“No te das ni cuenta de que sufres violencia de género, pero hoy no vivo con miedo. Si lo he visto alguna vez –a su exmarido–, he levantado la cabeza. Antes sí bajaba yo la cabeza, pero ahora no”, dice Alfonsi bien erguida.
Alfonsi Villar Gómez es de Madrid y acaba de cumplir 70 años. Durante décadas ha sufrido violencia de género, aunque ella no lo ha sabido hasta hace unos pocos años.
La primera vez que vi a Alfonsi fue en un escenario. Ella y otras mujeres de distintas edades y procedencias protagonizaron (In)Visibles, un proyecto de Move, arte para todos. De la mano del teatro y la danza contemporánea estas mujeres compusieron una pieza sobre la violencia de género. Fue absorbente. Aquello no era una obra basada en hechos reales. Aquello era real.
Violencia de género, un par de golpes
“Yo con 10 años ya estaba trabajando. Primero limpiando una droguería, luego en una fábrica de quesos, que me ponían un taburete para que me subiera porque no llegaba; luego en una imprenta, luego en un colegio de niños deficientes” y suma y sigue. La madre de Alfonsi la sacó del colegio para que cuidara a su sobrina. “Yo nunca tuve una muñeca, tenía una sobrina”. Con 13 años Alfonsi se convirtió en novia del que sería su marido. Se casaron cuando ella tenía 16, “no conocí a otro”.
Alfonsi habla de forma sosegada . No hace muchos gestos aunque su manera de estar transmite energía. Una energía serena. A Alfonsi su marido le pegó dos veces. La primera “estaba dándole el pecho a mi hijo de tres meses. Yo tenía 18 años y vivíamos en casa de mi suegra. Me cruzó la cara delante de más gente porque según él había levantado la voz a su madre. Nadie dijo nada, mi suegra estaba acostumbrada. Lo más bonito que le decía mi suegro era puta. Me fui. Dejé a mi niño en medio de la cama, con las almohadas puestas alrededor para que no se cayera, y le puse la cara a mi marido como un cristo. Le dije que si me salía marca y me preguntaba la gente, yo iba a decir la verdad, que me había pegado”.
Alfonsi cree que esa reacción lo frenó. Sin embargo, le pegó una vez más. “Siendo yo jovencita le pedí permiso para ir a una reunión que se alargó y llegué a las 22:00. Me abrió la puerta y zaaas”, Alfonsi hace un pequeño gesto con la mano como si diera una bofetada. “Ese día no le dije nada, solo por qué, y te callabas para no discutir. Son las dos veces que me ha pegado. Alguna vez le escuché decir: una vez le di una hostia y estoy arrepentido”.
Para Alfonsi el problema no es que te peguen, “hay tantos golpes que te dan y esos no se ven y te anulan totalmente”.
Violencia de género: más que golpes
“No te muevas, no chilles, no te levantes… y lo peor de todo es que nunca te lo dicen delante de nadie. Siempre en tu casa. ¡Dónde vas, cámbiate! ¿Piensas salir así?”. Lo primero si se había arreglado y él no aprobaba el modelo elegido. Lo segundo si no se había arreglado lo suficiente. “Disfrutábamos en el campo y como yo mirara donde no debía, al llegar a casa la fiesta se había ido al garete por los celos que tenía. Tuve que dejar un trabajo porque según él estaba liada con todo el mundo”. Alfonsi recuerda una época en la que le dio por decirle que se había liado con su cuñado. “Y luego lo veías tan feliz con el otro. Y yo le decía, ¿por qué no se lo preguntas a él –al cuñado– en vez de a mí?”.
“Con mis hijos me ayudaba. Me ayudaba a barrer y a limpiar, y preparaba la cena. De lo poquito bueno que había luego te lo cobraba y te lo fastidiaba. En realidad me estaba comprando y yo no lo veía. Reñíamos, pasábamos por una joyería, veía unos pendientes que me gustaban y él me los compraba”.
Cuando sus hijos eran mayores y ya no vivían en casa Alfonsi optó por pasar el mayor tiempo posible en el trabajo. “Me quedaba para no estar en casa porque sabía que todo era una bronca”. Trabajaba entonces en una residencia de ancianos y se ofrecía para quedarse más horas de las que le correspondían.
