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LGTBI

Hombre trans: “Es importante ser visible para aportar a la sociedad, pero en algunos trabajos me lo he callado por supervivencia”

Benjamín Santiago Montiel es un hombre trans, gay, que escribe poesía sobre sus vivencias como persona trans

Benjamín Santiago Montiel tiene 25 años y es un hombre trans. Benjamín no es el nombre que le pusieron al nacer. “Últimamente he tenido pocos problemas con el nombre desde que lo cambié legalmente con 21 años. Para mí casi que ha sido uno de los problemas más grandes y duraderos: el administrativo. He estado peleando desde los 18 hasta los 21, que se dice pronto”. 

“Podía cambiar todo menos el DNI y el pasaporte. Podía cambiar el carnet de la universidad, el de la biblioteca, familia numerosa o transporte público, por ejemplo. Pero era ir peleándote de sitio en sitio con la ley trans de Andalucía impresa y subrayadita, que la llevaba yo”, dice con una sonrisa. 

“La gente cis no entiende la vulnerabilidad de una persona que llega acojonao porque no sabes lo que te vas a encontrar. Primero explicar que eres una persona trans y lo que es ser una persona trans. Después lo que quieres cambiar –carnet de biblioteca, transporte, etc.– y después rebatirle cuando te dice que no”, dice con gesto resignado. “He llegado a presentarme con formularios oficiales de la Junta de Andalucía y decirme que no, que eso no se puede cambiar. En la universidad, por ejemplo, te cambian el nombre en la matrícula pero no en la biblioteca. Estudié Comunicación Audiovisual y cuando entré tuve que ir profesor por profesor a explicarles que era una persona trans y que me llamaran Benjamín. Luego todo fue muy bien, hay gente muy abierta en esa facultad, pero tienes que exponerte y explicarlo. Tampoco es justo. Bueno, solo tuve problema con una profesora que me hablaba en femenino”. 

“La ley trans de Andalucía y en general todas las leyes que había decían que hay que formar al personal sobre este tema. A lo mejor ha existido esta formación, pero lo dudo y luego pasa lo que pasa, tenemos personas que no tienen ni idea. Y eso que hay una ley, unos protocolos… A mí me sigue pareciendo muy fuerte que una criatura de 18 años tenga que explicarle a alguien que trabaja en administración una ley. En general están muy saturados, lo sé, pero la realidad es que las víctimas son las mismas. Así que o defendemos nuestros derechos las personas trans o nadie lo va a hacer. Pero es triste, al final te tienes que estar peleando tú. Conseguí los cambios porque no me quedé en el no que me dijeron, pero me da mucho coraje, como decimos en Málaga, tener que ir como si fuera un campo de batalla”, dice sonriendo. “Yo fui capaz de entender todas las leyes y defenderme, pero y la gente que no puede ¿qué? Al final acabé haciendo un máster en Derecho”, dice riéndose.

“Soy de Torremolinos (Málaga). Siempre hago el chiste: soy trans y maricón, ¿de dónde más podría ser?”, dice con una carcajada. “Mi ciudad tiene hasta una plaza trans con su banderita y todo, y eso pocas ciudades lo tienen”. 

El proceso trans

“La vivencia de género de cada persona es distinta, para mí ser un hombre trans es algo tan simple como que me traten en masculino. Me han tratado en femenino y en 17 años cuando me hablaron una vez en masculino dije así sí. Va de que me reconozcan y me traten socialmente como hombre, para mí es lo que importa. Que me traten en femenino y me reconozcan socialmente en fenemino no me encaja, no me siento bien”. 

“Intentaba encajar en lo que debía ser una chica pero no me sentía cómodo. Tenía el pensamiento rumiante de no ser igual y que debería serlo, así que lo intentaba. En mi casa he sentido que podía ser de una forma y fuera de otra. En mi casa nunca me dijeron que tenía que ser de una manera o de otra, pero fuera están las normas sociales que ves. Tardé en darme cuenta, fue con 17 años por internet. Investigué porque tenía un malestar conmigo mismo y no sabía de dónde venía. Empecé a pensar qué podía ser yo. Te hinchas de buscar, contrastas, es complicado”. 

