Andrea Belén Serrano Paredes tiene 23 años. “Vengo de Ecuador, de la provincia de Pichincha”. Su fisonomía y acento la delatan, pero Andrea es oficialmente española, aunque no es fácil saber quién es ni de dónde. Ni de aquí ni de allí.
“Aquí en España nunca seré española por el acento que tengo, por los rasgos, porque hablo muy ecuatoriana para el estándar madrileño, digamos. Pero en Ecuador me pasa lo mismo porque tengo un acento. No era de ningún lado. Sientes rechazo de tu país y del país en que vives. Me sentía muy confundida. Ahora ya sé qué soy. Soy ecuatoriana, tengo el privilegio de tener residencia en España y el privilegio de tener la nacionalidad española que me permite moverme. Y con respecto a mi identidad soy indígena descendiente”.
Migraciones: destrucción familiar
“En 1999 hubo en Ecuador una crisis económica bestial. Muchas empresas se fueron a la quiebra y mi mamá tuvo que emigrar en el año 2000. Vino aquí, a Madrid, a Vallecas. Yo tenía 3 años. Me dejó con mi abuelita. Yo lo llamo destrucción familiar”, dice mientras se ríe para quitar algo de hierro al asunto.
Andrea tiene una hermana melliza. En aquellos años ella no se acordaba de su madre. “Yo era muy pequeña, me acordaba solo de la voz porque nos llamaba por teléfono, pero no me acordaba de estar con ella. Cuando mi hermana y yo estábamos en Ecuador, mi madre nos extrañaba mucho, siempre dormía en la cama con dos muñecos, nos decía”.
Su madre llegó a España como turista y se quedó de manera ilegal. Tiempo después su madre consiguió la residencia y quiso traer a sus hijas. No fue fácil porque “mi padre no nos quería dar el permiso para que pudiéramos venir”, a pesar de que su padre no ha estado ni está presente en su vida. “Allí hay machismo muy fuerte. Es normal tener muchos hijos pero es poco común hacerse cargo de ellos. Mi padre tiene más hijos y tampoco les hace caso”.
Cuando tenía 7 años su abuela le dijo a ella y a su hermana: “Nos vamos a ver a mami”. Andrea se montó por primera vez en avión, aunque fueron 13 horas aburridísimas. Recuerda que llegó a Madrid en verano. “Yo venía con una chaqueta gruesa porque en Ecuador hacía frío y yo me asaba pero no me la quitaba”, dice divertida. El avión no le dejó una huella especial, algo que sí hizo el metro. Desde el primer viaje le encantó.
Entonces “yo no tenía conciencia de que venía aquí para quedarme, de que no iba a regresar, por eso pienso que al principio me costó un poco. Yo quería volver a Ecuador. Lloraba, lo recuerdo”. Su abuela estuvo un mes y volvió a su país, mientras que Andrea y su hermana se quedaron con su madre. A Andrea el disgusto le duró poco. Ella y su hermana se hacían compañía, jugaban y rápidamente se adaptaron a la nueva situación. Pronto hizo amigos, así que entre su hermana y los amigos vivió unos primeros años en los que le encantaba España. “Hasta 1º de ESO no me acordaba de Ecuador, no quería irme, me encantaba estar aquí y eso que al principio me costó”.
“Aquí empecé a querer a mi madre porque la empecé a conocer”. La fue conociendo poco a poco. Por fin vivían juntas, aunque no disponían de muchas horas para disfrutarse. “Mi madre cuida a personas mayores y limpia casas. Nunca tuvo tiempo para estar con nosotras. Mi hermana y yo éramos niñas llave, ¿sabes lo que son?”.
Qué es una niña llave
“Hay dos opciones, o bien que te dejan encerrado en casa y te dicen que no abras a nadie, o la otra opción, que era la nuestra, que es que mi madre me cogía y me ponía la llave de casa en una cuerdecita tipo collar o en la mochila. Aprendimos a ir solas al colegio y a volver solas desde el principio. Mi madre nos dejaba la comida hecha e íbamos a casa a comer. Eso antes de tener comedor en el colegio. Entonces a mi madre le dijeron que eso era ilegal en España y que Servicios Sociales podía quitarle las niñas. Después de eso empezamos a ir a una casa de monjas en Vallecas a hacer refuerzo escolar”.