“Ahora dices qué gilipollas fui, por qué lo consentí. Una vez que aguantas las primeras…”. Alfonsi recuerda cómo alguna vez, con un cuchillo en la mano y apoyado en la mesa, le decía: ‘Yo lo que tenía que haber hecho…’. “Yo tampoco entiendo haber aguantado lo que aguanté, hoy en día no lo habría aguantado. Llegabas, te daba un abrazo, te decía cuatro cosas y volvías a ceder hasta la próxima”.
–¿Te imaginaste alguna vez siendo víctima de violencia de género?
–Nunca. Es más, yo no pensé que eso era violencia, pensé que eso era cosa de pareja. Lo veía normal.
El silencio de la víctima de violencia de género
“Nunca lo hablé con nadie. Yo creo que ese es el problema. Encima sentías como vergüenza, te culpabas, a lo mejor estoy haciendo algo mal. Y ocultar eso ha sido ocultarme yo y meterme en un infierno, porque tú sola te vas matando. Te da miedo hablar, te aíslas. Te vas encerrando cada vez más en ti, te vas retirando de tus amigos. Todo por no discutir, hasta que te ves aislada totalmente. Te da rabia porque has callado por no ir a más. Solo ves que cada día estás un poco más anulada, que te va comiendo más terreno”.
Alfonsi tampoco habló nunca del tema con sus hijos “para evitar que estuvieran en el conflicto. Me arrepiento de no haberme sentado a hablar con ellos, lo hacía por evitar que se enfrentaran y tuvieran nada en contra de su padre. Cuando te das cuenta dices: ¿te ha merecido la pena callar tanto? Yo sí debería haber hablado desde el primer día y quizás mis hijos estarían a mi lado”. Alfonsi es madre de dos hijos y una hija. Solo tiene buena relación con su hija, con sus hijos no tiene ningún trato.
Alfonsi tiene problemas de salud desde hace años, cuando todavía estaba casada. Lleva bastón “porque pierdo mucho el equilibrio”. Anda ligera y le gusta ponerse a prueba. Está contenta porque su situación ha mejorado, hace unos años iba con andador. La han operado tres veces de columna y tiene una prótesis de rodilla. “La cadera está a punto de romperse”, al menos eso le dijo el médico. “Llevo seis meses esperando a que se me rompa”, dice con cara de resignación.
Ella siempre iba sola al médico. “Mi marido me acompañaba hasta la ambulancia y luego me decía que tenía mucho rollo con ellos…”. Como para no tenerlo. “Estuve un año yendo con ellos, con los chavalillos. Me hacían chistes para que no me sintiera sola. El médico de traumatología me decía: ‘a usted no la va a matar la enfermedad suya, la va a matar lo que tiene usted en su casa’. Y me preguntaba ‘¿a usted no la acompaña su marido al médico?’. Una mujer recién operada y me veía siempre sola con mi andador”.
Los problemas de salud fueron un primer punto de inflexión en la vida de Alfonsi. “La primera vez que dije no empezó mi libertad. Yo siempre cedía, poco o mucho –en el terreno sexual–. Hasta que un día, estando ya enferma, dije que no. Ahora sé que yo no he disfrutado de un hombre, yo no sé qué es eso”.
Violencia de género: la situación económica de la mujer
Alfonsi se separó en “2008, me parece”. El segundo punto de inflexión fue su hija, su voz. El padre de Alfonsi había fallecido y ella llevaba sus cenizas al pueblo. “Me llevó mi hija y según subíamos, me dijo: ‘Mamá, ¿hasta cuándo vas a esperar, hasta que te mueras?’. Jamás, nunca habíamos hablado del tema. Me callé”.
Al día siguiente Alfonsi ya estaba dando pasos para cambiar su situación. Los Servicios Sociales la derivaron a la Federación de Mujeres Progresistas para tratar su situación familiar. “Ayudadme, ya no puedo más”. Eso fue lo que dijo Alfonsi cuando llegó a la federación. “Yo creo que tuve que caer enferma para darme cuenta de todo lo que era la vida y de las cosas. Llegué a la federación y dije que yo no era una mujer maltratada y que pensaba que jamás me iba a separar. La psicóloga me dijo que estaba para ayudarme y no para que me separara”.
