“En ningún lado te hacen sentir de donde eres. Aquí eres el ecuatoriano y allí el español. Es como tío, dejadme en paz. Por eso en mi identidad lo primero es ser migrante. El sentimiento de no pertenencia es muy fuerte. Lo importante es que no eres de ningún lado”.
Joe Tenorio tiene 21 años y es de Ecuador, de Santo Domingo de los Tsáchilas. “Me pusieron el nombre porque hay un salsero que se llama Joe Arroyo. Tiene una salsa muy icónica que se llama La rebelión. Que menudo lío con mi nombre. Me llamo Joe –la jota se pronuncia como en Jordi y no como en Jorge– y no Jose y otras cosas que me llaman”.
Joe llegó a Madrid con sus padres cuando tenía un año y medio. “Estuvimos dos años en Madrid más o menos. Ya con 3 entré a la escuela en Navarra. Me he criado en Navarra, en la Ribera, en un pueblito que se llama Milagro. Mis recuerdos empiezan aquí, en Madrid. Me acuerdo de cositas de por aquí, la guardería, la mujer de mi primo embarazada. Me acuerdo de que me llevaban mis padres vestido como un esquimal porque hacía frío”, dice sonriendo. “Recuerdos así sueltos, como flashes. De Ecuador no tuve ningún recuerdo, era muy pequeño”.
Ahora vive solo en Madrid, en el barrio de Aluche. Casualmente la casa donde vivió con sus padres de pequeñito está justo detrás de donde vive ahora. “Mira, ¿ves ese edificio?”, me señala desde la puerta. “No nos dimos ni cuenta hasta que me mudé. Años después he acabado en el mismo sitio”, dice sonriente.
Joe es muy educado y amable. Dice que es muy ordenado y salta a la vista. Su casa es lo opuesto al estereotipo de una casa de estudiantes. Está ordenada en extremo y limpia.
Es un chaval serio pero afable. Quizás la seriedad le venga de que se toma su vida y lo que está contando muy en serio. “Cuando era pequeño, hasta los 13 o 14 años, sí me sentía avergonzado de mis raíces. Entones fue cuando empecé a decir que da igual que sea ecuatoriano. Yo soy diferente. Y genial, está mejor ser diferente”.
Bebé migrante
“Mis padres tuvieron primero una migración dentro de Ecuador. Primero pasaron del campo campo a la ciudad. Y luego ya vinimos todos a Madrid. Me han ido contando el proceso con historias propias pero nunca por qué se tuvieron que venir. Para ellos la explicación es que necesitaban dinero y una boca chiquita que alimentar. Ahora que he crecido sé que la crisis que provocó la banca nos echó literalmente. Declararon el feriado bancario y cuando pasó de repente no teníamos dinero. Allí feriado significa vacaciones, festivo”.
“Mis padres me han inculcado la forma de vivir de allí. Se han mantenido siempre en que son ecuatorianos, su background lo mantienen súper fuerte. No reniegan y están hasta orgullosos. Yo siempre he sabido que era de otro país, que era ecuatoriano, y siempre me han tratado así”.
“Cuando te crías en un ambiente de familia latina todo es más cálido, más familiar. Obviamente la forma de ser sureña de aquí es más cálida también que la norteña. Aprender a valerte por ti mismo te lo enseña una madre latina, al menos mi madre. Todo es mucho más familia. En Navarra nos juntamos mucha familia, somos treinta y pico. Son todos por la parte de mi madre. En Milagro ahora somos poca familia”, dice sonriendo, “antes éramos más, casi 50 personas en Nochebuena y así”. Según el Instituto Nacional de Estadística, a fecha de 1 de enero de 2019 en Navarra había 2.722 ecuatorianos. “En Ecuador nos queda muchísima familia, hablamos de cientos, doscientos”.
“Mis padres trabajan en una fábrica de congelados de la zona. Soy hijo único, por eso ahora puedo vivir solo en Madrid. No se me ha hecho nada difícil venirme del pueblo. Siempre he sido muy independiente, muy inquieto. Poder valerme por mí mismo nunca se lo agradeceré lo suficiente a mi madre”.
La vida de un niño migrante en un pueblo pequeño
“Ya lo habrás escuchado, lo dura que es la vida de un migrante aquí en la gran ciudad. Es trabajar todo el rato. Mi padre tenía 24 años cuando vino. Yo me veo ahora con esa edad y pienso pero dónde voy a migrar y con un niño”.
