Historias cotidianas que solemos ignorar

Salud mental

Depresión: “Ese dolor que se te mete en el pecho y me dice que no soy nadie”

Elena Sánchez y la depresión, cómo se te cae la vida a cachos

“Jode ese dolor que se te mete en el pecho y no sale, y cuanto más pasa el tiempo más hondo se mete. Me atormenta, me ahoga, me dice que no soy nadie y que no le importo a nadie. Que me creo mierda y no llego a pedo. Puta gilipollas. Me hago ilusiones y no son más que eso, ilusiones en mi puta cabeza. Nadie sabe que existo y los que me conocieron pronto me olvidaron. No soy nadie. Le grito al mundo. Chillo. Nadie me va a venir a preguntar, no soy más que una sombra. No soy nada. No valgo nada”.

Este es un párrafo del libro de Elena Sánchez, para ella es la definición perfecta de la depresión. Elena tiene 26 años y es de Torrejón de Ardoz (Madrid).

Tiene una voz suave con un hablar dulce y pausado.

Qué es la depresión mayor

“Empecé con depresión normal, si es que la hay. Con el confinamiento se agravó y acabé con depresión mayor. Este es el único diagnóstico oficial que he tenido hasta el momento”.

“En 2019 estaba llorando mucho y no podía parar. Fui a la médico de cabecera, me lié a llorar en la consulta –fue un poco bochornoso– y me pautó antidepresivos de los más flojitos. Era un tratamiento de seis meses y yo quise entender que en seis meses solucionado… Lo que quería decir es en seis meses hablamos. Empiezas a tomar las pastillas y noto que no tengo concentración ninguna y mis llantos siguen. Entonces estudiaba ingeniería agrícola y me tenía que salir de clase para llorar. Empecé a ver que seis meses en esas condiciones tampoco iban a ser buenos”.

“A la par fui a la psicóloga de la facultad, pero al final todo lo achacaba a trabajáis mucho, tenéis mucho estrés. Yo veía que algo de eso había pero no me cuadraba. Ella me recomendó una psiquiatra de la privada y ahí fue subir los antidepresivos. He tenido tanta variación de medicación…”.

“Por un lado la medicación te sirve de muleta para apoyarte y por otro te angustia esa sensación de dependencia. Es verdad lo que te dicen, si te duele la cabeza te tomas una pastilla, ¿entonces por qué no vas a usar estas pastillas?”.

“La depresión tiene muchas cosas muy negativas, pero creo que la peor es ver cómo se te cae la vida a cachos. La vida que tú habías construido se desmorona y se te escapa todo de tu control. Al principio pensé que lo peor era perder amigos pero ahora creo que es lo mejor, perder esas supuestas amistades, te queda quien te quiere”.

“Mi psiquiatra dice que puedo tener un tipo de bipolaridad que se llama ciclotimia. Tengo picos alto y bajos. La racha de pico alto que recuerdo más larga fue el año pasado. Es tener una actividad mental desenfrenada, ideas, cosas que quieres hacer, un bullir. Es ridículo también, una noche me puse a cantar canciones de supermercados mientras hablaba con un amigo, te vienen mil cosas”.

“Los picos bajos son más comunes, ahora mismo estoy en uno desde hace un mes. Es igual de bullir de ideas pero todas negativas: autocrítica, no vales nada, eres una inútil y mucha comparación con los demás. He sido una niña superdotada y siempre me exigía muchísimo. Los picos bajos suelen equivaler a depresión”.

“Me gustaría que llegara el diagnóstico de bipolar porque si no tengo una etiqueta, ¿quiere decir que es un problema de actitud y por eso he acabado así? El diagnóstico también me ayudaría a saber qué puedo esperar en un futuro, si es algo que va a acompañarme toda la vida o si es un desequilibro químico puntual y cómo puedo enfrentarme a ello”.

El 6,7% de la población española tiene depresión.

Ingresos hospitalarios

“Ingresé tres veces en cuatro meses en plena pandemia. Las dos primeras fueron cinco días y la tercera catorce. El primero fue por autolesiones y el resto por ideaciones suicidas”.

