Historias cotidianas que solemos ignorar

Discapacidad

Sobreviví a un intento de suicidio provocado por una depresión

Albert Faura disfruta cada segundo de su vida después de haber sobrevivido a un intento de suicidio provocado por una depresión

Albert Faura es de Barcelona, tiene 56 años y acento catalán. La descripción en su perfil de WhatsApp me deja intrigada: “Una vida (o dos), ¡vívela bien!”.

“Viviré con silla de ruedas para toda la vida, esto que ves es el resultado de la caída, no sé cómo caería cuando intenté suicidarme. Yo salté el 7 de noviembre de 2016, pa’berse matao. Es una fecha que tengo señalada en mi calendario como mi segundo cumpleaños y lo celebro”.

“Hago la broma de pa’berse matao como una defensa para no llorar, realmente es un tema muy serio. Ahora estoy preparado para hablarlo pero al final siempre te remueve sentimientos, vivencias, psicológicamente es duro” –sobre todo un día como hoy que estamos tres horas conectados por videollamada hablando de muchas cosas–.

Cuando intenté suicidarme

“No lo tenía previsto; me tiré de 13 metros, un tercer piso con entresuelo. Siempre había tenido depresión, altibajos: épocas depresivas y eufóricas. De hecho me han detectado bipolaridad hace poco. En agosto estaba de vacaciones con la que era mi mujer y mi hijo de 7 años –tengo otros dos hijos de un primer matrimonio que ahora tienen 26 y 22– y no tenía ganas de ir a la playa, ni de salir. Donde más a gusto estaba era en casa durmiendo porque me pasaba el día más rápido y no pensaba en nada, cuando yo soy una persona muy sociable, me gusta más estar fuera que dentro. Luego volver a la rutina del trabajo, de mi mujer y el niño. Cada vez iba a peor: no comía, dormía muy poco, tenía mucha pérdida de memoria. En el trabajo no me acordaba de cosas y entonces mi cerebro empezó a decirme que era tonto; desde los 22 era auditor de una empresa ferroviaria, tenía responsabilidad. No pedí ayuda, pensé que saldría como había salido otras veces, que remontaría. Pero era muy fuerte, cada vez iba a peor. No era feliz con nada, lo hacía todo por rutina. Mi vida era cada vez más insoportable”.

“Al levantarme el 7 lo hice todo como siempre: preparar zumos, desayunar… Mi mujer se arreglaba y cuando yo terminaba en la cocina me salía al balcón con el café a fumarme un cigarrito, era como mi momento de relax. Ese día vino mi mujer: ¿Que no te duchas? Sí, ahora, iré, le dije. Entonces empecé muy nervioso a ir de la cocina al balcón y del balcón a la cocina. Sabía que tenía que ir al trabajo y no me sentía capaz. Volvió mi mujer: ¿que no te vas a duchar, que ya es tarde?… Y me precipité. Los psicólogos dicen que fue una cosa impulsiva, no sé por qué lo hice. A partir de ahí no te acuerdas, pero fue un show para todo el mundo, además yo vivía en una calle muy transitada. El shock que vivió mi mujer no se lo quitará en la vida; lo vio y lo vivió todo”.

“Cuando vi que estaba vivo mi primera sensación fue de regalo y de dar gracias al universo, pensé: me han dado una segunda oportunidad de vida; ahora emocionalmente he superado ese duelo, creo que lo único que tenemos seguro en la vida es la muerte, pero de esto no se habla, tendría que haber un trabajo a nivel educativo de la muerte, el suicidio, la depresión. Siento que queda mucho por hacer, yo es algo que he sufrido pero que no conocía”.

Según el Observatorio del Suicidio en España, en 2020 se alcanzó el máximo histórico de muertes por esta causa: 3.941, lo que suponen casi 11 suicidios al día; esta fue la principal causa de muerte no natural en nuestro país.

Depresión

“La depresión es una enfermedad mental pero en este país parece que es un tabú. Mi madre y mi hermano son diabéticos y se pinchan insulina, ¿por qué la persona que es depresiva, que también es una persona enferma, no puede medicarse si le hace falta? Lo que no estoy a favor es de que te pongan hasta el culo de pastillas y te dejen de lado para que no molestes. Yo entiendo la medicación de la depresión como una cosa que te tiene que ayudar”.  