Así estuvieron hasta los 13 años. Andrea y su hermana iban con las monjas cada día después del colegio. Los fines de semana “a ludotecas del barrio y en vacaciones a campamentos con las monjas también. Íbamos de campamento en campamento. Mi mamá no tenía tiempo. Yo la veía a las 7:30 de la mañana y cuando nos recogía de las monjas a las 20:00. Cenábamos juntas y a dormir. Mi mamá trabaja hasta los sábados, a veces con suerte la veo el sábado por la tarde y el domingo”.
Los años han pasado y la madre de Andrea sigue trabajando al mismo ritmo. Por eso el domingo permanece como “nuestro día. Preparamos desayuno más grande, comida fuerte y pasamos todo el día en casa. No solemos salir. Nos lo reservamos para nosotras. Hablamos, llamamos a la abuelita por teléfono. Hablamos de lo que pasó por la semana. Es el momento de recapitular todo el tiempo que no nos hemos visto durante la semana”.
Sentir que el colegio no se hace cargo de ti
“En el colegio los profesores nos dijeron que veníamos de un país retrasado, de un país del tercer mundo”, recuerda Andrea con lágrimas en los ojos. “Mi hermana repitió curso y luego descubrimos que lo que tenía era dislexia”. Dislexia, el mismo diagnóstico que habían hecho sus profesores: país retrasado, tercer mundo. La madre de Andrea se enfadó cuando su hija repitió, le dolió que le dijeran que su hija no valía. Esto hizo que Andrea fuera tomando conciencia y conformando una forma de ser que implicaba “no meterme en líos porque no quería preocupar a mi mamá, no quería enfadarla. De pequeña era no perder las cosas, no enfadar a mi madre y jugar”. Así era la vida de Andrea.
A pesar de todo Andrea fue muy feliz durante los primeros años de colegio. “Tenía amigos, todos éramos latinos y pasábamos por la misma situación. Los primeros años aquí yo no era consciente, yo vivía bien”. Ahora afirma que se sintió excluida en el colegio, pero que en su momento le pasó desapercibido. “Me empecé a dar cuenta en el instituto”.
En el instituto todo cambió. “Había muchas clases y de pronto me di cuenta de que los latinos iban a las últimas: F, E y así. Menos yo, que iba al A. En esa clase éramos solo dos latinas, cuando en las clases de mis amigos era al revés. Luego me enteré de que las clases A, B, C eran las de las personas más estudiosas, según los profesores. Y yo no entendía cómo me ponían siendo latina en clase de los listos y a mis amigos, que yo les veía con potencial, no. Los listos con los listos y los tontos con los tontos… En vez de ver que podían tener necesidades especiales o que sus padres no podían estar con ellos… Mi hermana siempre estuvo en esas clases. Nosotras pudimos pasar gracias a las monjas, mi madre no podía venir a las reuniones ni a nada y yo siento que el colegio no se hacía cargo de mí como debería”.
Qué puedes estudiar siendo migrante
“Cuando llegué a 4º de ESO la única opción para mi hermana, mis amigos y para mí fue: tienes que hacer un currículum y meterte en FP Básica. En vez de incentivarnos para seguir estudiando. Yo tenía buenas notas y no hice caso e hice Bachillerato. Yo no soy inteligente, pero no me gusta suspender. Veía que a los españoles les hablaban de la universidad y yo no quería hacerme una FP Básica”.
Andrea terminó el Bachillerato y no sabía bien qué hacer, así que optó por una FP de Grado Superior de Gestión de Alojamientos Turísticos. “Ahora quiero empezar la universidad, ya sé qué quiero estudiar: este año quiero empezar Ciencias Políticas. He estado tres años trabajando para pagarme la carrera. Al principio no sabía de las becas”, dice riéndose con resignación. “Otra cosa que ningún profesor fue capaz de decirme. Pero he estado tres años trabajando en Inglaterra en tiendas de ropa, cuidando a niños y de recepcionista de hotel. Y al volver aquí he sido recepcionista de un casino”.