“Pienso en mi proceso y lo primero que se me viene a la cabeza es desesperación, cansancio y alegría muy muy muy al final. Miedo se me viene también mucho. En mi caso viene porque a mí me sacaron del armario. Solo se lo había contado a una persona que entonces era mi pareja, fue una relación bastante abusiva. Corté, me amenazó y se lo contó a la gente. Le cuentas a una persona algo que te has guardado, que es tan privado, y se vuelve de dominio público. Sale estrepitosamente mal, quién dice que no te va a salir mal todas las demás veces. Ese era un miedo importante. Ese proceso fue horrible, no tiene otro nombre. Te estás descubriendo como persona tan y es el peor momento del mundo para que te pase algo así. Ahora estoy esperando para hacerme un Shakira y escribir una poesía sobre todo esto”, dice riéndose. 

“A mis padres al principio no les encajaba, no lo entendían. Me aceptaban pero no lo entendían. No era un rechazo, es un ni idea. Eso sí, luego mi madre me hizo de relaciones públicas y se lo contó a toda la familia, me quitó un problemón de encima”, dice sonriendo. “Con mi familia muy bien, el que menos tardó en tratarme en masculino fue mi hermano pequeño, cambió el chip rapidísimo, tenía 13 años o por ahí. Vivimos los tres hermanos en casa con mis padres y cero queja. Escribo poesía sobre mi experiencia como trans y mi familia siempre viene a verme cuando hago lecturas”. 

“Me da la sensación de que cuando lo conté mi entorno pensaba que iba a cambiar para mal y me cambió la personalidad para bien. Yo era muy metido en mi mundo, no salía mucho y pasé a que mi madre me dijera que parara por casa. Ir de fiesta no, que eso no me gusta, pero de no callar, de ser mucho más abierto, más seguro de mí mismo. Una profesora del instituto me dijo me alegro mucho, te ha cambiado hasta la cara”. 

“Cuando salí del armario mi salud mental mejoró de manera brutal y cuando me dieron el DNI todavía más, pero lo que tienes llevado de antes es una situación estresante que perdura en el tiempo y que tiene su efecto. Lo de la salud mental no lo digo por ser trans sino por las situaciones. Lo peor de ser un hombre trans es la sociedad y que la gente siempre presuponga que el resto de personas son cis”. 

Benjamín en el campo con su perro. Fotos cedidas por el protagonista.

¿Visibilidad trans?

“Empecé a hormonarme. Para qué nos vamos a engañar, desde que tengo passing vivo más tranquilo. Hay situaciones violentas que ya no vivo. Desde que tengo esta barba –dice señalándosela– ya no vas por la calle y un grupo de chavales te dice qué mierda eres. El passing es que la gente asume automáticamente que soy un hombre”. 

“Tener passing tiene muchas ventajas porque me leen en masculino, pero me genera contradicción: es tranquilidad pero también dices es importante ser visible. Con las redes sociales visibilizo que soy un hombre trans y en la mayoría de entornos de mi vida también. Me hago visible porque creo que puedo llegar a gente, aportar a la sociedad y al colectivo trans. Esa es la parte más empoderada, pero hay que ser sincero, las veces que he trabajado en cosas no relacionadas con esto, me he callado, se llama supervivencia. Siempre son entornos bastante masculinizados, así que es pura supervivencia. Acabamos queriendo tener passing por estas cosas”. 

“Desde que cambió el DNI se me quitó esa obligación de tener que visibilizarme como hombre trans. Parece baladí pero al final es una constante y tener que exponerte ante una serie de personas puede salir bien o puede salir mal, nunca se sabe. Con el DNI veo un montón de situaciones en las que ya no tengo que pelear, me ha quitado muchos dolores de cabeza y muchos disgustos”. 