“Con 30 años me divorcié por primera vez. Fue un shock importantísimo en mi vida. Teníamos los dos niños, teníamos una vida que parecía que todo iba bien. Se juntaron varias cosas y entré en depresión, estuve casi un año de baja. Fui a un psicoanalista a pedir ayuda y me ofreció medicarme pero le dije que no porque pensaba que no podría seguir haciendo las cosas que hacía en mi vida. Ese fue mi gran error, aunque aprendí muchas cosas de mí mismo en terapia. Antes de que me dieran la baja ya había empezado con la que luego fue mi segunda mujer. Un día llega a casa y me encuentra tirado en la cama, yo me había tomado pastillas. Llama a urgencias y lavado de estómago. Así que ella ya había vivido conmigo otro intento de suicidio. Entonces le dije que lo ocultara a la familia, mi obsesión era que me quitaran la custodia de mis hijos. Mi familia se enteró cuando tengo el segundo intento de suicidio y se lo cuenta mi segunda exmujer”.

“Quiero hacer hincapié en esto, me precipité a causa de la depresión. Yo ya he encontrado las herramientas para manejar esta enfermedad. Sé que si tengo falta de ganas de salir o de apetito son variables para detectar una posible depresión. Y ahora no tengo miedo de nada, me meto en todos los jaleos”.

Quiero vivir: intento de suicidio, depresión, divorcio, discapacidad

“Yo he visto la muerte en la UCI, me recuerdo de ver el túnel de la muerte muy oscuro y al final una luz como muy agradable y me dije Albert, no vayas. Estuve un mes en la UCI. Luego estuve un mes en planta y después tuve la suerte de que me mandaran al Instituto Guttmann, que son expertos en neurorrehabilitación; allí estuve seis meses. Los primeros días estás jodido cuando te dicen que vas a estar en silla toda la vida, es impactante. Primero no lo quieres creer y luego te lo tienes que creer y empezar a trabajar sobre eso, es un proceso de duelo. Yo opté por voy a tirar pa’lante con la silla. Hice esquí, pádel, kayak, todo lo que proponían yo estaba apuntado para hacerlo”.

“Toda la familia estuvo a mi lado: hijos, hermanos, amigos, mi madre. Los primeros médicos que vinieron a verme fueron los psiquiatras y ahí tomé la primera decisión importante, fue un cambio de chip. Me preguntaron si quería medicarme y les dije que sí. No puedo pasar por lo mismo, no voy a cagarla más por mí y por mis familiares, y detecto que sin medicación no soy capaz. Tuve la suerte de que la medicación que me dieron es con la que sigo hoy y no he tenido desde entonces ni un día depresivo, un par de bajos pero ya”.

“Mi mujer me plantea el divorcio, ya ha vivido dos intentos de suicidio, lo entiendo. Así que yo tengo que hacer mucho trabajo psicológico, tengo que afrontar el estado de lesión medular, el intento de suicidio, la depresión y el divorcio. Para mí era importante que mi mujer viera que me estaba recuperando a la hora de firmar el régimen de visitas. Al final firmé que podía estar con mi hijo acompañado siempre por un familiar –por ejemplo, mi madre– hasta que tuviera 12 años. A partir de los 12 es cuando he empezado a verlo a solas, incluso mi mujer me ha dicho que esté conmigo más días que los que me corresponden”.

“Mi exmujer no quería decirle la verdad a mi hijo pequeño, quería decirle que me había caído haciendo tareas domésticas pero yo tenía la angustia de que no quería mentirle. Fuimos los tres a una psicóloga infantil que me ayudó a decírselo. La psicóloga me preparó un guión: que le explicara que yo estaba enfermo, que no lo volvería a hacer, que las cosas no se solucionan así. Cuando se lo dije lo pasé fatal, casi lo peor que he tenido que pasar: explicarle a un chaval de 8 años la tentativa de suicidio y el divorcio. Él se hacía un poco el loco, como si no me escuchara, pero le dije que cualquier duda que le surgiera sobre la depresión, el intento de suicidio y el divorcio, que me preguntara. Ahora es un tema que tiene muy asimilado y si sale lo hablamos. Al decírselo saqué un peso de encima tremendo, me dolía mentir a mi hijo”.

“Yo al principio mentía, decía que estaba en silla por un accidente de coche o de lo que fuera porque no estaba preparado. Ahora lo estoy y me pregunta quien sea y se quedan mudos porque se lo cuento, explico mi realidad. Antes me engañaba a mí y a los demás, pero hasta poder hacerlo necesité un tiempo de preparación psicológica”.

Foto cedida por Albert, que aparece a la izquierda de la imagen.

Culpabilidad

“Cuando desperté en el hospital el peor sentimiento es de culpabilidad por el daño que has hecho a los demás. En ti no lo piensas, para mí estaba vivo y ya era mucho, más allá de silla o no silla. La culpabilidad va creciendo, creciendo, creciendo. Te sientes muy culpable por lo que has hecho”.

