“Me llamo Franki, aunque no es mi nombre de verdad. Yo ahora estoy muy bien, en un momento de rehabilitación. En teoría debería estar orgulloso de lo que estoy haciendo pero no todo el mundo es tan abierto de mente, se quedan con ah, salió de la cárcel. Tengo claro que hay gente que no lo entiende y lo primero es el rechazo porque no se paran a escuchar tu vida. Por eso no digo mi nombre, quiero prevenir consecuencias porque ahora mismo estoy creando mi vida en el tema laboral y social. He empezado a trabajar de carnicero en una empresa bastante conocida y me da un poco de miedo que luego me prejuzguen. Además mi historia delictiva está ligada a los supermercados… También tengo niños y quiero preservarlos un poco, tú imagínate lo que supone para ellos. Las personas que me importan lo saben, pero no lo voy pregonando por ahí. Del de antes al de ahora hay un mundo, jobar. Pero no me acomplejo porque en realidad dentro de la cárcel empecé a construir mi vida”.
“Ahora mismo estoy en artículo 182, en un tercer grado condicionado a un centro terapéutico. Estoy en casa y una vez al mes voy a firmar y tengo que acudir al centro de Adsis donde doy terapia hasta agosto de 2022, que termina mi condena. Al principio iba a terapia dos veces por semana y ahora una vez. La verdad es que ha sido un apoyo de la leche. Tengo un compromiso conmigo mismo más que con el centro. Compromiso con seguir abstinente, que ya llevo casi cuatro años, y con mantener una vida estable. Pienso en estar centrado, conseguir mis metas. Al final es uno mismo el que decide qué vida tomar”.
Cocaína, supermercados y cárcel
“El delito es consecuencia de algo y en mi caso de las drogas, por la necesidad del consumo. Cuando estás enganchado a una droga cada vez te pide más y no te da el dinero. Te puede más consumir, te vuelves un egoísta total: ni tus hijos, ni tu familia, ni nada. Con 12 o 13 años empecé con porritos y alcohol. Eso va creciendo y acabé enganchado a la cocaína”.
“He pagado dos condenas: la primera estuve seis años y la última –la de ahora– tres años y medio. Todos los delitos fueron robos a supermercados. Había atracado nueve supermercados la primera vez que entré en la cárcel, tenía 18 años. Yo ahora lo pienso y el daño que he hecho a esas personas normales y corrientes, personas que van a trabajar, ahora me pongo en su lugar: que llego yo con un cuchillo y hacerles pasar por ese momento tan malo… Pero cuando la droga se incorpora a tu vida, no hay nada más, te controla, pierdes valores, pierdes todo”.
“Entre las dos condenas tuve un parón de siete años, que fue la primera vez que me desenganché. Luego tuve una recaída. Me da bastante miedo volver a caer porque las consecuencias que te trae son inimaginables, tu vida pierde el sentido y destruye la vida de las personas de tu alrededor. Veo bastante bien tener ese miedo porque es una alarma que tengo activada ante el peligro de caer. Tengo suerte porque me lo he trabajado y por eso tengo esa alarma, yo la llamo la defensa”.
La cárcel: la jungla
“Sentí miedo la primera vez que me metieron en la cárcel, lo pasé muy mal. La cárcel es delincuencia, droga, miedo, violencia, desprecio a tu propia vida… una mierda, vamos. La primera noche lloré mogollón. Entras y piensas en una película, lo que te marca la tele, y resulta que al final es peor porque la humanidad ahí dentro se pierde. No hay vida, no hay nada, hay un sentimiento de soledad inmenso. Nadie te escucha, te lo tienes que comer porque es un síntoma de debilidad ante los demás. Tienes que ir de que eres un tipo duro, pero por dentro estás destruido. Eso te afecta en todos los aspectos y lo psicológico es mortal”.