Un tío de Joe ya estaba en la Ribera y la familia decidió mudarse de Madrid a Milagro. “Mis padres vienen del campo, son de pueblo, y prefirieron irse allí. Allí hay trabajo, la migración es familiar, son núcleos familiares. Se nota que la gente puede crecer bien y es un ambiente más ‘benevolente’ entre comillas. No estás expuesto a las cosas que como migrante puedes estar expuesto aquí en Madrid. Justamente por eso se fueron mis padres. Aquí no paras de trabajar si eres migrante, tenías que trabajar desde la mañana a la noche. No se podía vivir bien ni iba yo a crecer bien. Sobre todo por la crianza de los niños. En el pueblo sí tienes tiempo de estar con tus hijos. La simple inercia que te genera de trabajar tanto en la gran ciudad acabas desatendiendo a los niños. Y no son malos padres, pero muchas veces acaban en bandas porque es la manera de sentirte protegido y de estar en comunidad”.
“Un pueblo es mucho menos impersonal que la gran ciudad. En Madrid vives muy solo. Yo ahora no tengo ningún problema en vivir solo pero cuando estás creciendo, y más cuando eres un niño migrante y la identidad te está pegando todo el día en la cara…».
–¿Qué quieres decir con eso?
–Saber que no perteneces al lugar donde vives.
El crac del instituto para un adolescente migrante
A pesar del apego que siente Joe por Milagro, los años de instituto fueron difíciles. “La dejadez de los centros educativos, al menos en el que yo estudié. Dejadez en cuestión de problemas que pueden ser de jóvenes pero que no quieren resolver porque somos migrantes. Como la típica pelea tonta que no resuelven y dicen es que los latinos siempre están haciendo problemas”.
“Te desincentivan por ser latino a seguir estudiando. ‘Vete a una FP o a un grado medio’, me decían a mí. La estigmatización de los estudiantes latinos: siempre son los de peores notas, los que crean problemas y las que se embarazan en el caso de las compañeras. La mayoría de mis amigos son españoles, pero justo en el instituto es cuando más afloran estos sentimientos de identidad para los que somos migrantes y es cuando se tiene que tratar. El instituto a mí me marcó mucho”.
“Problemas que hay y que ellos no quieren reconocer. Hubo un tiempo en que las peleas raciales explotaron todas las semanas. Peleas entre ecuatorianos y españoles. Y peleas serias. El instituto lo sabía y no hizo nada. En la calle con cadenas y de todo. Y también en el propio patio de la escuela. Yo acabé en muchas peleas”.
“Siembre he sido un vago, eso es verdad, es importante destacarlo”, dice riendo. “En el instituto sacaba cincos. No estaba nada motivado y no me di cuenta hasta después. Me daba igual todo. Nos la sudaba tanto el instituto… nos lo tomábamos tan poco en serio… El mensaje era constante: ‘para, no estudies, déjalo’ y casi me meto en el ejército porque a mí no paraban de decirme que dejara de estudiar. Yo acabé muy quemado el Bachiller, qué brasa le di a mis padres esos años, pobrecitos. Pero es verdad que siempre han confiado en mí, me han apoyado siempre mucho. Tengo buen recuerdo de un profesor. Por desgracia murió. Nos trataba como personas y como estudiantes, algo que en el instituto no te hacen sentir, eres un niñato para ellos. Y es un momento en que estás tan perdido… Es muy importante que alguien te trate como lo que eres: una persona más que tienes sentimientos. Pero por el resto el instituto era apatía y discusiones constantes”.
La infancia bien o quizás no tanto
Pero volvamos atrás. El estallido se produjo en el instituto, sin embargo las cosas antes habían ido muy bien. Al menos así lo creía Joe. “Por el hecho de venir pequeñito al pueblo me socialicé muy rápido. Yo crecí y socialicé como un niño español. Entré a la escuela con 3 años como los demás. No me costó nada integrarme. Yo nunca he tenido un problema para integrarme con gente española. Mis mejores amigos de la infancia son españoles y siguen siendo mis mejores amigos. También me muevo mucho con un grupo que es de latinos de distintos países, es un crisol divertido. Pero vaya, que hemos crecido todos juntos, son todos de la infancia”.