El deseo de estudiar Ciencias Políticas viene porque “incidir en política es lo mínimo que puedo hacer para que la política tenga otras formas de ver. ¿Por qué no me siento española?, me empecé a preguntar. Hay algo que está fallando y por eso me metí en política”. El compromiso político de Andrea se dirige también a combatir ideas racistas. “Que no me vengan a mí a decir que los migrantes tenemos privilegios porque todos hemos sufrido mucho. En mi familia no me pueden decir que hemos venido a vivir del cuento y las ayudas, como dicen los partidos de ultraderecha ahora. Mi madre nunca jamás buscó una ayuda. A través de Servicios Sociales se enteró de que podía pedirlas y le dijeron que lo hiciera. Una de las ayudas que pidió y le dieron fue de 100 euros, con dos niñas…”.
Andrea piensa en el sufrimiento de las personas que viven aquí y no tienen papeles. “Es ser empático, yo creo que todo el mundo tiene empatía y que ver sufrir a alguien nos debería importar”. También se acuerda de las muertes en el Estrecho y en otras fronteras. “Yo por suerte no he perdido a nadie cruzando fronteras, pero me pongo en el lugar y joder…”. Es un joder pronunciado de forma muy suave. “También pienso que España tiene responsabilidad en los flujos migratorios porque ha sido un imperio colonizador. Tenemos el mismo idioma por eso. Cómo puede sorprenderte que esas personas con las que tienes historia en común vengan aquí. Es más raro ver a un ecuatoriano en Finlandia que aquí, es una consecuencia lógica. España, Inglaterra, Estados Unidos, nadie puede creerse el ombligo del mundo. ¿Acaso el sufrimiento de una persona estadounidense vale más que el sufrimiento de una persona ecuatoriana solo por estar en un país privilegiado? Vamos a intentar cambiar esto un poco”.
La ecuatoriana-española que quiere conocer Ecuador y a los españoles
El instituto le abrió los ojos. Andrea empezó a plantearse cosas que había vivido desde que llegó a España y no solo en el terreno educativo. “En el instituto encontré a más gente latina que pensaba como yo. Eran personas ecuatorianas que no se sentían incluidas”. Ahora ella sabe qué es, pero el proceso ha sido muy largo. “A los 18 años estaba más perdida que yo qué sé y me metí en un grupo cultural ecuatoriano por ver la cultura de mi país”. Empezó a interesarse también por la política ecuatoriana y hoy es muy activa en la comunidad de ecuatorianos de Madrid. Andrea empezó a preguntarse por qué había salido de su país y cómo era Ecuador ahora. Empezó también a estudiar la historia de Ecuador.
La primera vez que Andrea volvió a Ecuador fue con 13 años. “Después volví a los 19 y el año pasado otra vez. Con el tiempo sí me he dado cuenta de que extraño mi país. Con el paso del tiempo y descubrir un poco más lo que soy, tengo ganas de vivir en Ecuador. No sé si toda mi vida –mi madre sí tiene claro que quiere regresarse en cuanto se jubile–, pero vivir para conocer, porque de vacaciones no se conoce. Tres años recién que me he dado cuenta de que no me vendría mal conocer mi país. Me da vergüenza cuando estoy allí y viene un mochilero europeo o australiano y me pregunta y no sé responder. Me da vergüenza que un australiano sepa más de mi país que yo”.
Ha traído una bandera de Ecuador para hacerse algunas fotos con ella. “La he traído porque soy ecuatoriana y tengo que visibilizar que soy migrante, que vengo de Ecuador. Ser migrante no significa negar de donde eres, tu identidad”.
Según el Instituto Nacional de Estadística, en la Comunidad de Madrid viven 36.699 ecuatorianos. Pero no todo es Ecuador. Aunque ella sigue contenta en los grupos de la comunidad ecuatoriana, “siento que somos muy endogámicos: Ecuador, Ecuador, Ecuador”. Así que empezó a participar también en distintos movimientos políticos y solidarios españoles. “Hasta los 13 años tuve pocos amigos españoles, por eso estoy intentando participar en otros espacios más amplios para conocer a españoles y europeos. ¡Ah! de pequeña también tenía un amigo ruso”, acaba de recordar divertida. “Era el único que no era latino. Me imagino que todos teníamos ese sentimiento de desapego”.