“La psicóloga lo primero que me dice es que hay que conseguir sacarse ese sentimiento porque quien hizo eso no era Albert Faura, era una persona que no sabía lo que hacía. No fue fácil pero a base de trabajar con ella me saqué la culpabilidad. Le pedí perdón a mi familia, nos abrazamos, lloramos. Es un trabajo psicológico que hasta el día de hoy estoy haciendo. Cuando me dieron el alta me busqué una psiquiatra y una psicóloga por privado, quiero seguir trabajando el tema y no dejarlo. Sigo con ellas actualmente y afortunadamente me las puedo permitir porque llevo trabajando desde los 16 –ayudando a mi padre– y cotizando desde los 18. Me jubilé hace dos años y me ha quedado una pensión muy digna, y eso que tengo que pasar la pensión a mis hijos, dice de broma. Así que, por suerte, también me puedo permitir que dos veces a la semana venga un fisio a casa, voy al quiropráctico, a que me den masajes, más vivir, que vivo con mi madre que tiene 81 años. Todo me lo puedo permitir porque me lo he currado pero debería haber más justicia social; hay casos como el de Estela, que ni has trabajado ni te han permitido hacerlo y tendrían que recibir más ayuda del Estado”.

La vida con discapacidad

“Antes veía a una persona en una silla y pensaba mira, no anda, pero no pensaba no puede mear, cagar porque no nos lo explica nadie. Yo me tengo que sondar, no me funciona la uretra, me noto que está lleno pero no tengo control, así que me tengo que sondar para mear. Luego también tengo que hacer las evacuaciones manuales, nada más levantarme cada mañana: guantecitos, lubricante y me meto el dedo. En el Instituto Guttmann me enseñaron a evacuarme, a sondarme, a ir en silla; te enseñan a coger autonomía porque llegas allí y no sabes nada”.

“Mi lesión es lumbar 5 y tengo también cola de caballo incompleta; donde está la hucha del culo salen todos los nervios como una cola de caballo. Ahí está la función sexual, las piernas, los dedos, y yo la tengo afectada, por eso no puedo mear ni cagar solo. El símil es un cable de electricidad, si lo cortas no puedes volver a conectarlo. Si un nervio se corta, no se puede volver a conectar. El cerebro da la instrucción pero no llega al cuerpo lo que tiene que hacer. A mí si me quemas un pie no me entero. Tengo erección porque tengo una viagra, pero si me hacen algo no me entero. He tenido que descubrir mi nueva sexualidad, que es un cambio importante; yo ahora solo tengo orgasmos en la cabeza. Actualmente me gustaría probar el sexo tántrico”.

“Para mí no hay diferencia, me he adaptado totalmente a mi discapacidad, es descubrir una nueva manera de vivir con optimismo, como una evolución de mi vida. Soy un 95% autónomo y cuando no puedo pido ayuda. A mí pedir ayuda no me cuesta. Los problemas son externos: la accesibilidad, de esto podríamos hablar otra mañana entera. Yo he tenido que sondarme entre contenedores por no poder acceder a un baño; me gustaría que todos los sitios fueran accesibles, la ley no se cumple. Todavía nos llaman minusválidos, vas al diccionario y te dice que eres menos válido. Me gustaría que fuéramos personas como cualquier otra, con los mismos derechos”.  

Felicidad

“Yo ahora miro el presente, vivo al segundo. Juego a tenis en silla de ruedas, antes jugaba de pie y ahora sentado, doy clases de piano, medito todos los días; tengo un grupo de WhatsApp que nos llamamos los patapalos, somos todos tullidos y nos reímos de nosotros mismos, con ellos también hago muchas cosas”.

“Me llevo superbién con mi primera mujer y su marido, hasta hacemos celebraciones juntos. Mis hijos mayores tienen llaves de casa y entran y salen cuando quieren, aunque habitualmente viven con su madre. Con mi segunda mujer también tengo una buena relación y me gustaría que llegara a ser tan buena como con la primera, pero entiendo que cada etapa de la vida necesita un tiempo para superarlo. Si te puedes llevar feliz y bien, mejor que enfadado y mal”.

“Yo desde que soy consciente de que estoy vivo y de que he tenido esta oportunidad siempre he pensado que si estoy aquí es para algo, como un regalo para ir creciendo. Antes no disfrutaba tanto mi día a día, ahora mismo hablo contigo y soy feliz; ahora soy más feliz que antes. Tengo problemas y antes me metía a dormir con el problema en la cabeza; ahora duermo y a la mañana siguiente intento solucionarlo. Se me ha despertado esto, estas ganas de vivir; en esta vida estamos para vivir y disfrutar. Para mí la silla no es una carga, yo ni lo pienso, lo único que pienso es que estoy vivo y soy feliz. Y si puedo ayudar a la gente, mejor, y ayudarme a mí también”.

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  1. Estela

    Te admiro y me siento muy orgullosa de ti.

    Te amo.

  2. Jesus

    E x Guttmaan

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