Llegó la adolescencia y Joe empezó a plantearse cosas. “Hasta el instituto todo fue relativamente bien. Siendo un niño también viví mis episodios de racismo, pero no me di cuenta hasta después. ‘Puto ecuatoriano, vete a tu país’, me decía algún compañero. Y algunas madres me miraban con recelo. ‘Es que ellos son así, vosotros sois así’, decían. Englobamos en un todo que nos define que simplemente son estereotipos. Gente que ya ni se acordará, gente que seguro que si le preguntas ahora dirá ‘yo siempre fui muy buena gente con ese chaval’. Bueno, igual no tanto”, dice con una sonrisa.
Joe tiene lo que define como acento selectivo. “Ahora me escuchas sin acento, pero si hablo con mis padres tengo acento. Si me llama mi madre por teléfono la gente que está conmigo alucina por al acento que se me pone. Que tampoco es cerrado mi acento latino, obviamente llevo toda la vida aquí”. El acento selectivo también está relacionado con cómo le hacían sentir cuando era un niño. Pronto aprendió que no siempre estaba bien visto y que todo era más sencillo si hablaba sin acento.
Choque identitario de un adolescente migrante
De niño no era consciente de esas situaciones que iba viviendo. Simplemente se dedicó a almacenarlas. “Ahora que soy más mayor le he dado muchísimas vueltas a cómo ha sido mi proceso migratorio, cómo lo he vivido yo, mi crianza, mi adolescencia. Ahora me he dado cuenta de que vivía cosas de adolescente que no tenían que ver con problemas propios de la edad y sí con ser migrante. Por ejemplo, por qué la poli me para a mí en un pueblo donde no pasa nada. Al principio yo era de ‘bueno, venga’. Pero luego ya no, por qué me para a mí. Y esto es como muy típico, lo de que te pare la policía, pero es que pasa. Hace nada me han vuelto a parar volviendo de la universidad. Es verdad que ahora yo estoy en un punto que cuando me paran contesto siempre, no me callo”.
En la adolescencia, con todo lo que estaba viviendo en el instituto, Joe se enfrentó a lo que llama el choque identitario. “Ostras, ‘qué me pasa, quién soy, qué hago en esta sociedad’, me preguntaba. Fue un periodo un poquito largo, desde los 15 más o menos hasta los 17, y ahí empecé a ser consciente de mi propia identidad y de comentarios que viví cuando era niño”.
Gracias a este choque identitario definió su identidad. “Me siento migrante en primer lugar porque siempre es lo que se me ha dicho que soy. Y es en esencia lo que soy. Me siento muy latinoamericano y en especial pues ecuatoriano, en ese orden. El orden es importante. Migrante es mi realidad. Me siento más latino como tal que ecuatoriano, yo conozco y me llevo con gente de muchos países latinoamericanos desde siempre. No reconozco mi propia identidad como algo pequeñito sino como algo muy global. Soy migrante, que es muy global, latino, que también, y luego ecuatoriano”.
“Durante el tiempo que me duró este choque identitario eran como muchas ideas desordenadas. Estoy seguro de que a todos mis amigos latinos les ha pasado en algún momento de su vida. En el instituto viví más fuerte el racismo institucional y fue cuando me dio el choque”.
–¿Y te sientes también de aquí?
–Sí, hombre, he crecido aquí. Me siento también de aquí. Me siento muy a gusto entre españoles aunque el propio “sistema” me deje claro que no es mi espacio. El racismo institucional te deja claro que no eres de aquí. Como lo de la policía. Aun así yo me siento muy a gusto aquí.
“Con las reflexiones que he hecho sobre mi propia identidad he llegado a sentirme seguro de mí mismo, de mi propia identidad y de mi propia importancia. Por el hecho de ser migrante hay cosas que me he guardado por miedo a que la sociedad te juzgue, como puede ser el acento. Sigo dándole vueltas a mi crianza, mi socialización. Pero el sentimiento de no soy de aquí lo tenemos todos, estoy casi seguro, vivamos donde vivamos”.
Vivir en Ecuador
“He ido a Ecuador más o menos cada tres años. He tenido suerte, he ido bastante, aunque hace tiempo que no voy. Viviré allí en algún momento, me gustaría, es parte de mi vida que me he perdido”.
“Lo peor de no vivir en tu país es la distancia sobre todo de tus familiares, la pérdida de tu propia identidad y darte cuenta de que te han quitado esas raíces. Lo mejor es entender el mundo como algo más global. Entender el mundo como algo más que tu propia patria, hay mucha gente en el mundo y las realidades son muy distintas”.
