Historias cotidianas que solemos ignorar

Salud mental

Ansiedad social: miedo extremo en situaciones cotidianas

Lucía Velázquez tiene ansiedad social: miedo extremo en situaciones cotidianas

“En realidad a mí me gusta mucho hablar de estas cosas, lo que pasa es que aún me cuesta un poco”, me dice sonriendo cuando terminamos nuestra charla. Antes de quedar nos comunicamos por WhatsApp: texto y audios. Nada de llamadas. Lucía Velázquez tiene 24 años, es de Manises (Valencia) y tiene fobia social.

“Si estuvieras en Valencia habría sido un problema pero habríamos hecho esta entrevista en persona y no por videollamada. En realidad la videollamada también me genera ansiedad, aunque me lo he trabajado bastante en terapia y ahora mismo contigo tengo muy poca. Llevo dos años de trabajo para estar así hoy y además me apetece mucho hacer esta entrevista”, dice sonriendo. “Antes de empezar y los primeros minutos tenía un nivel de ansiedad alto. Es la ansiedad anticipatoria, que es lo que más afecta a mi vida. Esta mañana he anticipado esta entrevista al levantarme, pero antes era más frecuente que estuviera una semana, dos o incluso meses anticipando algo que iba a vivir y sientes esa ansiedad como si estuvieras viviendo ese momento. Estar ahora contigo con un nivel de ansiedad bajo es algo que me hace sentir muy bien porque me doy cuenta de todo lo que he superado y eso es la mejor sensación que he experimentado en mi vida”.

“Y bueno, además de la anticipación también está que muchas veces cuando se produce la situación pienso en cómo lo he hecho y mi mente empieza a buscar fallos, a darle vueltas. También lo estoy trabajando en terapia para que no interfiera tanto en mi vida”.

Fobia social o ansiedad social

“No me gusta decir fobia social, prefiero ansiedad social porque creo que fobia social no se entiende bien, que a la gente lo primero que se le viene a la cabeza es que te dan miedo las personas o que no te gusta estar con personas y no es eso. La ansiedad social implica muchas situaciones. Por mi experiencia llega a ser tan compleja que no se puede definir simplemente diciendo el miedo a las interacciones sociales porque a mí me puede dar miedo hablar con un desconocido pero también hacer cosas delante de otras personas como conducir. Me he sacado el carnet hace poco y he tenido muchos problemas de ansiedad social no por conducir, sino porque el profesor estuviera al lado mirándome”.

“La ansiedad social es un miedo extremo en cosas muy cotidianas que al final es la ansiedad y te trastoca mucho”.

“Yo tengo problemas con juegos de mesa tipo Trivial, por ejemplo. Lo estoy trabajando, tengo miedo a decir algo ridículo y que alguien pueda pensar que soy tonta o inculta. El tema del teléfono lo he trabajado mucho pero sigue costándome, prefiero WhatsApp aunque ahí también tengo ansiedad social, pero menos. Otro problema es el de las citas románticas. Ahora lo de conocer gente en el sentido amistad lo llevo bien, pero en el sentido algo más me resulta muy complicado. Como te decía lo paso muy mal antes de la cita y ese pasarlo mal es lo que afecta a mi vida. Mi psicólogo dice que soy una gran anticipadora y no como un piropo”, dice riéndose.

“Con la ansiedad tiendo a aislarme, pero entonces lo que haces es tener la ansiedad y destrozarte el estado de ánimo. Se me quitan las ganas de estar con cualquier persona y estoy muy irritable”.

“La ansiedad social limita mi vida, la gente a lo mejor no es consciente pero se pasa muy mal”.

–Si te digo relaciones sociales, ¿qué es lo primero que se te viene a la cabeza?

–Puf, lo primero que me viene es malo porque me lo han hecho pasar tan mal. Aunque ahora no esté en ese punto pero es algo que queda ahí.