“De todas formas si la gente con la que estoy no sabe que soy trans, voy a estar supercohibido. Estoy vigilante, con miedo a que se den cuenta y pueda derivar en situaciones violentas. Por ejemplo, ducharme en el gimnasio no. Yo me ducho en mi casa. Las duchas son conjuntas y dices la de violencia que podría haber aquí si me duchara. Por eso lo soy abiertamente en un sitio donde me acepten. Al final las personas también queremos estar tranquilas, ser felices, estar bien. Y eso que la posición que tiene un hombre trans siempre es más privilegiada que la de una mujer trans, y que alguien no binario ni te cuento”. 

“Creo que lo mejor de ser un hombre trans es haber tenido que dedicar tanto esfuerzo mental a conocerme a mí mismo y el proceso de conocerse nunca sobra. También he conocido a gente chulísima”.

“Cómo no voy a sentirme diferente. Qué pasa si pido una cita en ginecología, porque yo tengo útero… Todo lo que no entra en la mirada cis te quedas fuera. La gente no me tiene en mente en su imaginario. Que la gente interiorice que hay personas trans, quiero que sepan que en su entorno hay personas trans”. 

“Al final salir del armario no termina nunca, pero no soporto que la gente que te acaba de conocer crea que puede preguntarte lo que quiera solo porque seas visible: que si estás operado, que si qué tal con tu familia, etc. Cuando perteneces a un colectivo oprimido parece que tienes que responder bien siempre y a lo mejor hay días que no te apetece o no tienes ganas de dar una masterclass sobre el tema trans. Parece que debo explicaciones”. 

“Lo que más coraje me da son las críticas a los avances sociales del colectivo trans. Que no nos hacen falta, dicen, que ya lo tenemos todo. Me da miedo que se retroceda socialmente en lo que ya se ha conseguido. Siento que hay un discurso muy generalizado en contra de las personas trans, la diana somos nosotros. Parece que la gente ha perdido la humanidad. También hay muchos bulos, que si hay una paguita por ser trans… Pues a mí no me ha llegado y me vendría bien”, dice riéndose. “He hecho bastante asesoramiento familiar como voluntario a familias con chavales trans”. 

Lo que nos une

“Me gusta compartir las vivencias por medio del arte porque es más fácil que a la gente le llegue por ahí. Escribir poesía me ayuda a integrar mis vivencias en mi propia historia y también a reconciliarme con todo lo previo. Llevo escribiendo toda la vida, siempre ha ido conmigo. Es un modo de expresión y una extensión de mí. Desde que empecé de chiquitito no he parado. Mi sueño siempre ha sido publicar un libro y ahora te diría que quiero más de uno”, dice riéndose. 

“He trabajado bastante para la edad que tengo, he estudiado mucho y algún día tendrá que parar”, dice con una sonrisa. Benjamín está haciendo el doctorado y va por el cuarto máster, incluido el de Derecho. “Voy haciendo trabajitos que me salen, hago foto, vídeo y gestión de redes sociales. Si me pongo en modo idílico me gustaría ser profesor de universidad y escribir”. 

“En cuanto al amor, no tengo una necesidad imperiosa de estar con alguien a nivel relación romántica. Ahora estoy soltero y estoy bien. Mi relación con mis amigas –tengo cero queja de todos mis entornos sociales– es lo más bonito que tengo y también con mi familia. Y mi perro, ¡que es maravilloso! Me hace hacer cosas que no haría, anda que me iba a ir yo de normal a andar al campo… Y ahora resulta que me gusta ir al campo con él”, dice riéndose. 

“Me gustaría que la gente fuera consciente de que muchas vivencias que tengo como persona son muy comunes a las de los demás, pero sin olvidar nunca lo trans. Me gustaría que además de ver los trans vieran lo demás. Mis problemas se acercan a los de otras personas, más allá de ser trans hay mucho en común. La diferencia hace que el odio se acentúe. Necesito un trabajo estable y un alquiler accesible, creo que lo que pediría casi cualquier persona joven. No solo me afecta lo que tiene que ver con lo trans”. 

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