Historias cotidianas que solemos ignorar

Violencia de género

Violencia de género: “Lo ves desde fuera y dices por qué no te vas”

Carmen Benito y la violencia de género, mujeres y miedo

“Un día cedes y al final se vuelve costumbre”.

“Soy Carmen Benito, tengo 56 años, soy de Madrid y soy superviviente de violencia de género”.

“No era mi primera relación, antes había estado casada y sabía lo que era el buen trato. Yo desconocía la violencia y al principio no sabía lo que me estaba pasando”.

“Cuando empezamos era todo muy bucólico: cuánto te quiero, quiero estar contigo las veinticuatro horas, quiero saber dónde estás… Es ligero y te halaga, pero luego se hace más constante e intenso. Ves que algo no está bien pero no entiendes”.

“No me gusta la blusa que llevas y tú, enamoradísima, te la cambias. Al cabo de los días te lo vuelve a decir pero decides no cambiártela y te pega un puñetazo o un empujón. Si te he dicho veinte veces que no me gusta esa blusa… Y te sientes culpable porque, es verdad, me ha dicho muchas veces que no le gusta y aun así me la he puesto”.

Violencia de género: ¿por qué no te vas?

“Primero lo hacía por amor, voy a ceder, pero cuando te quieres dar cuenta te ha comido mucho territorio y llega un momento en que lo haces por miedo, por las consecuencias. Es todo el día, desde que me despertaba hasta que me acostaba, pendiente de hacer las cosas ‘bien’ para él. Y aun así cualquier cosa era detonante de una catástrofe”.

“Tuve un negocio y me tuve que deshacer de él porque no podía atender a hombres. Él se empeñaba en acompañarme a las citas y como no siempre podía fui perdiendo clientes hasta que me acabé endeudando y decidí cerrar”.

“Mi familia veía que era muy posesivo pero también que era encantador, amable… y eso se entiende todavía menos. Después he visto que muchos maltratadores son así, con lo que se hace menos visible lo que te está pasando en casa”.  

“Las prohibiciones van a más. El aislamiento también, me vi sola. No salgas con tus amigas ¿es que me vas a dejar solo? Y tú te vas separando de tus amigas para que él no se sienta mal. Acabé anulada. Castigos si me ‘portaba mal’: este sábado no vas a ver a tu madre. Que lo ves desde fuera y dices por qué no te vas… Es un bloqueo y sientes miedo a las consecuencias”.

“Recuerdo cuando todavía estaba casada, en mi primera relación, que vi a Ana Orantes en televisión. Yo decía pero por qué no te vas. No entendía por qué el juez la mandaba a la misma casa que el marido y por qué ella no abandonaba la casa. Después me costó verme como ella…”.

“Los tres primeros años me fui siete veces, pero luego volvía… Volvía por miedo a que me hiciera algo a mí o a mi familia. Me dijo más de una vez que me iba a matar. Con el tiempo he aprendido que una vez que te vas no tienes que cruzar ni una palabra con él porque si lo haces estás perdida y vuelves. Y eso que a mí jamás me ha pedido perdón por algo que haya hecho porque para él estaba justificado”.

Ahora sé que lo que me pasa es violencia de género

“A los tres años voy aprendiendo a vivir en esa situación y pensé no me muevo más hasta que tenga la suficiente fuerza para irme del todo. Tuve todos los tipos de maltrato: físico, sexual, económico, social, psicológico… Muchas veces prefería que me diera un bofetón, la violencia psicológica en el tiempo es una tortura. El miedo te paraliza”.

“Los castigos y las prohibiciones son un clásico. Por ejemplo, no podía salir de mi calle: ahí estaba la farmacia, tiendas de ropa, supermercado. Y aun así te podía decir tú ves mucho al farmacéutico, no sé qué te traes con él. Así que lo mío era ir a comprar y volver. Luego mi terapeuta me puso un ejercicio, que me costó, y era que durante el tiempo libre hiciera cosas que me llevaran más de media hora”.

