Historias cotidianas que solemos ignorar

Salud mental

“Me gustaría que nadie sufriera lo que estoy sufriendo yo, no hay una mierda de romanticismo en la enfermedad mental”

Cristina tiene una vida marcada por la angustia que la provoca la enfermedad mental

“Ya no lo vivo así gracias a la medicación y a haberme recluido en el encierro monacal en el que vivo”, dice sonriendo. “Me he tenido que esconder para no dejarme llevar, he tenido que renunciar a muchas cosas de la vida para poder seguir viva”.

“Soy Cristina, tengo 43 años y vivo en un pueblo de Valladolid. Tengo trastorno de la personalidad, Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) y trastorno de la conducta alimentaria”.

“El trastorno de la personalidad son las corrientes internas que te llevan involuntariamente. También es la sensación constante de estar disociada y no pertenecer a tu propia vida, sentir que estás constantemente fuera de ti. Impulsos, deseos que se activan dentro de ti y que te llevan a situaciones de ponerte en riesgo. Situaciones que no puedes controlar, si fuera capaz de controlarlas no me expondría a ellas”. 

“He renunciado a la vida de trabajo, a escenarios de la cultura y el arte, que me encantaban… a la vida normal en general. Si participo de todo eso se incrementa la angustia, el sufrimiento y no me siento a salvo. Tengo a mi marido y vivimos en el campo. Es una vida muy sencilla con la huerta, los perros. Salgo de vez en cuando a ver a una amiga o a comprar víveres. Cada uno tenemos un concepto de felicidad y para mí la felicidad es sinónimo de seguridad, de sentirme a salvo. No es cuestión de idealizar la vida en al campo, es muy dura y hay que trabajar mucho, hay que embotar mucho tomate”, dice riéndose. “Pero es aquí donde me siento a salvo y no voy a renunciar a ello. Nunca me había sentido a salvo, siempre estaba muerta de miedo y viviendo aquí tengo menos miedo”. 

“El TOC nació para controlar el trastorno de la personalidad, fue el dique de contención. Como el huracán era incontrolable, creció dentro de mí una barrera de autoexigencia y cumplimiento de normas. El TOC te impone lo que vas a hacer en el día, las horas en que lo vas a hacer: lo que vas a leer, comer, estudiar… todo está reglado milimétricamente”.  

“El trastorno de la conducta alimentaria es también una forma de controlar. Cuando me siento muy vulnerable y las cosas empiezan a ponerse duras para mí, la comida es lo primero que intento controlar. Es difícil de explicar, tengo que intentar no ser demasiado dura con mi imagen, no sé lo que ven los demás, pero lo que veo yo es horrible y tengo que vivir con ello”. 

Sufrimiento y enfermedad mental

“Constantemente he sentido que no soy como los demás y la sensación de que si tengo que vivir así no me compensa. Tuve un intento de suicidio con 13 años y estuve ingresada. A mis padres les dijeron que era una forma de llamar la atención… Yo les decía a mis padres que no podía, que no aguantaba la vida, sabía perfectamente que algo no iba bien”. 

“En la universidad empecé a ir a terapia y al psiquiatra y me diagnosticaron. Menos mal, un nombre para esto y qué bien que me van a medicar. La medicación es lo principal, gracias a ella he podido bajar la angustia o ir a terapia y canalizar muchas cosas”. 

“Llevo con orgullo la etiqueta y hablo abiertamente de ello, pero reacciono de forma agresiva cuando me dicen cosas tipo quién lo diría, con lo normal que pareces… La gente debiera pasar un solo día en tu piel. Me molesta que la sociedad quiera que estemos en la norma cuando nunca lo he estado. Ojalá no hubiera hecho ese sobreesfuerzo –pensando siempre dónde voy a ir, cuándo voy a volver, cómo voy a volver, a quién me voy a encontrar por el camino, dónde voy a hacer pis…– para encajar porque es lo que me ha matado. Ojalá todo el mundo aceptara mi diferencia. Me encanta quedar con mis amigas y hay veces que tengo fuerza para hacerlo, pero otras no”. 

“Mi enfermedad limita mi vida cien por cien. Te limita hasta en lo que más quieres hacer”. 

“He aprendido que no hay que sufrir, no se aprende una mierda del sufrimiento, te deja marcas, te agria el carácter, te deja hecha polvo”.

–¿Y si no puedes evitarlo?

–Ya, pero me gustaría que nadie sufriera lo que estoy sufriendo yo. No hay una mierda de romanticismo o de novelesco en la enfermedad mental. 

“Lo peor es la falta de apoyo público. Hay enfermedades de primera y de segunda. El cáncer es de primera: hay inversión pública, apoyo social… Y luego están las enfermedades mentales, no hay inversión pública, no hay colorcitos, no hay pines ni marchas. Todas las enfermedades tienen que estar al mismo nivel. No hablamos del sufrimiento de la enfermedad mental, de la ayuda que se necesita”.

“La angustia define mi vida, todas las situaciones que me generan falta de seguridad me generan mucha angustia, que se convierte en una sustancia negra que lo envuelve todo por mucho que intentes limpiarlo. Y a la par que la angustia va el sufrimiento”. 

El amor

“No trabajo porque estoy incapacitada mentalmente. No soporto a la gente que me dice tú como estás jubilada estás siempre de vacaciones, vives la vida loca… Aunque es verdad lo de loca”, dice riéndose. “Estoy haciendo el doctorado en Psicología, nunca he dejado de estudiar porque me encanta. Intuyo que la dificultad que encuentra la gente a la hora de hacer la tesis es compaginarla con la vida, pero como yo no tengo esa vida”, dice riéndose. “La mayor parte del tiempo estoy en mi casa”.

“Me he preguntado mucho ¿por qué a mí? ¿qué hubiera cambiado si…? ¿existe otra forma de hacerlo? Porque yo tengo la sensación constante de que lo estoy haciendo todo mal”. 

“Lo de no sentirme segura es una idea obsesiva y si estoy viva es por el amor, desde mis perros a mis amigas, mi marido, mi familia. Hice un brindis cuando me casé: esperabais que apareciera en una cuneta o en un psiquiátrico de larga estancia, pero vosotros me habéis traído hasta aquí. Esa red que no me suelta es lo que me ha mantenido viva y sigue siendo así hoy”. 

“Me emocionan los gestos de amor sincero, aunque parezca una chorrada, que se acuerden de mis cosas. Me gusta que me hagan sentir en paz, armonía, tranquila. Vivir con sufrimiento y angustia permanentes a veces me permite ser feliz y la mayoría del tiempo no. Por eso afronto la vida con dificultad y dolor, pero también con esperanza de que vengan tiempos buenos donde no me sienta tan angustiada y pueda disfrutar de lo que tengo alrededor, aunque soy realista y sé que esto es lo que hay, pero quiero vivir y disfrutar de la vida, a pesar de todo”. 

Estamos a punto de despedirnos y justo en el último momento me pregunta si puedo enviarle lo que escriba antes de publicarlo. “Es que, siendo como soy, sé que voy a estar rumiando”, dice con una media sonrisa. 

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