“Ahora mismo contigo estoy nervioso y las piernas me tiemblan. Estoy así por intentar dar respuesta a cosas que en realidad no sé, por eso lo único que voy a hacer es contar mi experiencia”.
“Mejor pon solo Nacho, sin apellidos. Llevo poco con esto y no es fácil de entender. Pienso en alguien que me pueda reconocer y diga pero si está estupendamente o alguna cosa así. Tengo 36 años, soy asturiano y vivo en Madrid”.
“Qué te digo… La verdad es que soy el primero que se hace esa pregunta: qué es el trastorno ansioso depresivo. No sé muy bien, lo estoy conociendo todavía, me ha pillado de nuevas y estoy en el proceso de aprendizaje. Con la ansiedad ha ido pasando de todo, ha ido cambiando. Y la depresión por lo visto la tenía desde hace tiempo. Como que sientes que tienes una mala época pero nunca dices estoy deprimido porque esa palabra es muy fuerte. Estaba triste y aburrido de la vida”.
“El 24 de febrero me rompí en el trabajo y desde entonces han pasado tantas cosas. No sabía lo que me estaba pasando. Cuando hablé con el psicólogo pensaba que era para quince días y ahora tengo que asumir que esto es como para todos los días”.
El 9% de la población tiene algún tipo de problema de salud mental y el 25% lo tendrá en algún momento a lo largo de su vida, según la OMS.
Ansiedad y depresión
“En la ansiedad los síntomas son muy distintos cada día. A mí me afecta sobre todo con el tema de la gente, pero ha ido variando mucho desde que empezó. La ansiedad no la llego a entender porque varía mucho. Desde pequeño tengo epilepsia y estoy acostumbrado a tomar medicación, pero la epilepsia siempre es lo mismo, no cambia, y esto no”.
“La depresión fue el principio de todo, por eso llamé al psicólogo. Una compañera de trabajo me dijo no te veo feliz. Entonces hice clic porque hacía un tiempo que me había pasado algo parecido y cuando me lo dijeron cogí una excedencia y me fui a casa de mis padres a Asturias. Ellos me decían que estaba muy mal, yo entonces comía y me iba a la habitación. Esta segunda vez llamé al psicólogo y a los tres días estaba de baja: el 25 de febrero, un día después de romperme en el trabajo”.
“Recuerdo que la semana que empezó todo fue superdura: no podía coger el metro, tenía la sensación de que todo el mundo me estaba mirando y juzgando. Me daba asco la gente, suena un poco fuerte pero era lo que sentía y me agobiaba mucho. Luego no podía salir a la calle, me dieron ataques de ira: me enfurecía cuando la gente invadía mi espacio personal, cuando me tocaban de repente; lo pasé bastante mal. Ahora lo llevo mejor, creo que ahora es más depresión que ansiedad”.
Me he convertido en otra persona
“Mi vida ha cambiado ciento ochenta grados, me he convertido en otra persona a la que todavía estoy conociendo. Todavía no sé bien quién soy. También estoy conociendo una enfermedad nueva, bueno dos: ansiedad y depresión. Estoy buscando una solución porque siento como un fracaso, no llevo la vida que me gustaría llevar, siento que voy cada vez para menos”.
“Esta semana he estado en casa con mi familia y les he contado todo de arriba abajo. Ahora vengo con las pilas cargadas de estar con ellos. No soy el mismo, les digo a mis padres. Antes era extrovertido, abierto, de hablar con desconocidos y ahora me cuesta socializar. Ahora si salgo por la noche no disfruto, me centro más en la gente que hay alrededor que en evadirme. Echo de menos salir con mis amigos y disfrutar como antes. Te conviertes en otra persona distinta, no sabes quién es el Nacho verdadero y si será así para siempre”.
“Hubo temporadas que no podía ni concentrarme para ver una serie. Me he puesto hasta Pasión de gavilanes –dice con una media sonrisa– para tener algo puesto de fondo pero sin ver nada”.
“Lo positivo que me está trayendo todo esto es que estoy aprendiendo a contar lo que siento. Antes no contaba nada, me lo guardaba todo para mí”.
Desconocimiento y culpa
“Al principio estaba motivado porque pensaba que era poco tiempo y me liberaba. Entonces fue cuando me di cuenta de que cada semana cambiaba: semanas que estaba mal, luego subía, luego estaba plano, luego bajaba. La medicación es un problema porque no consigo que me levante. Los médicos intentan que encaje la medicación que tomo por la epilepsia con la del trastorno ansioso depresivo, pero por ahora me baja. El tema medicación es un proceso largo y lo vivo con resignación. Me fío de mi médico, pero hay gente que me dice que pida tomar menos medicación, que tomo demasiada entre la epilepsia y la cabeza. No sé hasta qué punto la medicación es beneficiosa, una amiga dice que estoy peor desde que la tomo”.
“Hoy estoy bien porque vengo con las pilas puestas después de haber estado en casa, pero la semana pasada había comprado droga para que me diera un chungo. Estas últimas semanas lo que quería era desaparecer. Lo que me pasa hoy no tiene que ser lo que me pasa mañana y no saber cómo va a ser mañana es lo más difícil. Me dicen que me tengo que acostumbrar a convivir con ello, pero cómo me puedo acostumbrar a algo que va variando tanto. Hubo momentos que hasta veía que avanzaba pero qué va. Luego te das cuenta de que son fases. En un punto me estanqué y se te quitan las ganas de tirar para delante, motivarte es muy difícil”.