“A los tres años me doy cuenta de lo que me está pasando gracias a un telediario. Estamos aisladas y todo lo que sale en la tele y en la radio es útil. Dieron un decálogo de violencia de género y yo tenía todos los puntos. Ahora sé lo que me pasa pero a ver cómo decirlo… Tenía muy claro que no podía contarlo porque si se enteraba me mataba. Contarlo a mi familia me daba pena, miedo, vergüenza. Lo intenté alguna vez en mi médica de cabecera pero no pude. Pensé en ir y hacer una confesión. Yo, que nunca he ido a la iglesia… Y nunca lo denuncié por miedo. Era incapaz de decir nada, quería que la gente supiera lo que me pasaba sin contarlo. Pero también te digo que si me hubieras preguntado lo habría negado todo, aunque hubiera dado lo que fuera por que alguien hubiera venido a mi casa, me hubiera llevado y me hubiera puesto en un sitio escondido porque el miedo es real y quieres que desaparezca”.

“Tenía dos hijos de mi primer matrimonio y mi hijo, en cuanto empezó la universidad, se fue a vivir a casa de mi madre. Lo llevé fatal y a la vez fue un alivio porque así no tendría que vivir aquello. La pequeña se quedó conmigo y lo pasó muy mal. Los hijos son los grandes olvidados de todo esto”.

“Un maltratador no tiene perfil, son machistas, eso sí y tienen normalizada esa manera de actuar. Él sentía que estaba lleno de razón. Yo estaba deseando que viera algo en televisión por si se identificaba, pero qué va. Por eso también es importante que la información sea para ambos, que en ellos no se centran, decirles cosas como ¿tus comportamientos son de esta manera?”.

“La violencia de género es soledad, aislamiento, daño. Lo recuerdo como constantemente alerta. Tuve hasta fases de ira y no podía hacer nada salvo autolesionarme”.

Salir de la violencia de género

“No todas las mujeres están equivocadas, si no sales hay un motivo, en mi caso fue el miedo y el enganche emocional: hay algo que no te deja salir adelante porque cuando tienes la autoestima tan baja piensas que tu tabla de salvación es esa persona”.

“Los últimos ocho años fueron como estar en una cárcel. En ese tiempo no me fui ninguna vez hasta la definitiva. Mientras estás buscando en tu cabeza cómo salir a la vez que intentas adaptarte a la situación. Me fui por mi hija, fue la que me dio la fuerza. Se puso mala, somatizó todo lo que estaba viviendo. Yo todavía sueño alguna vez, pero mi hija sigue teniendo pesadillas”.

“El día que me fui tuve un ataque de valentía, él estaba subidito y le di la vuelta y le dije reconozco que soy una mierda, que no valgo para nada y no mereces estar con alguien como yo, así que me voy. Y aun así después estuve un año en contacto con él…”.

“Tenía una amiga a la que había visto un par de veces en los once años de relación porque te quedas sola. Aun así sabía que ella estaba y saber que tienes a alguien es tan importante, es una mano a la que te puedes agarrar”.

“Me fui y no tenía nada, ni trabajo, nada, pero a mí eso no me daba miedo, yo lo que quería era irme”.

“Después de un año en contacto tras haberme ido, le dije: quiero ser libre desde las ocho de la mañana hasta las doce de la noche. Mi hija estaba al lado ojiplática y me dijo que estaba superorgullosa de mí, de que me hubiera enfrentado a él. Esa fue la última vez que le cogí el teléfono”.

“Como salí sin denunciar no había ayuda económica, social ni derecho a psicóloga. Mi amiga tenía un contacto de un máster que daba terapia para violencia y eso me vino de lujo. Hice terapia y mi hija también. Me sirvió para desnormalizar lo que había pasado, entender el proceso que había vivido. Y me hizo ver que la culpa no la tenía yo. Sentía mucha culpa por lo que le había hecho pasar a mis hijos. La psicóloga me decía tú quieres a tus hijos, has sido manipulada y el culpable es él. Eso me sanó muchísimo. Después de haber salido me he podido sentar a hablar con ellos y estoy orgullosísima de la respuesta que me han dado”.

“Cuando salí cualquier tema que me encontraba alrededor me parecía tal menudencia: las discusiones de la gente, sus enfados… Yo vivía en una felicidad constante, lo que es la relatividad de las cosas… Y eso que al principio en la vida social no hablaba nada”.