Pero el tiempo pasó y Alfonsi se separó. “Que es duro, pues sí. Y ahora qué voy a hacer, pensaba”. Una jueza dictaminó que la casa familiar fuera un año para Alfonsi y otro para su exmarido. Y así fue durante cuatro años. “Él con 1.900 euros y yo con una pensión de 348, no se me olvida porque estaba de baja. Me concedieron la ley de dependencia, de aquella iba con un andador. 348 y pagaba 400 de casa cuando me fui. Menos mal que soy una hormiguita y en una bolsita encima del armario tenía 3.000 euros y fui pagando de ahí el primer año la vivienda de alquiler porque la cuenta que teníamos era común. Económicamente me quedé hecha una mierda, pero no me arrepiento de lo que he hecho”.
De lo que sí se arrepiente y le duele profundamente es de no tener relación con sus dos hijos. Alfonsi no sabe porqué. Dejaron de hablarse, de ahí pasaron a felicitarse los cumpleaños por mensaje de móvil y de ahí a no tener ninguna relación. “Me hubiera gustado saberlo. Algo tuvo que decirles el padre porque yo nunca les dije nada. Pero bueno, qué he hecho yo, qué mal les he hecho, si lo único que he hecho ha sido el bien. Me están castigando, sin preguntarme, sin decirme. Que aunque no quieran saber nada, que al menos me digan por qué no. Pero bueno. Tampoco hablan a su hermana, supongo que será porque tiene relación conmigo”.
Una nueva vida con la Federación de Mujeres Progresistas
Además de recibir terapia en la federación, Alfonsi ha hecho y hace distintas actividades. “Empecé con los talleres de TIC –nuevas tecnologías– porque yo nunca he hecho nada de eso. Yo buscaba las letras en el teclado, luego en el libro y me perdía. Ahora voy tiqui tiqui tiquiti ti, ¿tú sabes lo que es estar mirando el libro y escribir a la vez?”, cuenta Alfonsi orgullosa y sonriente mientras hace que escribe en un ordenador con un libro al lado. “Me siento a gusto conmigo misma. Me gusta que me digan las faltas de ortografía porque me sacaron del colegio tan pequeñita”. Alfonsi ha encontrado en la escritura un acompañante liberador. No solo escribe a ordenador, también lleva encima papeles para ir escribiendo todo lo que se le ocurre. Empezó a escribir por consejo de su psicóloga y desde entonces no ha parado. “Eso me ha ayudado a sacar muchas cosas”.
Alfonsi también ha hecho “talleres de salud, de sexualidad, de autoestima, de autocuidado, nos enseñan a quererte a ti misma. También risoterapia, relajación…”. Hasta que llegó la oportunidad de hacer (In)Visibles. “La danza me ha trasladado a otro mundo. Me he sentido viva, feliz, ilusionada. He disfrutado mucho. Parece mentira que a través de la música y la danza se pudiera sacar tanto de dentro una persona. Y algo que hicieron fue no hacerme sentir diferente a ninguna otra aunque era la mayor”, dice mientras empieza a llorar en silencio. “Por mi edad pedí que me cambiaran de grupo, pero no lo hicieron. Les dije: entonces ponerme donde no estorbe”. Pero tampoco lo hicieron. “Es que yo no me podía doblar por mi columna”. Entonces Alfonsi intentaba sacar su rabia en escena haciendo gestos con las manos y brazos, como me muestra ahora. Y lo consiguió. Y también consiguió doblar su cuerpo más de lo que había previsto.
“Viviendo lo que estoy viviendo, habiendo adelantado lo que he adelantado –del andador al bastón–, no quiero vivir lamentándome, yo voy a vivir el momento. Porque bastante he vivido en un puño”, dice mientras cierra la mano. Si se hubiera puesto barreras por su salud “no habría podido hacer el teatro”. Su médico le dice que ande, que ande, que se mueva. Así que ella un buen día le dijo que estaba haciendo danza. “Una de las veces que me vi dando vueltas sobre la moqueta dije ¡dios mío, qué estás haciendo! Te lleva a otro extremo. Yo no voy a vivir con ese miedo. Voy a vivir el día a día lo mejor que pueda”.
