

Nanci Barrera y su madre han sido internas
Nanci está estudiando una FP y desea entrar en la universidad.

Sueños y realidades de una migrante

“Yo en Honduras nunca me vi en una casa trabajando. Yo estudiaba para no tener que hacer eso. Me veía toda la vida en una oficina”, dice sonriente mientras pone cara de «no tenía ni idea de lo que me esperaba».

Al poco de llegar aquí acompañó a su madre al trabajo. “Me sentí mal cuando la vi limpiando un baño. Y luego empecé a trabajar y me tocó hacerlo a mí. Y bueno, eso toca hacerlo sí o sí, por lo menos al principio. Llegas con esperanzas e ilusiones. Es muy típico cuando las personas están en nuestro país de origen que piensen que la vida es así como la ves en una foto. Como las fotos que se cuelgan en Facebook. Yo tenía la idea de estudiar, de trabajar, de tener mi casa, mi carro. Una viene con esa ilusión de superarse y se nos olvida qué tan difícil es superarnos y lo que tienes que vivir para que esos sueños se cumplan. No lo sabes hasta que estás aquí”.

A Nanci le encantaría que la viéramos como una persona normal: “Con sus derechos, con capacidad. Necesito tener mis papeles y luego tener oportunidades, aparte de las ganas de superarse, que las tengo”.

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13 Comentarios

  1. Ana Hernandezae

    Nancy valiente, integra y tremendamente humana.,que ejemplo nos da.
    Gracias por tu trabajo rico y completo que nos descubre lo que tenemos tan cerca y no vemos.

    • Dunia perdomo

      Woow que historia tan conmovedora mis respetos amiga pues también yo trabajo de externa aquí en Madrid y pues he tenido la suerte de trabajar con unas personas que me dicen así que soy cm de la familia y pues yo como en el comedor cn ellos me ciento en el salón cn ellos aver peliculas me llevan a restaurantes cn ellos me meto ala piscina cn ellos pero si son muy por as las personas así aquí en España

  2. Gaby Morales Estrada

    ¡Nancy, una valiente, tenaz, guerrera catracha!
    💜🇭🇳🌽
    Muchas gracias por contar lo que muchas no pueden…
    Por eso y muchas cosas más exigimos la derrogacion de la ley de extranjería.
    Ley absurda que nos obliga vivir en la clandestinidad y no nos permite vivir en igualdad de condiciones.
    #LaLeyExtranjeriaMATA

  3. Daniela Sandoval 🤗

    Que bella historia de superación. Ella es una mujer muy valiente, Primero Dios pueda lograr cada una de las metas y sueños que se a propuesto. Bendiciones en su vida Nancy 💙

    • Alba Estela Reyes

      Como te admiro, Nancy con lo joven que eres ,sigue adelante ,todas pasamos lo mismo,y nos identificamos con tu historia,mira yo trabajo ,con un matrimonio muy importante aquí en Madrid, trabajo Interna,y también me dicen,usted es como de la familia,y me da risa porque, nunca me ha invitado a bañarme en la piscina,de la casa,o sentarme con ellos en el salón a ver una película,como que eres de la familia,yo me consuelo ,pensando que seré pobre siempre,

      • Leticia

        Mi muchachita cuánta tristeza me dio leer tu historia la verdad es que sufrimos al salir de nuestra tierra y aunque la vida ahí sea difícil esa es nuestra patria . . Llegué hace 4 años a Barcelona dejando en mi amado El Salvador todo lo que tengo y amo , mis hijos , me ha tocado llorar cada diciembre , sufrir humillación por parte de gente racista , aguantar hambre , darme cuenta que hasta aquel a quien le diste la mano en tu país aquí te ve de menos . . . Pero también y gracias a Dios aquí logré pagar deudas y darle estudio a mi hijo menor ,y a mí niña que es especial una mejor calidad de vida , espero y confío en Dios poder tenerlos conmigo un día no muy lejano .
        Sigue así de fuerte y de segura querida Nancy , bendiciones !!

    • Susana

      Conmovedora historia que te hace reflexionar.. lección de vida
      Mil gracias

      • Kenia

        Eso es la realidad y duro estar fuera de tu país, sufrir humillaciones pero toca salir de nuestro país ya que aquí la inseguridad el desempleo la mala educación y así muchas cosas la gente emigra pero es duro y no poder defenderte muchas veces ,y así como tu historia hay miles por ahí pero fuerzas y muchas bendiciones y cada sacrificio tiene su recompensa y lo vas a lograr primero Dios Saludos

  4. Susana palma

    Wow me identifique con tu historia y hasta llore, animos somo catrachas y no nos drjamos vencer asi por asi. Dios te bendiga

    • Yerlin Sevilla

      Me da alegría de que aún sigas luchando solo los fuertes y que tenemos coraje seguimos adelante por nuestra familia por nuestros hijos todo es difícil y nosotros somos fuertes no cualquiera está aquí ,y las que estamos ya sabemos lo que pasamos y lo duro y dolorosos momento que pasamos al tener lejos a nuestros hijos y familia arrancarla de nuestro lado para venir a trabajar como tú lo dices , nadie se imagina blog duro que es estar de interna es estar presa pero bueno gracias a Dios tenemos un trabajo para ayudar a nuestros hijos pagarles un estudio y su alimentación al estar solo uno aquí es difícil ,ánimos y adelante .🇭🇳🇭🇳

    • Nanci Santiago

      Llevamos sangre de guerreras en nuestras venas. Lo vamos a lograr. Un beso enorme paisana.

  5. Llevaba tiempo sin leer esta revista, desconectada del mundo.
    Yo, de familia de “bien” española me identifico mas con esta chica que con mis tios y tias que tienen interna “de la familia” en casa, q en las reuniones familiares e imagino que en su vida diaria, comen las sobras después en la cocina. Que vergüenza siento que tengáis que aguantar esto. Mucho animo y fuerza. Admirable, Nanci, sigue luchando.

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