“Como todo cambia cada día, mis padres quieren que vuelva a Asturias y lo veo como una posibilidad en función de cómo evolucione esto. Tampoco creo que irme allí sea una solución a lo que tengo en mi cabeza, el problema va a seguir estando”.
“No conocía esto cuando me diagnosticaron. Yo era el típico que podía tener perjuicios. No me podía imaginar que podía durar tanto y cómo eran este tipo de enfermedades. Sería por desconocimiento pero cuando estaba trabajando y veías que otra persona no venía a trabajar y te decían que está deprimida… y tú pues no estará tanto cuando la ves por la calle bien vestida. Parece que tenemos la idea preconcebida de que estar mal implica que tenemos que andar por la calle con chándal, con ojeras. Que yo pasé también esa época, pero luego me dije arréglate. En cualquier caso, lo que te pasa va por dentro”.
“El día que te encuentras bien parece que estás engañando a los demás. Días buenos, como por ejemplo hoy, siento remordimientos. Ayer venía de casa de mis padres con la maleta y siento que si me ve alguien qué puede pensar de mí, que estoy viniendo de viaje… Parece que estás escabulléndote, como si todo fuera mentira. Entonces me siento mal. Yo antes habría dicho, mira este, para estar con depresión está muy bien. No debemos juzgar cuando no sabemos cómo está la otra persona. Una vez me fui una semana de viaje con una amiga. Estuve dos días perfecto y disfruté mucho, pero me sentía culpable por estar como de vacaciones. Luego ya dejé de estar bien y el cuarto día me tuve que volver para Madrid”.
Ataque de pánico y miedos
“En verano pensaba que estaba prácticamente recuperado, veía hasta que me daban el alta y volvía a trabajar. Es la mejoría más grande que he notado y de repente me dio un ataque de pánico y volví para atrás. Llegué a casa muy nervioso porque tenía allí a una amiga y sentía que la había dejado sola, me sentía culpable. El brazo se me quedó inmóvil, una taquicardia fuerte, parecía como que me fuera a dar un infarto, aunque en el fondo sabía que era producto de la ansiedad. Se combinó también con cuatro ataques de epilepsia y con pensamientos negativos de querer quitarme la vida. Sentir asco por la vida, por el trabajo, por todo. Fue lo peor que te puedas imaginar. No había pasado por otra cosa igual y luego estuve un tiempo que me daba miedo que se volviera a repetir. No me ha vuelto a pasar, pero es que no sé cómo va a evolucionar todo”.
“Cuando a mí me da una crisis de epilepsia no me entero, son cognitivas: pierdo fuerza hasta para hablar o se me olvida y no puedo teclear mi código pin en el teléfono, por ejemplo; no me deja hacer cosas manuales. Los médicos me preguntan si distingo ataque de epilepsia y ansiedad, pero no tienen nada que ver”.
“Como esto cambia tanto ahora me noto mejor que hace dos semanas, pero no sé cómo será los próximos días. Ahora solo de pensar en que hace dos semanas me quería quitar de en medio, pienso en el daño que puedo hacer a mi familia y no, no me lo planteo. Lo último que quiero es hacerles daño, que sé que se lo estoy haciendo porque lo están pasando mal”.
“Mi día a día depende… Hay días entretenidos como hoy”, dice con una sonrisa. “Esta mañana he estado con las psicólogas, ahora estoy contigo y voy a ir a cenar con unos amigos. Otros días me quedo en la cama y me pongo a ver series. Otros doy un paseo. También hay días que puedo dormir las veinticuatro horas, depende de cómo esté de ánimo”.
“Llevo regular estar de baja tanto tiempo, llevo mal el hecho de qué pensarán de mí. Cuando me dicen que salga, que haga cosas y no me quede todo el día echado, me fastidia mucho. Como que no lo intento… Soy plenamente consciente. Me han recomendado ir al gimnasio pero me cuesta bastante. Solo voy los fines de semana con un amigo que me obliga a ir. Aunque sepa que algo me viene bien, como ir al gimnasio, me cuesta muchísimo a veces levantarme de la cama para ir. Tampoco me gusta que me pregunten cómo estoy y que le resten importancia”.
“Mis padres me preguntan cómo te podemos ayudar, pero no tengo ni idea. No creo que haya una respuesta posible, lo único que mis amigos sigan ahí y me escuchen, con eso tengo suficiente. Me imagino que habrá gente que tendrá los mismos prejuicios hacia mí que yo tenía antes, pero no me importa mucho, solo por la gente del trabajo”.
“Necesito quitar todas esas telarañas que tengo en la cabeza, todos esos pensamientos negativos. Quizás no ser tan duro conmigo mismo. Me he dado cuenta de que lo que quiero es una vida muy normal: una casita, una pareja, un trabajo y mi perrita. Antes creía que eso era mediocre, pero ahora no. No tengo sueños más allá de eso”.
“Cuando descubra realmente cómo soy, quién soy y qué tengo en la cabeza podré presentarme. Ahora como no sé qué Nacho soy, no puedo decirte me gustaría que me vieras como este”.
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