“Soy una superviviente y no una víctima. La víctima es la que está pasando una situación de violencia y la superviviente es la que ha salido y quiere dar el paso para cambiarlo. Querer, queremos todas, pero dar el paso, pedir ayuda, avanzar…”.

“Recuerdo vivir con miedo, alerta, dolor, culpabilidad. Y el miedo lo peor, sin duda, porque es lo que te paraliza y no te deja salir”.

Carmen en un espacio compartido por MUM y otras asociaciones de ayuda a mujeres.

MUM, Mujeres Unidas contra el Maltrato

“Ahora mismo la violencia de género me activa, hace trece años convencí a mi amiga y a mi terapeuta del máster y montamos MUM, una asociación de Mujeres Unidas contra el Maltrato. Necesito ayudar a más mujeres a sacarlas de sus casas. Toda la experiencia que tengo la pongo a disposición de ellas”.

“Igual que no hay un perfil de maltratador, tampoco lo hay de mujer. En MUM hemos tenido desde senadoras, a mujeres conocidas de la televisión, catedráticas… Aunque lo que más suelen venir son mujeres que no tienen recursos para pagarse abogados, terapia, etc.”.

“Para el trabajo siempre me he buscado la vida. He sido de todo, desde administrativa a dar clases. Por ejemplo, cuando salí, como no tenía trabajo, me puse a hacer comidas para llevar a gente a domicilio. Ahora mismo trabajo media jornada como autónoma y desde hace dos años nos han financiado un proyecto de MUM, así que también trabajo tres horas diarias en la asociación. Bueno, tres horas remuneradas, porque desde que la pusimos en marcha le dedicamos muchísimas horas”, dice riéndose.

“Nunca hemos podido tener a nadie en nómina, pero cuando salió la primera chica de aquí, de la terapia, y nos dio las gracias dije ya nos ha merecido la pena”, cuenta con los ojos humedecidos por las lágrimas. “Mucha gente y empresas han colaborado y colaboran con nosotras con su trabajo gratuito o con lo que haga falta. Por aquí pasan al año más de mil mujeres. Te puedo contar mil millones de historias”.

“Hice un máster en violencia de género y aprendí mucho, pero no hay nada como la experiencia personal. Incluso en el máster había quien te decía no lo entiendo, cómo no te ibas… Es importante que nos tengan en cuenta a las mujeres que lo hemos pasado. En MUM lo que hacemos es parchear porque a día de hoy no han encontrado una salida real a las mujeres, hay poco dinero y son muchas. Y lo del sistema judicial es tremendo. Cómo puede ser que pese más la opinión de un juez que la de una psicóloga especializada en violencia de género que trabaja todo el tiempo con este tipo de mujeres. O el tema de la vivienda, que haya un alquiler normal pero sin requisitos previos como avales y demás. Algunas se tienen que meter con sus hijos en una habitación. La inserción laboral funciona más o menos, tenemos empresas que nos dan empleo y las mujeres están dispuestas a trabajar. Además nosotras ayudamos a mujeres a salir, que es muy importante, pero eso no cambia que haya más o menos violencia, lo que hace falta es formación y concienciación para erradicar la violencia”.

“Mi situación hoy es feliz, con una vida normal, estándar, que para mí es ser muy feliz”, dice sonriendo. “Miedo en mi día a día ya no tengo, voy por la calle y voy tranquila, pero a veces se me despiertan alertas. Por ejemplo ahora, estoy contigo haciendo una entrevista que va a salir en un medio de comunicación y pienso que el maltratador puede volver”.

“En esos años lo que más hice fue pensar porque era lo único libre que podía hacer. Al salir la perspectiva te cambia. Lo que me ha ayudado siempre ha sido el positivismo, eso es lo que me ayuda a avanzar, pero no es mérito mío, ¡es que soy así!”, dice riéndose. “Mi vida, aparte de mi familia, es la asociación, eso es lo que me motiva para seguir”.

“Me gustaría zarandear un poco a la sociedad para que sea más consciente y se involucre un poco más. Es un problema de todas y todos, no se puede ver como algo ajeno, nos puede tocar a todas”.

“Me gustaría que me vierais como mujer superviviente, que se puede salir, y como agente de cambio”.

Si estás viviendo o sospechas que vives una situación de violencia, puedes llamar al 016.

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