“Mi nombre es Jennifer y soy sudamericana. No doy el apellido ni de dónde soy por mi hija, por si le puede suponer un problema. Yo no tengo miedo a nada ni tengo que ocultarme de nada”.
“Dejé mi país en una época de crisis económica muy grande. Me pagaba los estudios trabajando, trabajo desde los 12 años. Me quedé embarazada de dos, bingo. Vine a España con mellicitos de 1 año (niño y niña). La que era mi suegra se vino, mi pareja también y yo después con los niños”.
“Lo que quería era calidad de vida para mí y mis hijos. Cuando vine me encontré con que lo que te decían no era verdad. Estuve sin papeles. El segundo día ya estaba trabajando, pero en negro: de cinco de la mañana a una de la tarde en una chocolotería y de dos de la tarde hasta el cierre en una tienda. Vivíamos siete familias dentro de un chalé. Mi ex estaba con su familia y no tenía intención de trabajar”.
“Me separé y conocí al padre de mi (tercera) hija, un español. Muy guapo él, una sonrisa muy brillante. Esa es la mejor parte de la historia…”.
Violencia de género: denuncia y contradenuncia
“Violencia de género no son solo golpes, son insultos, amenazas, agravios, sentirte acorralada, no saber por dónde correr con niños en las manos…”.
“Nos vamos a vivir juntos con mis mellizos de 3 años. A la semana tenía celos porque trabajaba en bares y decía que venían hombres a mirarme. Me hizo renunciar a mi trabajo. Le dio la primera crisis a lo Hulk entrando en casa rompiéndose la camiseta y dando golpes en la pared diciendo que yo era una puta”.
“Era el típico de hoy te pego y en menos de veinticuatro horas te paraba el coche en un campo y te cortaba la mejor rosa. Me sentía mal porque él era mi único apoyo”.
“Cogía a mis dos hijos y los encerraba en la habitación y me ponía a contarles un cuento. Él rompiendo cosas”.
“El primer guantazo lo recibí y volé medio salón. Fue por defender a mis hijos. Fue delante de ellos. Me di la vuelta y se lo devolví. Él me saca treinta centímetros y pesa el doble. Nunca me sentía víctima de maltrato porque yo me defendía”.
“Él me denunciaba y me coaccionaba diciendo que la guardia civil me iba a devolver a mi país. Yo lloraba y me callaba la boca por miedo a que me deportaran y dejaran a mis hijos aquí. Al día siguiente me quitaba la denuncia y para casa. Yo al principio no denunciaba pero la cosa iba a peor, siempre iba a peor. Hoy me pegaba, yo se lo devolvía, me denunciaba y al día siguiente me llevaba a cenar al mejor restaurante”.
“Piensas que tal vez puede cambiar. También piensas soy yo la que estoy provocando ese ambiente. Y lo vuelves a intentar. Y siempre será más de lo mismo. Pensaba que a los niños les venía bien tener una familia”.
“Al final lo denuncié y la quité por miedo. Sé que tengo dos hojas llenas de denuncias y contradenuncias, y así estábamos: me denunciaba él y lo denunciaba yo. Llegó un punto en que me quería ir a mi país. Estaba muy sola, no tenía en quien apoyarme ni contarle qué me estaba pasando”.
“Me decía perdón, que iba a cambiar, que quería a los niños… Discutimos, me ató a la cama y me violó. Él sabía que mi padre me violó con 16 años y me dijo que eso era lo que yo quería y que era una puta inmigrante que no podía ser más que un español”.
“Intenté suicidarme. No salió bien, por suerte. Me fui con mis mellizos a una habitación que solo tenía un colchón. No había nada más. Lo había perdido todo y me había quedado embarazada (de la tercera hija), con el diu puesto, el día que me violó”.
“Me vio embarazada por la calle y no paró de acosarme. Y otra vez. Con una panza enorme y sin papeles. Me dio la solución de irme a vivir con él y, a pesar de todo, fui”.