Los grupos políticos y solidarios han abierto un nuevo mundo a Andrea. Antes de llegar a ellos tenía la sensación de que “la gente española no quería saber sobre Latinoamérica”.
Española, pero no del todo
“Llevo tantos años viviendo en España que soy vallecana ya”. Y eso que desde hace unos años vive en un barrio vecino: Vicálvaro. Pero Andrea se siente vallecana, toda su vida está en el barrio donde estamos ahora. Es tan vallecana que antes ni conocía Madrid, apenas había salido de su barrio. “Me gusta España, tengo mi vida hecha aquí. Me encanta Madrid. Me gusta mucho vivir aquí”. Creo que es la única persona que conozco a la que le gusta el asfixiante verano madrileño…
“A lo que me refiero cuando digo que nunca me llegué a sentir española del todo es porque por mucho que yo ame este país, no van a decir que soy española del todo. Al principio me molestaba, pero ahora pienso que voy a hacer todo lo que pueda por España, te lo digo en serio. Por eso estoy en política y en movimientos sociales”.
Cuando a Andrea le preguntan de dónde es y responde que es española, de Vallecas, muchos le dicen: “No, no, tú no eres de aquí, dime de verdad de dónde eres”. Entonces “hasta que no se acepte que no todo el mundo tiene el mismo color de piel, que no todo el mundo tiene que hablar con la seta”, pronuncia seseando la zeta mientras se ríe, “hasta entonces creo que no voy a sentirme española. Espero de verdad que a todos nos acepten… No es aceptar… más bien sería darlo por natural. Como tu vecino de toda la vida del barrio. Darlo por sentado, esa es la palabra”.
Para tener esta conversación ha elegido el vallecano Parque del Cerro del Tío Pío. “He vivido muchas cosas aquí. Me gusta la vista que tiene de Madrid y que no tienes que ir a un mirador y pagar por ello”. Andrea se queda en silencio y pasea la mirada por el lugar. Para en un punto y recuerda cómo andaba en bici. Continua su paseo visual hasta que vuelve a fijar la mirada, ahora recuerda los fuegos artificiales que veía en verano.
De España lo que más le gusta es el transporte público, “en Sudamérica es horrible”. También le encanta la seguridad que hay. “Allí hagas lo que hagas sientes que te va a pasar algo malo por la calle. Por el día sí puedes hacer cosas, pero luego ya no”. De España también adora la libertad. “Aquí nadie me juzga por cómo visto, por si salgo con mis amigos o lo que sea. En Ecuador la mentalidad es bastante machista. Quiero ir a vivir a Ecuador, pero será un choque brusco. Allí, por ejemplo, está mal visto ser madre soltera, el tema del feminismo está muy mal visto también”.
Migrante, sudaca, racismo
Aunque Andrea todavía no ha vivido en Ecuador, sabe perfectamente que allí también hay racismo, algo que no soporta. “Allí para insultarte te llaman cholo, que es indígena. En Ecuador cuanto más blanco eres, cuanto más europeo pareces, más aceptado eres en la sociedad. Tengo familia que quería que sus hijos se juntaran con europeos para aclarar el color de la piel…”.
–¿A que me ves más morena que tú?
–Sí.
–Pues para Ecuador yo son blanca. Espera, voy a enseñarte una foto de mi abuela para que veas la diferencia. Compara el color de piel de mi abuela con el mío…
Andrea pone el móvil junto a ella. Su abuela sale sonriente en la foto. Efectivamente Andrea es más clara y tiene unos rasgos indígenas menos marcados que su abuela. Ahora mismo Andrea está feliz, “me hace ilusión enseñarte a mi abuela. Me gusta presumir de ella”.
Donde tampoco se libra del racismo es en España. “No puedes negar que aquí hay racismo porque eso es ser ciego. A mí me han insultado, me han dicho sudaca, me han dicho que me vaya a mi país, los insultos en el instituto se normalizan. Y me da tanta rabia, soy muy reaccionaria ahora mismo. Automáticamente salto y replico”.
–Pues mira que se te ve tranquila y calmada.
–Uy, no –dice mientras se ríe–. A veces veo actitudes racistas y automáticamente me da mucha rabia y tengo que hacer ver a esa persona que está haciendo mal. Todo viene de la rabia que siento.