“Hoy tengo amigos de los primeros cursos de la ESO y con ellos estoy muy cómoda. Tengo amigos más recientes y si tardamos un tiempo en vernos prefiero que nos veamos en grupito que no con una persona sola. Para mí el tema de conocer gente nueva ha sido muy complicado durante años y ahora no gracias a la terapia. Actualmente disfruto, pero si es gente que no es tan amable conmigo, no”.

Según el Manual MSD, la fobia social afecta a alrededor de un 9% de mujeres y a un 7% de hombres.

«De una sesión de fotos donde mostré esa parte de mí indiscreta y atrevida que estaba oculta por la ansiedad social». Foto cedida por la protagonista

Timidez: me creí que era tímida

“Yo pensaba que era timidez. Toda la vida me lo han dicho familiares y amigos y me lo creí. Lo veía muy exagerado, desde siempre he notado que hay cosas que dices ¿y esto? Que mi padre me dijera ve a comprar el pan… pero aun sí me lo creí, me autoconvencía con lo de la timidez. Pero luego lo piensas y dices es que no puede ser, que es ir a una tienda a comprar un pan”.

“En la universidad tuve muchos problemas para hacer amigos y no sabía que era por la ansiedad social. Estudié Educación Social. Me sentí sola, es de las peores consecuencias que tiene la ansiedad social. En el cole tenía un par de amigos, los menos populares, y en el instituto muy bien porque tengo una hermana melliza y ella se encargó de hacer amigos por las dos. Lo que siempre ha sido un problema ha sido participar en clase y los exámenes orales ni te cuento. Me preguntaban, me lo sabía y no respondía. Una profesora en la universidad me decía pero participa, que no es tan difícil. Para mí era imposible y da rabia porque sabes lo que tienes que decir”.

“Empezar a trabajar también fue complicado porque había mucha ansiedad social. Mañana empiezo un trabajo nuevo y estoy un poco ahí pero lo llevo mejor. Empezaré mi primer trabajo como educadora social en una asociación de discapacidad; empecé como voluntaria y me han contratado. Si pasa el tiempo y los compañeros y compañeras son majos se me pasa antes la ansiedad social. La cosa es que tengo ganas de empezar porque por fin es trabajar de lo que he estudiado, pero a la vez no tengo ganas por la ansiedad social”.

“Cuando no sabes lo que es la ansiedad social te crees lo de la timidez, por eso intento visibilizar la ansiedad social; es importante que la gente conozca. Dejé de creer que era tímida hace dos años en un viaje a Polonia con mi familia. En un hotel rellené la hoja de registro y al ponerme a escribir, como me estaba mirando la de recepción, me temblaba la mano y escribí como un niño pequeño. Esto ya me había pasado antes pero no con tanta intensidad. Ahí fue cuando dije esto no puede ser normal y puse en Google lo que me había pasado y me salió la ansiedad social. Empecé a leer y dije soy yo. Fue un alivio pero a la vez fue como ostras, no soy tímida y nada más. Me agobié tanto que hice clic, llegué al límite: no quiero seguir viviendo así, no puede ser que se me arruinen las vacaciones por esto. Allí mismo busqué un psicólogo por internet, cuando volví a España me diagnosticó y hasta el día de hoy”, dice sonriendo.

Exponerse a la ansiedad social es muy difícil y este es el homenaje a esta ardua tarea: una madalena tatuada. Foto cedida por la protagonista

Ansiedad social: proceso de recuperación

“La ansiedad social se puede llegar a superar, aunque es cierto que según el caso puede costar bastante. He ganado mucho desde que estoy mejor, como la independencia, el poder hacer lo que de verdad me apetece: ir a una tienda a preguntar algo, ir sola a merendar a una cafetería, salir de fiesta. Me gustaba lo de ir a merendar pero no lo hacía porque era pedir un café y luego que la gente te mirara y tú creyendo que estaban pensando mírala, está sola. Y lo de irme de fiesta, antes decía que no me gustaba bailar, pero sí que me gusta, el problema es que antes me daba ansiedad social, pero ahora lo hago y lo disfruto. También me apetece mucho viajar sola, pero eso todavía no lo he hecho. Mis hobbies de toda la vida siempre han sido muy solitarios: leer, pasear sola, ver series. Con el confinamiento estaba muy a gusto, te puedes imaginar, no tenía que hablarle a un vecino ni nada”, dice sonriendo.

