“Ojalá no pueda celebrar bien los 40 porque cumplo en verano y eso significaría que estoy en París compitiendo”, dice con una sonrisa.
David Levecq Vives tiene 39 años y es nadador paralímpico. Nació en Francia pero a los 4 años se mudó a Valencia. “Ahora vivo en Barcelona. Hace unos años vine al Car (Centro de Alto Rendimiento) de Sant Cugat porque recibí una beca para continuar mis estudios y ahora sigo entrenando aquí pero no estoy interno, vivo en un apartamento”.
“Trabajo de entrenador en el Club de Triatlón Cerdanyola. Trabajo media jornada y lo compagino porque sigo compitiendo. También he trabajado de fisio, aunque me veo más encaminado por el tema de entrenador. Estoy en el último año de psicología y toda mi formación me hace tener un mejor conocimiento para ser mejor entrenador”.
“Nací con el pie equino-varo: el pie colocado para abajo, como en puntillas, y para adentro, una malformación. Es una posición incorrecta y no saben muy bien por qué. Cuando tenía unos meses me operaron y me recolocaron el pie”.
“Mi discapacidad es muy leve, pero para hacer deporte no tengo la movilidad del tobillo derecho, lo tengo prácticamente fijo. A nivel élite sí tienes un límite para competir con profesionales. Yo ya en la salida tengo una cierta desventaja. El pie es casi tres números más pequeño que el otro y es un rollo para las zapatillas, tengo que comprar dos pares. También llevo unas plantillas especiales”.
“Con el paso de los años se ha acrecentado la disimetría entre una pierna y otra. Se ha desarrollado la musculatura de rodilla para abajo, sobre todo los gemelos, y en la otra pierna no”.
“Cojeo un pelín pero no muy exagerado, no necesito bastón, muleta, nada. Descalzo cojeo un poquito más, pero mi discapacidad ha pasado bastante desapercibida. Hay gente que pensaba que tenía un caminar chulesco”, dice con una sonrisa.
Natación adaptada
“Yo era un niño muy inquieto y me gustaba practicar todo tipo de deportes. Empecé a competir, a hacer natación, con 10 años. Allí no había nadie con discapacidad y en un campeonato me vino alguien que conocía el mundo de la natación adaptada y me dijo si había pasado por unas pruebas que te hacen para ver tu nivel de afectación funcional y si puedes participar o no en competiciones paralímpicas. Fui a pasar las pruebas y desde entonces compito en la categoría S10. Hay diferentes categorías para competir en función de tu discapacidad y esa es una categoría específica para personas que tienen una lesión parecida a la mía”.
“Con 14 años fue la primera vez que fui a competir en adaptado y fue un impacto enorme. Fui a un campeonato regional y volví y le dije a mi madre: veo que la gente tiene unas afectaciones mayores que yo –amputaciones, sillas de ruedas–. No me veía allí, no me sentía integrado. No conocía a nadie y no me gustó la experiencia”.
“A mis padres les dije que no quería ir al campeonato de España aunque me había clasificado. Ellos me dijeron ve y pruebas. Y volví encantado… Compartí habitación con chavales de mi edad, hacíamos trastadas, hicimos amistades, fue increíble. Primero veía a un compañero que le faltaba una pierna y volví viendo a Paco, ya ni me acordaba de que le faltaba la pierna. La primera jornada fue impactante pero después dejas de ver las discapacidades y ves a los compañeros. Ahí se me quitó mucho la tontería que podía tener de la edad. Veía a gente con discapacidad notoria llevando una vida normal, superfelices y supermáquinas. Eso me ayudó mucho. Por ejemplo, Ricardo Ten, que luego se pasó al ciclismo. Se electrocutó cuando era niño y le faltan la mitad de los brazos y de una pierna. Hacía de todo, incluso iba a entrenar en bicicleta porque quería, porque también conducía, pero prefería la bici. Ver a alguien así es un ejemplo”.
Juegos paralímpicos: París 2024
“He estado en los juegos paralímpicos de Atenas, Pekín, Londres, Río y Tokio. Ahora tengo hasta el 15 de junio para lograr la mínima para clasificarme para los juegos de París. España en natación tiene veintidós plazas y todavía faltan doce por cubrir. Falta que esas doce hagan un tiempo mínimo. Yo me he quedado a dieciséis centésimas de esa mínima en los 50 libres, que es donde compito. Ahora tengo competiciones oficiales y tengo que lograr esa marca en una de ellas. Confío en entrar, para mí serían los sextos juegos”, dice con cara de felicidad.
“Aunque confíe en ir, no tengo una presión que quizás sí he tenido en otros juegos. Era la presión que me ponía a mí mismo. Yo ya me siento con una carrera deportiva muy larga y estoy satisfecho con todo lo que he conseguido: once medallas en mundiales y nueve en europeos. Voy a luchar por clasificarme pero si no voy, no pasa nada”.