Andrea recuerda un episodio reciente en el metro. Un chico insultaba a otro. Ella se metió y le dijeron que eran amigos, que estaban de broma, cuenta con una carcajada. “Estoy en modo on antirracista y quedo a veces como exagerada. Así que me estoy intentando un poco suavizar, tomarlo con más calma. Pero a mí lo que me salió esperando al metro fue intervenir, ayudar al que yo creía que lo necesitaba. ‘Al final tú vas a ser una racista con los blancos’, me dijo mi madre cuando le conté lo del metro, pero yo no siento asco por los blancos, siento asco por las actitudes que tiene la gente y no se da cuenta”.
El racismo es lo que menos le gusta de España. “Los primeros años no me di cuenta de nada. Me empecé a dar cuenta después. Recuerdo una vez jugando en el parque con mi primito que es blanco. Vinieron unos y me preguntaron si yo era la niñera porque estaban buscando una. Yo tenía menos de 15 años entonces… Parece como si las mujeres latinas solo servimos para trabajar de cuidados o servicio al cliente o como peluqueras, por eso no podíamos estudiar otra cosa que no fuera FP Básica. Yo he limpiado con mi madre y no se me caen los anillos, pero no es mi profesión”.
En el terreno laboral “últimamente he sentido la discriminación. Me han llamado de hoteles muy buenos. He hecho la entrevista genial y entonces me pregunto, ¿por qué no me llaman? Indagué y vi que los hijos de migrantes suelen replicar los mismos trabajos que los padres, pero yo no quiero trabajar en lo que mi madre. Uno de mis mayores miedos es mi acento, fíjate tú. Que a ver si no me cogen por eso o porque parece que por ser migrante tengo menos formación. Tengo acento, tengo esta cara”, y se la señala mientras se ríe con gesto de es lo que hay. “Tampoco voy a cambiar mi acento. En un momento lo intenté, pero no me salía natural. Incluso hablando inglés tengo acento. No quiero sentirme discriminada toda mi vida por todas estas cosas que ni siquiera he elegido”.
La migrante que quiere dejar de luchar
–Ahora recuerdo y pienso en lo raro que me parece no haber tenido amigos españoles, ¿no te parece raro a ti?
–Sí.
–Incluir es un trabajo de los dos lados. No solo yo me tengo que integrar, incluir. Se me tienen que dar los espacios y los medios para ello. La gente que viene tiene que hacer un esfuerzo y los que están aquí tienen que hacer que se sientan cómodas esas personas. Es un pequeño esfuerzo de inclusión. No hay que tomar grandes medidas a nivel personal. A nivel político es donde se toman las grandes medidas. Por ejemplo, con los profesores. Simplemente con que muevan las sillas de lugar y me pongan al lado de alguien de aquí, ya estás haciendo algo. O haciendo ejercicios de convivencia en clase. Qué feo es echar la culpa de que no se integra al que viene, al que más lo necesita.
–¿Tú qué necesitas?
–Uf…
Andrea se queda callada. Lo piensa un poco. “Quiero estudiar, tengo suerte porque tengo mucho apoyo de mi familia y de mi comunidad, que me animan a estudiar. Pero quizás necesito sentir el apoyo del gobierno y no la presión de que si no tengo dinero, no puedo estudiar. Eso es lo que necesito yo, poderme sentir tranquila. No tengo más necesidades en verdad”.
El sueño de Andrea es sentir que no tiene que seguir luchando. “Va a sonar muy quejica, pero siento que la vida de mi familia ha sido lucha constante. No he sentido estabilidad. Siempre ha sido: no tengo trabajo, tengo que encontrar otro; me van a echar de mi casa, tengo que encontrar otra. Si paro, me ahogo. Esa es la sensación que tengo y solo quiero sentirme en paz y tranquila. Poder decir: joer, ya no tengo que luchar. Tener mis estudios, dedicarme a mi trabajo, a mi vida. Desarrollarme profesionalmente y no otras luchas más”.
“Siento que, si paro, algo me come detrás. Y a veces me agobio con eso, me agobio porque me pregunto: ¿no voy a poder estar tranquila hasta que me muera? ¿No voy a poder tener las mismas cosas que las demás personas? ¿Mi madre no va a poder dejar de trabajar tantas horas? De hecho me gustaría dedicar esto a alguien. Quiero que lo que estamos haciendo ahora sea para mi madre y para mi hermana. La que vino y lo pasó mal de verdad fue mi madre, y cuando vea esto va a estar muy orgullosa”.