“Hubo maltrato psicológico a mis mellizos, los castigaba por cualquier cosa, los trataba mal. Al mes de nacer la niña me cansé de tanta humillación, de tanta mierda y de que no quisiera ni comprarle pañales a su hija recién nacida. Me fui caminando con los tres y cuatro ropas que cogí. Me planté en comisaría. Puse la denuncia con la esperanza de que me repatriaran y a mis hijos también. Ahí fue cuando me empezaron a tramitar la documentación de España. Me dieron ayuda por seis meses: 420 euros al mes. Me dieron la custodia de mi hija recién nacida y conseguí alquilar un piso”.
“Me hizo la vida imposible, me perseguía, se aparecía borracho. Iba a Cáritas al comedor a buscar la comida de mis hijos. No tenía dinero ni trabajo”.
Adiós, hijos
“Tuve que ir a otro sitio cercano a buscar trabajo y le dije que se quedara con su hija, que yo volvía en una semana. Entonces interpuso una denuncia por abandono del hogar y cuando volví a por ella ya no pude recuperarla”.
“Pasaron cinco años. Cuando llegaba el juicio él no se presentaba o se presentaba sin abogado y lo daban por nulo”.
“Durante esos cinco años conocí a otra persona que prometía el oro y el moro, pero el oro no lo vi… Me quedé embarazada de él (cuarto hijo) mientras lloraba a mi hija. Nos casamos”.
“Entonces mi último marido se llevó a mi hijo (el cuarto) por unas navidades y me volví loca cuando vi que no me lo devolvía. No es delito, es su padre y seguíamos casados. Así que cuando lo tuve en brazos me dio el puntazo y escapé. Me llegó una orden por secuestro de mi hijo”.
“Recupero a mi hija (la tercera) cuando tenía 6 años. Consigo verla un fin de semana alterno, lo que suponía tener que ver a mi violador cada quince días”.
“Mis hijos mayores, los mellizos, se quisieron ir a vivir con su padre. Mi cabeza se fue y amanecí atada en psiquiatría diciendo me quieren robar a mis hijos. Mis nervios estaban a flor de piel. Huía por todos lados. Me defendía por todos lados. Al final logré tener fines de semana alternos a los mellizos”.
“Pero desde 2018 hasta hoy en día sigo sin ver a mi hijo (el pequeño). Su padre me llevó a juicio el año pasado para demostrar que estoy loca y le dieron la patria potestad a él. Estoy yendo a puntos de encuentro los sábados, pero mi hijo no me ha querido ver”.
“Me aparté de mi hija (la tercera). Cada vez que iba a por ella siempre eran insultos, problemas, amenazas, su padre la había criado en contra de mí. Siempre mi vida han sido denuncias, denuncias y denuncias y ya estaba harta. Un abogado de oficio cobra cien euros y no mueve un puto dedo. Iba a juicios y no me dejaban ni hablar”.
“Como me había intentado suicidar, veía recurrentemente a la asistente social hasta que llegué a recuperarme. Anímicamente estaba en un pozo de mierda. Pero en ese momento no lo ves”.
“Encontré trabajo en un almacén de naranjas de siete de la mañana a diez de la noche. Todo para tener dinero y pasarle la manutención a mis ex. Allí conocí a mi actual pareja, llevamos juntos seis años y fue quien me levantó la cabeza del suelo”.
“Me entero de que los mellizos cayeron en un centro de menores. Su padre los abandonó. Tenían 17 años. Mis hijos habían dicho en el centro que su madre estaba muerta. Me dijeron que renunciara a ellos porque no querían saber nada de mí. Los mellizos ya son mayores de edad y ahora solo quedo con ella. Él no ha querido ni hablar conmigo”.
“Mi pareja actual supo sacarme de esos momentos. Yo no sabía si el fallo era mío. Si el fallo era de quién”.
“Quedo con mi hija de los mellizos y con mi otra hija (la tercera), que ahora tiene 13 años. Ella me empieza a contar que su padre la tiraba al suelo, le pegaba, la humillaba: que si era gorda, fea… Le daba puñetazos… Como hacía conmigo. Cuando mi hija me cuenta eso, yo a día de hoy tengo un abogado de pago… Mi pareja estuvo de acuerdo y me llevé a mi hija a casa. Mi abogado me dijo que no me la llevara y que denunciara. Sé que ella tiene miedo, pero ella misma puso la denuncia a su padre. Ahora tengo la autorización para tener a mi hija en casa”.