“Llevo bastantes años en transición para cuando deje el deporte. Preparándome para que esa transición no sea tan abrupta. Es en lo que más pienso últimamente, en qué me gustaría hacer aparte de competir. Quiero dedicarme a hacer lo que me gusta: un trabajo vinculado al deporte y si es posible que pueda viajar. El dinero es importante pero no una prioridad”.
“Después de los juegos de Río 2016 bajé el ritmo de entrenamientos y compaginaba la competición con el trabajo de fisioterapeuta. Competí en el mundial, quedé tercero y ahí me reenganché porque volví a tener una ayuda y decidí ir a Tokio”.
“Es complicado ganarse la vida como deportista profesional paralímpico. Si eres medallista tienes un salario pero a partir de un quinto lugar mundial las ayudas son muy pequeñas. En mi caso tengo ayuda de la Comunidad Valenciana, lo que me ha permitido alargar mi vida deportiva. Y en Valencia hay ayudas, pero en otras comunidades no. También tengo la beca Iberdrola de estudios para deportistas. Tengo la parcial y estoy terminando psicología, que lo hago online porque si no, no me daría tiempo. Entreno unas veinticuatro horas de lunes a sábado. Tres días natación mañana y tarde, y tres días solo natación por la mañana. De preparación física hago tres o cuatro entrenamientos a la semana”.
“Es muy guay la experiencia paralímpica. En la villa es muy guay el ambiente para deportistas, imagínate un comedor donde caben miles del personas al mismo tiempo. Tokio fue muy descafeinado porque por la pandemia no había público. Nosotros estamos acostumbrados a tener poco público, pero en unos juegos te puedes encontrar una piscina con quince mil personas”, dice contento. “El ambiente es inolvidable”.
Valores para toda la vida
Cuando le pregunto qué es el deporte para él se le ilumina a cara. Sonrisa de oreja a oreja. Radiante. Nada de lo que diga llegará al nivel de felicidad máxima de su expresión en este momento.
“El deporte para mí es un placer, me gusta esta vidilla. Tiene momentos duretes pero vale la pena el esfuerzo. Sé que no voy a competir profesional toda la vida, pero tengo tres medallas en juegos: en Atenas dos platas y en Pekín otra plata”, dice orgulloso.
“Es muy típico decir que el deporte es un estilo de vida, pero es así. También es una enseñanza de valores que no he sido consciente hasta que he sido más mayor. Cuando estás inmerso en el aprendizaje no eres consciente. Yo era gamberrillo, pero cuando de verdad tenía algo por lo que esforzarme y luchar, yo mismo me automatizaba porque quería seguir viviendo esa vida, viendo a mis compañeros. Constancia, superación, esfuerzo. He tenido muchas decepciones y me he vuelto a levantar. He aprendido”.
“Me gustaría seguir vinculado al deporte porque aprendes valores que te sirven para el resto de la vida. Cuando logras tu objetivo es un aprendizaje, ves que al final vale la pena y se extrapola a otros ámbitos de la vida. He perdido más veces que he ganado, pero vale la pena perder por una vez que ganas. Valen la pena las derrotas que has tenido antes. A veces la medalla es el valor que tú le das. Ahora que se habla de salud mental, hay quien vuelve con una depresión de unos juegos por ganar la plata porque quería el oro”.
“A nivel deporte paralímpico profesional se ha avanzado bastante y la gente ve que también es deporte de alto nivel, que no es deporte social. Si para todo el mundo el deporte es beneficioso, para alguien con discapacidad más por esa parte social, por poder relacionarse. Pero una cosa es el deporte social y otra el competitivo y el de alto nivel, que es el paralímpico. En general cada vez está más profesionalizado a nivel mundial y España no puede quedarse fuera. Y si dejas de invertir, te quedas fuera”.
“Siempre se dice que la natación es un deporte individual pero yo entreno con mis compañeros. No estoy solo. El amor debería tener un papel muy importante, necesitamos querer y sentirnos queridos. Tengo una pareja que me apoya en todo y yo a ella. Ella tiene también su pasión: el baile. Soy feliz, no tengo miedo. Afronto la vida con optimismo y preparado para lo menos agradable, que también llega. Pero hay que disfrutar de las cosas buenas que tenemos. Me gustaría que me vierais como una persona apasionada por el deporte que ha trabajado y luchado por cumplir sus sueños”.
“A mí la discapacidad no me limita. Tengo compañeros que les falta un trozo de brazo pero lo pueden hacer todo igual. Para algunas cosas necesitan más tiempo, pero lo hacen. A mí la discapacidad me ha abierto puertas, ha sido una manera de conocer gente impresionante que ha sido inspiradora. Gracias a eso la discapacidad ha sido mi forma de vida. Contar nuestras historias puede ser inspirador para otras personas, por eso hago esta entrevista. No me gusta tener excesivo protagonismo, pero que se hable de deporte paralímpico es importante”.
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