“Sueño con seguir trabajando en un mundo mejor de verdad, aunque suene muy así. Volver a mi país y sacarlo de la pobreza, y sobre todo llegar al final de mi vida y decir ya está, has hecho las cosas que debías, eres una persona como cualquier otra y puedes morirte tranquilo”.
Lo de ser una persona como cualquier otra es importante. Afirma entre risas que la sociedad lo ve mal. “En general me ve mal por ser mulato, por ser ecuatoriano. Me gustaría que la sociedad me viera como un ciudadano más, como una persona”.
Joe estudia Ciencias Políticas, es uno de los caminos que ha elegido para mejorar el mundo. “Después del instituto traté de entrar al ejército. No entré y fue lo mejor que me pudo pasar porque me entraron las ganas de estudiar que no tenía en el instituto. Me iba a meter en el ejército y pensé ‘tío, tienes el Bachiller, aprovéchalo, que no todo el mundo lo tiene’. Yo quería estudiar pero no sabía qué. Puse Ciencias Políticas por poner, ni había mirado la nota de corte ni nada. Fue de rebote y al final del primer trimestre me di cuenta de que era mi vocación. Yo tengo mucha suerte en la vida”, dice riéndose. “Gracias al profesor este que te he dicho antes que despertó en mí las ganas de conocer mundo. Me animó a sacar buenas notas, pasé de sacar cincos a casi matrículas de honor en la universidad”.
Forma parte de distintas asociaciones. “Mola hacer cosas por la gente de aquí y los que están en Latinoamérica. Me gusta un montón trasladar un mensaje de reconocimiento propio como latinos y de que nosotros importamos tanto allí como aquí”.
Suscríbete gratis y recibirás en tu correo cada nueva historia
Beatriz vivanco
Que lindo Joel sigue adelante en tus estudios y luego vengas a Ecuador a ser un buen presidente con todas tus experiencias vividas que Diosito te siga bendiciendo saludos a tus papitos
Martha Mamarandi
Me ha encantado tu historia personal, felicitaciones por ser un buen chico, y un chico con conciencia. un fuerte abrazo
Kevin
Buenas Joe, si lo lees, yo también fui a tu instituto de Marcilla y mi caso fue diferente al tuyo, me llevaba con españoles, latinos, árabes, y los profesores incluso, no sentí ese racismo que dices y yo creo que habrá sido porque yo estaba prácticamente integrado en la sociedad española, no le veo otra razón.
Coincido en el esfuerzo que hicieron nuestros padres para sacarnos adelante. Les estaremos agradecidos por toda la eternidad.
Saludos
Joe
Hola Kevin me encantaria conocer un poco más tu historia, para poder comparar que puntos nos diferencian y en cuales coincidimos. Siempre es bueno tener otro punto de vista y en el caso del trato del instituo hacia nosotros me encantaría poder decir que estoy equivocado. Si quieres ponte en contacti conmigo por Facebook. Un saludo y gracias por tu comentario
Lucía Tito
Una entrevista dura y bonita, tu voz la de muchos jóvenes Joe ,tu lucha nuestra lucha, la de todos, como emigrantes tenemos doble responsabilidad en el día a día, no debería ser así, pero lo es, sin embargo nada nos amedrenta seguimos luchando e ahí la muestra y como tú muchos jóvenes que buscan un legítimo lugar en una sociedad exigente para unos y para otros no tanto, saludos Joe y adelante siempre, vosotros(nuestros hijos) sois los que están cambiando el encasillamiento del migrante/mano de obra barata, por profesionales de primer nivel en cualquier area.
Ramo
Un relato impresionante.
Conozco a muchos de tu familia y os deseo lo mejor porque siempre os he querido.
Sino preguntales a los mayores.
Abrazos y suerte en tus proyectos.
Moncha
Juan Manuel
Para integrarse lo primero que hay que hacer es querer integrarse y respetar las costumbres y normas del país al que decides emigrar. Intentar entender esas costumbres y el modo de vida de ese país, no encasillar a los ciudadanos en : maleducados, directos, grosería, racistas,ese no es el camino. Hay que sentirse ciudadano del pis que te acoge y respetarlo. Pensemos en los norteamericanos: todos los ciudadanos que obtienen su nacionalidad se sienten norteamericanos y defienden a muerte a su país. Esto es lo que se espera de cualquier ciudadano que obtiene la nacionalidad del país que le acoge.