“Mis reflexiones tienen mucho que ver con la ansiedad social porque ha marcado mi vida desde pequeñita. Me he dado cuenta de que tenía unas etiquetas de callada, discreta pero no soy tan así. A mí no me gusta tanto la discreción, mira mi pelo rosa”, dice señalándose la cabeza. “Siento que estoy descubriendo otra parte de mí, que hay una parte importante de mi vida que ha estado tapada por la ansiedad social y ahora está saliendo y me gusta”.

“Me gustaría hablar de mi proceso de ir superando la ansiedad social porque llevo dos años y todavía no ha acabado. Es un camino muy difícil pero tiene momentos tan bonitos, tan satisfactorios, que hace que merezca la pena seguir. Es duro, puedes estar dos semanas probando a hacer llamadas de teléfono y conseguir hacerlo bien, pero luego, de repente, otra vez problemas y es muy frustrante porque es como volver a empezar. Esto es importante que se sepa, exponerte a la ansiedad social es muy difícil”.

“Tengo un tatuaje relacionado con una terapia de exposición a la ansiedad social. Se trataba de exponerte a algo que te da muchísima ansiedad: ir a una tienda de ropa y pedir una madalena como un ridículo máximo. Lo hice y me ayudó mucho, fue muy importante. Así que tomé la madalena como símbolo de lo que soy capaz de hacer y me la tatué”, cuenta orgullosa.

“Al final siempre me he sentido incomprendida por todo el mundo en mayor o menor medida, incluso por mis hermanas. Puedes explicar pero quien no lo vive es muy difícil. En la asociación AMTAES me ha ayudado mucho hablar con gente que lo tiene y que de verdad lo entiende. Hemos hecho grupitos de gente con fobia social y hacemos exposiciones a la ansiedad social entre nosotros. No es solo juntarnos para lamentarnos y desahogarnos, sino ayudarnos a avanzar. Dentro de poco voy a quedar con unos cuantos para jugar a juegos de mesa… Conocer AMTAES ha sido dejar de sentirme como un bicho raro, dejar de sentir que soy la única persona a la que le cuesta abrirle la puerta al de Amazon. Ahora llevo mejor lo de que llamen al timbre de casa, pero sigue ahí. Solo con eso se te descuadra el día, que podía estar siendo bueno, pero algo así te lo descuadra entero. La ansiedad es superior a abrir la puerta y luego me siento mal por no haberla abierto. Para mí antes era un problema solo decir los números del DNI al repartidor”.

“Es importante que la gente intente entender y que no te digan que es una tontería. Ayudar es complicado porque es el equilibrio de no presionar pero a la vez si vamos a pedir una pizza y siempre llamas tú, no me ayudas. En general es estar ahí cuando la gente te habla de cualquier problema de salud mental. Yo te escucho, aunque no te entienda del todo, y te creo. Yo he llegado a tener el estado de ánimo muy mal a raíz de la ansiedad social”.

“Igual no hace falta hablar siempre de sueños, yo no aspiro a gran cosa, lo que quiero es seguir trabajando el tema de la ansiedad, tener una vida sencilla y estar a gusto, disfrutar de lo que hago. También quiero seguir profundizando en las relaciones sociales que me interesen y seguir dando voz a este problema. Me gustaría que me vieran como una persona que detrás de la ansiedad social, aunque no soy el alma de la fiesta, tengo mucho que ofrecer como cualquier otra persona. Si dejas hablar a una persona con ansiedad social, igual te sorprende lo que tiene que decir”.

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