“Allí hay tanta droga como fuera. Entré y seguí consumiendo. Todos los días peleas, manipulación, consumo, engaño, hacer daño a los demás y a ti mismo. Empeoras, vas a una escuela de delincuentes, caes en picado. Las cosas se pagan, tú te vas endeudando, cuchillos artesanales que hay por ahí, temes por tu vida porque es la jungla. Piensas en el suicidio porque estás hundido y hay momentos de soledad en los que se te pasa por la cabeza. Hay gente que dentro se quita la vida”.
“Un día normal yo me levantaba, no me duchaba, igual ni desayunaba y bajaba al patio para buscar la droga y estaba al tanto de cuidarme mis espaldas para que no me pasara nada. No hice ningún taller, lo único los domingos iba a misa para ver si me encontraba con otros internos por si tenían droga. Solo era conseguir droga y que pasara el día sin que pasara nada”.
“Y luego hablan de reinserción, mentira. El módulo tradicional no sirve absolutamente de nada. Entrar en prisión no solo significa perder la libertad, significa perderte como persona. No se rehabilita nadie, eso es un mito. No hay respeto, esa es la realidad. Mis dos primeros años fueron un infierno total, hasta que me vio una trabajadora social y me dijo te voy a cambiar a otro centro penitenciario. Ella se fijó en mí, claro, yo era un niño, y me ayudó, se preocupó por mí”.
Módulo terapéutico
Así fue como Franki cambió de cárcel y acabó en un módulo terapéutico que probablemente le salvó la vida. “Allí tenía la oportunidad de recuperar porque es un espacio libre de droga. En el módulo terapéutico te dan las bases para reincorporarte a la sociedad”.
“Tienes unas rutinas: te tienes que levantar, ducharte y entre los dos compañeros limpiar la celda, bajas a desayunar y luego te incorporas a un taller ocupacional para que tengas unos horarios, los respetes y hagas actividades como si fuese algo de trabajo. Cada día hay valoraciones de cómo va cada interno y los propios internos participan también. Los internos y los trabajadores están pendientes de cómo está la gente, si necesitas algo, de que no haya droga. Allí el interno cambia el chip y no quiere una cárcel tradicional, quiere una cárcel donde no se pierda el tiempo”.
“La gente que trabaja allí no va a cumplir, sienten lo que están haciendo. No hay diferencia funcionario preso, lo que hay son personas implicadas. Ellos se benefician también porque imagínate ir a trabajar a la jungla o a un sitio donde se está construyendo. Mis logros no son solo míos, son de toda la gente que me ha ayudado. Son relaciones que ojalá tuviera en la calle porque la gente –trabajadores y compañeros– se preocupa por ti, las relaciones son muy sanas. Allí dentro nos tomamos el momento para escucharnos, estamos compartiendo nuestras mierdas, como digo yo. Allí he hecho buenas amistades, nada más que tengo palabras buenas de ese sitio. Cuando me fui las dos veces que he estado en ese módulo, me eché a llorar, marchaba en libertad y estaba triste porque sabía que dejaba a personas muy importantes”.
“Allí piensas en un futuro, tu expectativa se abre, que es lo que te da ganas de luchar: yo voy a conseguir una vida sencilla, sin grandes lujos pero estable. Estos módulos son algo necesario, son ilusión, esperanza, sueños, cambio”.
Actualmente hay en España 27 módulos terapéuticos. Según Instituciones Penitenciarias han demostrado su eficacia en la recuperación de las personas ingresadas y su preparación para la reincorporación a la sociedad. Lo deseable es que haya más porque hay presos que están en la cárcel tradicional cuando deberían estar en estos módulos. Actualmente la población reclusa en España la conforman 58.392 personas según el Instituto Nacional de Estadística.
Desintoxicarse en la cárcel
“Cuesta desengancharse porque es una enfermedad crónica que vas a tener toda tu vida. Yo recaí después de siete años. Cuesta, sigue costando y costará el resto de tu vida. Para cambiar te tienes que dar cuenta de muchas cosas que duelen. La abstinencia física es difícil, pero lo psicológico… es meterte en tu interior y analizar el porqué de las cosas. Lo consigues con tu fuerza de voluntad y el apoyo y cariño de los demás”.