“No nos dejaban salir de nuestras habitaciones por la pandemia, no teníamos televisión, pero nos dejaban leer. Teníamos unos ventanales enormes, que no se podían abrir, pero me sentaba en el escritorio a mirar e imaginarme la historia de la poca gente que había en la calle. Recuerdo que de merienda tomaba poleo menta. Miraba los árboles del parque y ahí ya empezaba a escribir. Quería ser un pájaro libre y no quería días buenos, quería que el día se sintiera como yo. Qué rabia”.

“Te voy a contar el segundo ingreso porque fue el que menos me sirvió. En cada ingreso te toca un psiquiatra distinto… Mi psiquiatra vino a decirme que no sabía qué hacía en un hospital ocupando una cama. ¿Cómo reaccionas en ese momento? Me sentí muy sola. Me dijo que me iba a quedar unos días hasta que se me pasaran las ideaciones suicidas y que le tenía que prometer que no me iba a autolesionar”.

“Te dejan todo bajo llave y solo te dan un pijama, que si tenías suerte encajabas”, dice riéndose. “Si no te tocaba uno de hombre grande… Recuerdo colorear mandalas. Colorear con plastidecor para no autolesionarte. Todas las habitaciones tienen cámaras salvo el baño, que tienes que pedir permiso para ir. Lo de las cámaras me desquiciaba un poquito, sentía como si me estuvieran estudiando, como si fuera un bicho raro. Al final me autolesioné con lo único que no me habían quitado: los pendientes. Creo que la desesperación te agudiza bastante los sentidos”.

“Cuando entras la primera vez piensas que tu salvación es el ingreso. Cuando ves que el primero no funciona, los siguientes los afrontas con más miedo que otra cosa. Al salir sientes muchísimo vértigo porque, por muy breve que haya sido, ha sido una burbuja aséptica y sales de nuevo a una normalidad. Vuelves a tener móvil y empiezas a ver mensajes acumulados, te preguntan ¿estás bien, qué te ha pasado? Uf, contestar a esos mensajes…”.

“Aparte de esa psiquiatra, todos los enfermeros, auxiliares y médicos pasan a ser tu familia en esos días y de ellos sí guardo muy buenos recuerdos porque me han ayudado mucho. Te intentan acercar un poco a la realidad, a la calma, que es fundamental es un hospital de salud mental”.

“Yo tenía la vida planificada por mí misma y esto te la rompe. No sé no cómo voy a despertar mañana, como para saber qué voy a hacer dentro de un año”.

Fotos cedida por Elena.

Depresión: autolesiones e ideaciones suicidas

“Una autolesión es infringirte daño. Toda autolesión es una adicción. Al principio muy poquito, después un poquito más y un poquito más hasta que ves más autolesiones que cuerpo en sí”.

“No es para llamar la atención. En mi caso es una falta de gestión emocional brutal. Necesitas que esas emociones, que no sabes ni etiquetar, salgan de alguna forma. No recuerdo las primeras autolesiones, recuerdo qué sentí después porque todas esas emociones se canalizan por el dolor y lo identificas mucho mejor, es como redirigir. Duele y ya no estás pensando en esa vorágine de pensamientos, ese ruido mental, que tenías antes”.

“Con mi anterior psicóloga aprendí el año pasado a identificar lo que sentía en cada momento, ¡eso es magnífico! Estoy triste por esto y además me genera rabia. En 2020 yo llegaba a la psicóloga y le decía me siento rara y no le sabía decir más”.

“Ideaciones suicidas tuve desde que empecé con los antidepresivos, pero cuando empiezas con las autolesiones lo ves más cerca, te ves más capaz. Uf, mis padres se turnaban para que no me quedara sola por temor a lo que pudiera hacerme… Es muy duro porque piensas que te estás cargando a tu familia”.

“Que se te venga a la cabeza tu cuerpo cayendo por el vacío y tu cara serena… por fin la paz. No quieres morir pero quieres que acabe todo ese dolor”.

Depresión: gafas empañadas

“Mi libro se llama Gafas empañadas, fue algo que me dijo la psicóloga de la facultad. No estás viendo la realidad tal y como es. Con la depresión lo ves todo como en un día de niebla muy densa, como si extendieras los brazos y fueras a tientas. No sabes si vas a tocar una mano amiga o acabar peor de lo que estabas. La expresión se ha quedado en mi casa, mi madre cuando me viene la autocrítica me dice te estás engañando, tienes las gafas empañadas”.

