“Estoy esperando una llamada muy importante y a lo mejor tengo que parar para coger el teléfono. Es una llamada para la recuperación de la capacidad”.
“Hace unos años me incapacitaron totalmente, me quitaron todos mis derechos. Fui consciente de que estaba incapacitada la primera vez que iba a votar. Fui con mi DNI y me dijeron que no podía, que no aparecía en el censo porque estaba incapacitada. Me sentí inútil, anulada; las personas que estamos incapacitadas totalmente no podemos decidir ni qué comprarte, si quieres ir de viaje con amigos tampoco puedes o firmar un contrato. Son muchísimas cosas las que no puedes hacer”.
Maribel Cáceres tiene 36 años –se lo piensa un poco antes de darme la cifra exacta– y es de Montijo (Badajoz).
Discapacidad intelectual, la escuela, la vida
“Yo tengo discapacidad intelectual. A mí me han dicho tonta muchas veces, sobre todo en la escuela, pero yo pasaba porque a lo mejor es más tonto el que lo dice. Es mejor pasar que decirle cualquier cosa porque te estás poniendo a su altura”.
“Yo me enteré de mi discapacidad tarde porque no había mucha información entonces sobre discapacidad intelectual, era una gran desconocida. Cuando me lo dijeron me sorprendió pero a la vez ya encajaban todas las casillas: en la escuela me costaba comprender a los profesores, los libros eran muy complicados. Además yo tenía una profesora que me daba clase todas las tardes y luego me ponía con mi madre, y aun así era imposible. En la escuela no tuve adaptación ni nada, ojalá me hubieran ofrecido ir a un centro de educación especial porque me habría sacado mi título, que así tienes más posibilidad de encontrar trabajo una vez sales. Antes de terminar tercero de la ESO lo dejé porque era imposible: un examen con un tres, otro con un cero, yo iba todos los día a mi casa llorando. Era tal la frustración y el no saber: por qué me estaba pasando a mí esto, por qué no le pasa a otro, esas cosas pensaba yo. Por eso he tenido después temas de depresión. Ahora ya tengo bien lo de la depresión pero me sigo tomando pastillas no vaya a ser que recaiga”.
“En la escuela me marginaban aunque entonces no sabíamos que yo tenía una discapacidad. Se reían de mí los niños. Esta no se entera, decían. En el patio estaba sola, nadie se juntaba conmigo, así que yo me llevaba mis propios juguetes y pasaba el descanso con mis muñecas y cosas así. Un día una madre le dijo a la mía: hay que sacar a tu hija de la clase de mi niña porque la va a volver tonta”.
“La persona que me explicó que yo tenía una discapacidad intelectual era un amigo de la familia y me lo explicó muy bien. Sabíamos que algo no era normal, pero no supimos hasta que llegó él. Me dijo que iba a necesitar apoyos en ciertos aspectos para comprender algún documento, para tareas de la casa o para los recorridos por las calles. A mí esas barreras que tenía al principio se me han ido suprimiendo por tener buenos apoyos en la familia y en mi asociación –Plena Inclusión–. Con buenos apoyos puedes hacer lo que quieras; antes de eso la frustración que yo he vivido durante los primeros años de mi vida ha sido muy grande”.
“A día de hoy viajo sola de Montijo a Madrid en autobús; puedo necesitar apoyos, por ejemplo, cuando voy al médico –viene una persona conmigo– y si vas nerviosa más todavía porque explican las cosas de forma tan complicá –se deja oír el acento extremeño de Maribel–. Te deberían hacer un informe para que tú luego veas cómo tienes que llevar el tratamiento”.
Recuperar la capacidad
“Me incapacitaron por la sencilla razón de que tengo un problema de salud mental: depresiones y cosas de esas. En un brote que tuve me ingresaron en psiquiatría y el médico le dijo a mi madre que me incapacitara porque era lo que había que hacer. Mi madre lo hizo pensando que era lo mejor pero no tenía toda la información”.
“Cuando me enteré de que estaba incapacitada totalmente, que yo no podía hacer nada de nada, decidí formarme en derechos de personas con discapacidad intelectual gracias a Plena Inclusión Extremadura. Ellos me asesoraron y gracias a eso ahora tengo una curatela económica y no la incapacidad total; ahora solo me hace falta apoyo en el tema económico, por ejemplo sacar dinero en el banco, eso me lo tiene que hacer mi madre. Y ahora lo que quiero es recuperar la capacidad total, que sé que seguramente necesite apoyo para cosas gordas como gestionar una herencia, que es muy difícil, o comprar un coche, pero yo tengo unas capacidades que son bestiales y puedo administrarme mi dinero y puedo hacer mi vida como cualquier persona gracias al apoyo de mi asociación y de mi familia”.