“Está el sentimiento de culpa, aprender a hablarlo, a perdonarte, a mí me ha costado mucho, eso no es llegar a tu módulo y yupi. No, analiza tu vida desde que naciste, por qué llegaste a las drogas… Es mucho sufrimiento ser consciente de todo el daño que he hecho: he sido un mal padre, un mal marido, tus seres queridos pagan una condena igual que tú. Reconocer eso cuesta pero hay que hacerlo porque si no, no lo puedes cambiar. Me ha costado y he sufrido, pero lo volvería a hacer porque las consecuencias que tengo ahora son muy buenas”.
“Yo entré en la cárcel siendo una persona con una adicción que no le tenía respeto a mi vida ni a la de los demás: una persona inmadura, impulsiva, y durante ese proceso lo he ido cambiando. Ahora soy constante en un trabajo, estoy construyendo una red social nueva, llego a casa y me siento padre, me siento marido y no tengo grandes lujos, pero soy feliz. Cuando recaí no me llenaba lo que hacía y eso que lo llegué a tener todo como ahora. Hoy me llena verme, mi forma de pensar, he cambiado mucho: soy mucho más pausado, valoro las cosas pequeñas de mi alrededor. Tengo un trabajo que me siento a gusto, por eso no quiero perderlo. Antes de recaer trabajaba en hostelería y no me gustaba nada, lo hacía porque tenía que ingresar un sueldo”.
“Con mi mujer estoy apuntado a baile para conocer gente y como actividad para distraernos y hacer algo juntos. Nos gusta mucho, en la cárcel yo bailaba y hacía teatro”.
“Me conformaría con que lo que te estoy contando le sirva a una sola persona que esté en mi situación. Hago esto con el fin de ayudar, que mis desgracias sirvan a alguien para que no pase por lo mismo. Me gustaría que vieran lo que soy, que no se queden solo en lo que fui. Que vieran que estoy luchando todos los días. Sueño con tener una vida estable y poder educar a mis hijos. Lo que quiero es estar bien conmigo mismo”.
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Ana+E.+Hernandez
Bravo Franki no solo mereces mi respeto sino tambien mi admiración, no decaigas en tu lucha , haras mucho bien a tu alrededor.
Redaccion directa que te introduce en esa vida problematizada
Gracias por compartir con nosotros ese mundo tan duro
Franki
muchas gracias!
Juan Calderón
Siii doblemente Bravo, coraje amigo!
Coraje desde adentro, ahora sois como amortiguador para otros jóvenes, del peso del pasado.
Se un Mentor y multiplica el bien que has recibido en la terapia.
Franki
Muchisimas gracias por tu ánimo!
MJosé
Enhorabuena por tu testimonio se aprende mucho de las personas que como tu luchan y llaman a las cosas por su nombre, el mejor modo de no engañarse y quererse aunque duela. Eres un valiente y deseo para ti que se cumplan los estupendos deseos que tienes. Son asequibles no lo olvides, tu mujer, tus hijos, tu trabajo.
Adelante campeón!!!!!!
Franki
Muchisimas gracias por tu ánimo!
Angelo
Ti auguriamo tutto il bene di questo mondo, siamo orgogliosi di te e per l’uomo che sei diventato!
Ora la vita ti sorriderà sempre e realizzerai tutti i tuoi sogni,sei forte e determinato.
Ti vogliamo un mondo di bene ❤️
Babbo e Daniela
Soraya
Franki, gracias por compartir tu vida y reflexion, sin saberlo puedes ayudar a muchas personas. Soy trabajadora Social de un modulo Terapéutico en una prison y con tu permiso voy a leerles este relato, porque estoy segura que les va a calar profundo.
Gracias y suerte en la vida 💛