“De pequeña cuando me apetecía desahogarme cogía una hoja y escribía. Con la depresión las hojas se convirtieron en libretas. Había dejado la carrera, me sentía nini, cuando lo que estaba haciendo era luchar por mi salud mental. Me dijo mi psicóloga, reléete las libretas, ya verás como hay un antes y un después. Y sí que lo había. Fue bastante doloroso releerlas pero pensé que podía hacer la labor de visibilizar y de paso hablar de la incomprensión, de acabar con mitos como el de que quien se quiere suicidar lo hace”.

“Escribí con seudónimo: Begoña M. Ya he salido del armario en este sentido porque ahora parece que la salud mental está saliendo del armario. Joder, que la gente sepa lo que es la depresión”.

“Necesitaba un testimonio de no estás sola, no eres la única, evitar esa soledad. No es un libro de autoayuda, ni un remedio, es un grito de no estás sola, sola, sola. Es lo que necesité en su día y no tuve”.

“A raíz de publicar el libro se ha creado una comunidad de salud mental en Instagram, nos apoyamos, es no sentirte sola aunque tu cabeza te lo diga. La gente te escribe y te dice ¿puedo ayudarte? Eso me parece maravilloso”.

Tu peor enemiga y tu mejor amiga

“Ahora soy auxiliar administrativa en una agencia de viajes, no me desagrada. Hace un mes encontré un trabajo y a la semana me echaron. Desde ese momento toda esa autocrítica está a tope, por eso ahora estoy más bajita. En un mes empiezo un máster de creación de guiones audiovisuales, me gustaría centrarme en crear. Eso es algo muy bueno de todo lo que ha pasado, aprendes a ser quien realmente quieres. Antes era estudiante de ingeniería porque me lo había impuesto, no me había planteado nada más”.

“Últimamente me pregunto por qué a mí y no a ese gilipollas de por ahí. Me creo una buena persona y por qué me ha tenido que tocar. Me arrepiento si acaso de lo mal que me he tratado porque sí que he pedido ayuda, he tomado mi medicación, pero eres tu peor enemigo. Me atormenta no ser capaz de salir de la depresión, tengo miedo a no ser funcional, por ejemplo, a que me echen de un trabajo en una semana. Por un lado temo acabar con una discapacidad y a la vez me da esperanza. Temo porque parece que vales menos y me da esperanza porque te puede ayudar a no tener que adaptarte tú a una normalidad, a un ritmo que no es el tuyo”.

“Vergüenza mucha, conocer a alguien y que te pregunte a qué te dedicas cuando ni trabajaba ni estudiaba. Me he fustigado mucho con el tema de los estudios, ver gente con tres años menos que ya está trabajando de lo suyo. Para decir me estoy recuperando de una depresión hay que armarse de valor, pero hay que normalizar que no todas las vidas son iguales, que cada uno somos únicos, al final el ritmo de cada uno es como su respiración, cada uno tiene sus capacidades y aptitudes”.

“Me gusta pasar mucho rato con mi perro, siento que es de esos amores incondicionales. Últimamente me gusta ir a conciertos sola. El primer concierto al que fui sola fue de Queen, sin Freddie Mercury, y me lo pasé como una enana. Me gusta porque empiezo a disfrutar de mi propia compañía”.

“Me enfada que me den consejos sin tener idea, aunque sea con las mejores intenciones. Me sienta bien la escucha activa, busco solamente que alguien me escuche. Que me vean como lo normal, como alguien más”.

“He aprendido que es muy importante escucharse a uno mismo, tiene que ver con eso de no compararme tanto. Si no te escuchas estás muerto, me dijo mi psicóloga, y me impactó. Párate un ratito y escúchate, sopórtate a ti misma”.

“Mi sueño es ser feliz, saber disfrutar de esos pequeños instantes de felicidad, que me cuesta muchísimo. Me sale decirte que soy feliz pero es engañoso. Es como si fuera una felicidad intangible que está por ahí; no sé cómo es, no sé qué forma tiene, solo sé que a veces la tengo porque la sonrisa me sale de dentro, no es una máscara”.

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