Después de la violencia de género
“Mi hija (la tercera) está muy mal: llora, tiene pesadillas, se empieza a hacer pipí y caca encima, se desmaya, como si se quedara en trance. Me empiezo a mover de médicos. La niña lo que tiene es pánico a su padre por todo lo que le ha hecho. Hemos estado hablando y me ha contado. Aún no he llegado a saber si su padre la ha tocado sexualmente. Mi hija está con tratamiento para la depresión. Yo le intento hablar mucho, explicarle que el maltrato no es solo un golpe”.
“Cada vez que me renuevan el NIE me dicen: me sale que usted tiene antecedentes como maltratadora de hombres. Bajo la cabeza, no queda otra. Nunca se vio lo que había detrás cuando yo le rompí la nariz a él de un puñetazo. Y más cuando a él lo conoce tanta gente y dicen qué va, es imposible”.
“Mi rabia interna es muy grande pero la contengo. Hoy en día estoy bien. No estoy tirando manteca al techo pero tengo trabajo y salud. Me he dado cuenta de que llevo media vida sufriendo, llorando. Llevo cinco años yendo al psicólogo, al psiquiatra, terapia de grupo. Tomo pastillas para la depresión y la ansiedad”.
“Hoy en día ya sí me reconozco como víctima de violencia de género después de haber ido a mucha terapia en Alanna. A la asociación llegué porque cuando empecé a ir al punto de encuentro de mi hijo pequeño, allí te ven unas psicólogas. Les cuento mi vida y ellas me derivan a Alanna. Allí me doy cuenta de que no soy la única que ha pasado por cosas malas y ha callado. He querido ir contra la corriente pero me arrastraba. Con las chicas de Alanna nos apoyamos, sabemos por lo que hemos pasado”.
“Me doy cuenta de que en esta vida no he sabido caminar sola. Aceptaba el maltrato por no estar sola. Autoengañarme para no quedarme sola. Llevo años de mi vida perdidos y hoy me doy cuenta de que tengo una vida por delante. He aprendido que quiero vivir cada día en paz y tranquilidad”.
“Te estoy contando esto para que otras mujeres se sientan identificadas y sepan que no están solas. Yo me sentí muy sola. No sabía a dónde recurrir. También es verdad que entonces no había ayuda como ahora de terapias y cosas así”.
“Fui voluntaria en Cáritas, en Cruz Roja. En Alanna ayudo con los niños. Me hace sentir mejor. Mi vida se ha estabilizado y a la vez muy agotada y preocupada por mi hija (la tercera). No dejo ver qué soy en realidad. En el trabajo con una buena sonrisa, soy divertida. Hay días que la vida me pesa mucho y otros no pesa tanto”.
“Un día quiero hacer la FP, yo trabajo con robótica, soy buena en eso. Se han abierto nuevas oportunidades laborales a la mujer”.
“Miedo tengo siempre. A que mi hijo pequeño no quiera volverme a ver. Que los mayores acaben presos”.
“Me he culpabilizado mucho hasta el punto de decir mis hijos están bien con sus padres, solo molesto yo. Y también frustración, mucha rabia por los padres de mis hijos. Si todavía me los hubieran quitado para darles un futuro… Pero me los han quitado para hacerme daño. Al resto de mis hijos, aunque me ignoren, yo estoy aquí. Aunque me duele, sigo estando aquí. Voy poco a poco marchitándome pero la mamá sigue estando aquí”.
“A mi manera soy feliz, espero una vida mejor, sé que puedo. El día de mañana cuando esté sanada del todo… Estar sanada del todo es no llorar constantemente, no depender de una pastilla para estar bien, esperando una llamada de teléfono que no va a llegar. Estoy siempre en un pasado que no olvido, que deja huella”.
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