Violencia de género y otros tipos de maltrato
Alfonsi también ejerce como voluntaria en la federación. Habitualmente colabora en un taller de literatura y también da charlas sobre violencia en residencias de mayores. Cuando trabaja con las mujeres jóvenes “les digo que tienen que intentar aprovechar todas las ayudas que nos están dando. Si yo en mi tiempo hubiera tenido todas estas ayudas, toda la información que están dando ahora… Si quieres, te ayudan. Yo no tenía herramientas ni información. Aprovechadlo todo, les digo, porque se puede salir. Cuesta, pero que te agarren, que te den un apretón de manos, que te escuchen. Yo es lo que he echado de menos, que me escuchen, que me pregunten el porqué. A veces solo con una mirada te hacen sentirte mejor. No te van a quitar el problema que tienes, pero te hace sentirte mejor y eso lo recalco mucho. El que yo me haya separado no tiene que ver con que todas las mujeres se tengan que separar. El que yo no lo haya podido arreglar no quiere decir que tú no puedas”. Una amiga pidió ayuda a Alfonsi y ella la mandó a la federación. “Ella ahora está feliz con su marido, lo arreglaron. Quizás si yo hubiera tenido a alguien que me hubiera asesorado, a lo mejor se hubiera podido solucionar”.
Lo habitual es llegar a la federación con muchas dudas, vergüenza, miedo. Alfonsi siempre cuenta a las mujeres cómo llegó ella. “Yo llegué con un andador y dije: ponerme donde no estorbe –la misma frase que años después dijo en danza–. Fijaros cómo yo venía. Cuesta abrirse, nos ha pasado a todas”.
Cuando Alfonsi visita las residencias de ancianos también habla del maltrato que ejercen los hijos sobre los padres y del maltrato que ejercen algunos cuidadores en los centros de mayores. “Les digo que no debemos de callarnos aunque seamos mayores. Y cuando digo esto en una charla y los miro, veo que bajan la cabeza y asienten. Y eso así”, dice haciendo un gesto con la mano que refleja la cantidad de veces que ella ha presenciado y presencia abusos.
Violencia de género y después qué
“Yo nunca denuncié a mi ex. Qué vas a denunciar, si vas con un moratón y no te hacen caso. ¿Qué le digo, que mi marido me dice que soy una puta y que estoy liada con uno? ¿Te van a creer? Eso son los golpes que te van anulando poco a poco, que te van matando y llegas a pensar qué pinto yo en esta vida”. Alfonsi pensó en suicidarse, pero “vi una foto de mi hija y pensé que qué panorama le dejaba”.
“La violencia de género es un calvario, un infierno que lo vives en silencio porque tienes miedo a que duden de ti o que te digan que tú eres la culpable. Pero hoy yo no me siento culpable, solo de no haber tomado una decisión antes y de habérselo ocultado a mis hijos. A veces digo que no he sido una buena madre en ese sentido”.
Alfonsi cree que la violencia de género no va a acabar nunca. “La tienes en muchos sitios y siempre van a intentar taparlo. Además hay poco castigo. Cuesta tan poco matar a una mujer, salen pronto de la cárcel por buena conducta. Como la sociedad no ponga un poquito más de hincapié y cuide un poquito más a las mujeres… A mí la gracia que me hace que me digan que son enfermos. Enfermos de qué”. Pocos días antes de hablar con Alfonsi fue asesinada la mujer número 1.000 desde 2003 que se empezaron a contar a las asesinadas por violencia de género.
Para Alfonsi ha pasado tiempo desde que empezó una nueva vida y tomó conciencia de haber sido víctima de violencia de género. “Sigo diciéndome que quiero vivir sin rencor porque yo sé que ese rencor me hace daño”. Pero solo lo consigue algunas veces. Vive en una casa que compró cuando su exmarido y ella vendieron el hogar familiar. “Vivo sola. Durante el día vale, pero una vez que llega la noche y cierras tu puerta eso es… Es duro. Ahora tienes tus amigas, intentas vivir. Tienes la federación y allí me siento querida, me ayudan en todo lo que pueden, pero cuando tú cierras la puerta de tu casa… Intentas no pensar en todo lo demás, en por qué no tienes a tus hijos y eso duele”.
Alfonsi vive en una situación precaria. Tiene más de 400 euros de gastos fijos y una pensión de 648 euros. Su exmarido no le da ningún dinero, la jueza que dictó que se turnaran la casa un año cada uno dijo que “si me sabía administrar, podía vivir desahogadamente”.