Dedicado queda, Andrea. Ya hemos terminado… “¿Sabes que me has hecho preguntas que nunca nadie me ha hecho? Cuando me has preguntado qué necesito… O cuando me has preguntado cómo me sentía de pequeña. Nadie me lo había preguntado ni se había interesado. Por eso no sabía ni qué contestar. Las preguntas de cuando yo era pequeña me tocaron el corazón porque nunca nadie me lo ha preguntado. Nadie, nadie, nadie”.
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Nercy paredes
Estoy orgullosa por ti Andea he leido este reportaje como te expreas,de tu flia no te averguenzas de tus raices con que humildad tu mereces prepararte eres inteligente te deseo lo mejor en tu vida TE QUIERO MUCHO SOBRINA ANDREA.
Lucía Tito
Como Andrea hay miles de inmigrantes de segunda generación, son conocedores de las dos realidades, saben el esfuerzo doble que deben hacer para buscar su lugar en la europa envejecida, el fruto del esfuerzo se va haciendo efectivo, ha costado y sigue costando, sin embargo no lo estamos haciendo del todo mal, nadie podrá decir que nos han regalado nada, esto acaba de empezar querida Andre , nuestros hijos toman la posta para reescribir nuestra propia historia; Como padres seguiremos a un paso de uds ,por si necesitan donde apoyarse y tomar impulso, esto promete, hemos venido para quedarnos!!
Arthur
Pues que bien por ti Andrea. Yo apliqué a una beca para una maestría en Economía y le dije a mi novia que también aplicara pero ella no lo hizo y se me dio la beca, me fui solo a Valladolid en España y confirmo que lo que dices es cierto al 100%.
España es lindo, me arrepiento de no haber terminado mi noviazgo y radicarme allí de una vez por todas, pues acá en Ecuador la corrupción del gobierno de Lenin Moreno y su argolla está imparable y hacen retroceder al Ecuador más y más como todo país tercermundista.
Saludos desde Ecuador.
Normi RH
Un abrazo Andrea, lucha por tus metas y llegaras lejos porque amas tu identidad y tienes sentido de pertenecia por Ecuador que es maravilloso. Y ese orgullo por tus raices. Bendiciones por siempre.
Joffre Pinzon Merino
Somos migrantes retornados ecuatorianos 🇪🇨
Por favor exigimos justicia ya son 7 años y no pasa de la INDAGACIÓN PREVIA 042-2012 nos robaron 300.000 dólares en herramientas de trabajo fruto de 22 años de arduo trabajo en España 🇪🇸
https://www.facebook.com/100009665675549/videos/649715508693966/?t=28
Sania Cedeño
Andrea eres muy valiente de poner nombre y detalles a los hechos que han marcado tu vida y la de muchos niños y adolescentes ecuatorianos.
Eres un buen ejemplo para muchos jóvenes y adultos que ante la adversidad se rinden.
Tienes el mejor ejemplo de amor y lucha por una vida digna que es el tu madre y abuela, pues sin ese amor y fe en que era posible no serías la niña luchadora que eres.
Te admiro mucho y a tu mami y hermana también por la alegría y fuerza con la que enfrentan la vida.
Te auguro muchos éxitos, pues tienes un corazón noble y unos principios de equidad y respeto hacia los demás que seguro harán que muchas puertas se abran y que consigas lo que te propongas. Hasta la Victoria Siempre Camarada!!!
Ana chapi
Felicitaciones mi querida Andrea siga adelante con sus metas y proyectos es un ejemplo a seguir ya que hay tropiezos en la vida pero como decimos acá en Ecuador hay que coger el toro por los cuernos siga así que nada ni nadie la pared que siempre diga lo que piensa sin tapujos eso es orgullo no solo para su madre Sandra mi amiga sino para todos quienes de una u otra manera nos sentimos identificados y nos sentimos muy orgullosos de ser Ecuatorianos y dónde quiera que estemos no perdamos nuestras raíces que mis más sinceras felicitaciones