“Ahora todo está superbién con la reforma del Código Civil que habla de apoyo en momentos puntuales y de que tú puedas decidir quién te da los apoyos y cómo. Este tema me duele porque tú ves que puedes hacer muchas cosas y que por tu familia no estar bien aconsejá y asesorá a ti te quitan todos los derechos que tienes como persona, te anulan completamente. Y a mí, gracias a Dios, mi madre me ha dado siempre carta de libertad y he podido hacer cosas a pesar de tener la incapacidad total, si no, no estaría donde estoy ahora”.
Hace unos años se estimó que en España había unas cien mil personas incapacitadas, de ellas muchas tienen discapacidad intelectual, aunque las hay también con un problema de salud mental y personas mayores.
Discapacidad intelectual: vida laboral y hogar
“Te voy a contar una vivencia que tuve en el colegio. Tenía un compañero con síndrome de Down y los niños se metían con él. Yo siempre lo defendía y esto sin saber que yo tenía también discapacidad intelectual. Después de conocer a este compañero, con 10 u 11 años, decidí defender los derechos de las personas con discapacidad intelectual y es lo que hago a día de hoy y me encanta. Tengo un cargo de vicepresidenta de Plena Inclusión España pero no me veré nunca de jefa”, dice riéndose, “yo no soy más que nadie, soy una persona muy sencilla. Curro tres días a la semana de ocho a dos. Al principio me costaba mucho porque nunca me había relacionado así pero ahora siempre que me dicen de ir a algún lado yo encantada; lo que haga falta Maribel está ahí. También trabajo en Plena Inclusión Extremadura dando charlas sobre el valor de la diferencia y la discapacidad intelectual: sobre cómo nos pueden apoyar. Lo que a mí me pasó en el colegio no me gustaría que le pasara a otros niños. También estoy en la primera asociación de mujeres con discapacidad intelectual de Extremadura”.
“Vivo en una vivienda tutelada con tres compañeros más. Somos dos parejas. Los cuatro tenemos discapacidad intelectual. Un piso tutelado es una vivienda que tenemos profesionales de apoyo con la idea de vivir el día de mañana de forma independiente. La persona de apoyo viene y nos ayuda con la compra de Mercadona o con el tema de las pagas, que nos dan el lunes y el viernes, por ejemplo. La idea es que de aquí a dos o tres años podamos independizarnos del todo. Cada uno somos de nuestro padre y nuestra madre, es importante esa lección y que tenemos que aprender a convivir con otras necesidades que no son las tuyas. El piso me ha dado muchísima libertad, independencia y salud: mental y física porque tenemos una alimentación sana. A mí me gustaría mucho vivir con mi pareja los dos solos; no me gustaría ser madre, no me veo con todas las cosas que conlleva ser madre, y a lo mejor estoy capacitada de sobra, pero prefiero una vida tranquila y relajada junto a mi pareja”.
“En el trabajo me pagan y además tengo ayudas económicas, si no las tuviera no podría subsistir. Mi madre me ayuda también con una pensión que tiene. Más o menos voy tirando pero el piso es que hay que pagarlo también”.
“Mi vida social es muy rica, tengo la suerte de tener muchas amistades. Me muevo con gente de todos los ambientes: con y sin discapacidad. En el trabajo tengo compañeros sin discapacidad y eso está bien porque al principio te cuesta relacionarte con alguien sin discapacidad intelectual por si se ríe de ti o si tú me haces una pregunta y te respondo lo que no es. A mí me gusta estar con mis amigos, leer, ir a tomar algo con mi pareja, ir al cine”.
“Si yo no hubiera tenido la discapacidad que tengo no sería la persona que soy ahora y eso te lleva a pensar en todas las cosas que puedes dar a los demás y que los demás pueden hacer por ti; todo lo que podemos hacer los unos por los otros y lo bonito que es eso. Mi vida es plena pero sueño con viajar con mi pareja los dos solos, sin monitores; con los monitores es que te sientes controlada. Me gustaría que a las personas con discapacidad intelectual se nos respetara, que vean las capacidades que tenemos porque si pasara eso no nos discriminarían tanto, somos personas como cualquier otra. Si me vieran como una persona con capacidades y me dieran la oportunidad, se eliminaría tanta barrera…”.
“Muchas veces me han dicho que no puedo hacer algo. Hasta mi madre me dijo tú no vas a ser capaz cuando empecé con la formación de derecho. Ella se acordaba de cuando el colegio y pensaba que no iba a poder… Entonces yo dije pues voy a terminarla y os voy a demostrar que sí puedo. A estas alturas de la vida ya no me lo dice nadie y no dejo que nadie me ponga límites. Soy capaz de hacer lo que me proponga con los apoyos que necesite”.
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Maite
Como siempre Winnie dando voz a quien tiene que hablar.
No puedo leerte siempre, y menos comentar todo, pero no me olvido de Grandes Minorías.
Winnie
Ole ahí, Maite
Ana+E.+Hernandez
Que lecciones de vida , de responsabilidad social yy vivencia personal se descubren a traves de las
historias que nos traes ,de una manera tan directa y asequibles.
Gracias buen trabajo ,y tambien las gracias a tus PERSONAS.
Winnie
Gracias!