“A mí me ayudan los de los alimentos, el banco de alimentos”. A Alfonsi le cuesta mucho ir a buscar la comida. El motivo es que siempre ha sido y es ella la que ayuda a los demás. Cuando le llega la comida la comparte con las personas que hay en su entorno que también necesitan ayuda. Dice que nunca se queda la cesta para ella sola. Ahora tiene el pelo muy largo, pero está a punto de cortárselo. “Soy donante de pelo para que hagan pelucas a las mujeres con cáncer. Ahora mismo en mi situación no tengo otra cosa para donar, así que eso es lo que doy”. Alfonsi se siente querida por las amigas que ha hecho en los últimos años y por su entorno en la federación, aunque a veces dice no a tomar un café por su situación económica. “Si digo que sí, sé que me van a invitar, y yo no quiero que me inviten siempre. Por eso hay veces que digo que no, por no gastar”. Esas amigas “me hacen sentirme que estoy viva, que puedo hacer algo como las demás”.
Alfonsi sabe que inspira pena a algunas personas, pero ella no quiere que la vean así. Tampoco soporta que la juzguen. “Me gustaría que me vieran como una mujer normal, una mujer libre que puede ir donde quiere”. Contando su historia desea poder ayudar a otras mujeres. Pero si hay algo que desea por encima de todo son sus hijos. “Para estar plena necesitaría poder hablar con mis hijos, pero creo que no lo voy a tener nunca. Te acostumbras a vivir con ello, pero no lo vas a olvidar nunca. Yo sueño que algún día mi nieto viniera y me preguntara: abuela, por qué desapareciste de mi vida. Haber dejado de verle no es haber dejado de quererle, pero siempre es el silencio. Me gustaría chillar a los cuatro vientos el porqué. Por qué dejasteis de necesitar a vuestra madre. O quizás sería por qué yo ya no valía. Aunque crea que los he perdido, yo nunca dejaré de quererlos, y aunque ellos no me quieran, siempre serán mis hijos”.
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Rosario Zuñiga Pastor
Eres una valiente, eres la precursora de la liberacion de tantas,ataduras fisicas y psicologicas de.muchas mujeres que por el simple hecho de ser mujer, o ser.madre tenuan que aguantar, el sufrimiento ,
Bueno ahora te toca ser tu misma, ve la belleza amiga en cada cosa que veas ,la vida es hermosa, trata de no mirar atraz cuando te.llegue pensamiento s negativos, , hoy reinas tu Alfonsi, Que Dios te bendiga,
Alfonsa villar
Muchas gracias, es grato saber que se nos escucha algunas veces,para darte cuenta de que hay siempre personas que te tienden una mano,yo hoy me siento muy aropada, porque he encontrado muy grandes amigas que estan a mi lado,asi como grandes profesionales de la Federación de Mujeres Progresistas, que en su día me tendieron una mano amiga, que me han ayudado a seguir adelante con mi vida, ahora me siento libre y al mismo tiempo feliz, pero mi felicidad no es completa, porque no tengo a mi lado a mis dos de mis tres hijos ni a mi nieto, pero quiero seguir adelante luchando por mi livertad y la de tantas otras mujeres, que como yo estan en la misma situación que yo estuve , hoy soy voluntaria de la F. M. P. y me siento feliz, compartiendo mi tiempo con otras mujeres. Gracias por estar hay.
Simón Villalobos
No es justo que exista tanta desigualdad de oportunidades. Tanto sufrimiento en la vida de las mujeres que no hace mella ni en la propia familia. El sometimiento, el abuso, los golpes y, todas las formas de violencia son solapadas por la sociedad y por sus normas. Ayudar a las mujeres a que se den cuenta que no deben tolerar ningún tipo de Violencia, no es suficiente. Es insuficiente . Esta acción sólo sirve para hacer visibles a las víctimas. Pero el problema sigue presente, porque el violento sigue existiendo y continua reproduciendose. La sociedad sigue fabricando golpeadores, carentes de sentido común, responsabilidad y respeto. Inconscientes de su origen.
El problema está en Europa, Sudamérica y, en todas las regiones.
Educación, inculcar principios de vida es una tarea necesaria. Pero no esperemos a que un gobierno empiece o, alguna institución. Muchos ya empezamos. Primero reflexionando y luego en casa, luego con los círculos cercanos.
Alfonsa villar
Muchas gracias Simon, siempre es bueno recibir unas palabras de apollo, mas cuando ves que son de un hombre,necesitamos muchos hombres como tu, que reconozcan que la violencia exisiste, que la sociedad y los politicos deben de ponerse manos a la obra para frenar esta injusticia, gracias por tus palabras
Santiago
Alfonzo eres un ejemplo de superación. Es muy triste ver este país con tantos maltratadores. Y peor que sus madres lo permitan.