Antes de llegar me avisa para que pueda reconocerlo: “Llevo un jersey de lunares”. Los dos llegamos antes de la hora. “Mira lo que he traído para las fotos”, y saca una bandera gitana. “Representa la libertad para mi pueblo, se parece a la bandera India porque tenemos orígenes indios. El azul es por el cielo que nos cubría y el verde por el lecho donde dormías. La rueda significa sin fronteras y el rojo es por el exterminio del pueblo gitano. Yo entiendo la libertad como que tengas los mismos derechos que un ciudadano de primera. La libertad para los gitanos es igualdad, ¿tú me entiendes?”.
Aarón Pérez Bastida, 23 años, Madrid.
“Yo hablo mucho”, dice riéndose, “cuando está a gusto, el gitano se abre. He venido con el jersey de lunares porque es un sello de identidad de mi pueblo, llevar lunares es decir esto lleva una historia sobre mi pueblo. Para mí ser gitano es una cultura milenaria, una identidad propia, el derecho a ser yo mismo y no es llevar oros, chándal o el pelo largo, eso son estereotipos. Para mí es importante que la gente aprenda quienes somos”.
“Soy gitano y soy gay. Primero mis orígenes y luego mi orientación, pero a mí nadie me va a prohibir amar a nadie, voy a ser siempre libre”.
Gitano gay
“Ser gitano para mí es un orgullo, es tener una cultura que ha sobrevivido a muchos exterminios. El pueblo gitano ha enriquecido la cultura española pero nadie lo quiere reconocer. Con la música –el flamenco–, el idioma, ¿sabías que chaval viene de chavalé, que es romaní? Parece que todo se quiere desgitanizar –se atasca cuando trata de decir esta palabra– y eso me duele, hemos aportado bastante a España; somos el pueblo olvidado”.
“Quitando varias cosas mi pueblo representa mucho para mí. Muchos gitanos piensan que ser gay es inmoral, la gran mayoría va en la religión, aunque yo soy creyente y devoto de la virgen del Rocío. Todos esos que odian lo diferente no están haciendo lo que Dios quiere porque Dios es amor. Tú te sientes superior a esa persona cuando odias, pero no lo eres, eres igual”.
“Para mí es importante visibilizar que existimos gitanos gays y que por eso no dejamos de ser gitanos, eso no te hace menos ni peor gitano. Estoy orgulloso de ser gitano y gay. Yo siempre he sido consciente de que era gay, pero cuando más fue a los 12 años. Entonces me sentí bien de darme cuenta pero también el miedo por el rechazo, que te van a hacer daño, que está mal visto; son prejuicios que te meten y tienes que luchar contra ellos. El salir del closet fue a los 15, se lo dije a mi madre y no le gustó mucho. Quién es chico y quién es chica, me preguntó. Y yo no, son dos hombres que se aman, es el mismo amor que tú tienes con mi padre. A día de hoy está bien, lo está afrontando. El que me acepta cien por cien es mi padre, casi la mitad de la familia me acepta y la otra no. Pero ellos no me tienen que aceptar, el que me tengo que aceptar soy yo. Sé que ellos son mi sangre pero por ellos no voy a cambiar quien soy y a quien amar. Antes todo esto era una deshonra –se atasca al decir esta palabra– pero hay gitanos que están cambiando, aunque el prejuicio lo tienen todos”.
“Cuando tenía 15 años no tenía referentes gitanos, a veces me sentía solo pero lo conllevaba porque pensaba si no hay gitanos como yo, sé que los habrá. Estaban muy escondidos entonces pero ahora no, tú me entiendes. Y ahora ya hay referentes gitanos lgtbi. Salir del armario fue un alivio, es libertad. Yo no puedo, no voy a casarme con una mujer, sería ir contra mí mismo; sería infeliz y haría infeliz a una mujer”.
Doble discriminación (y alguna más)
A veces tartamudea, se atasca; le cuesta arrancar, como si cogiera fuerzas antes de hablar; otras se atropella un poco. Aarón tiene dificultad en el habla. “Con 5 años tuve un accidente, mi hermano estaba aprendiendo a manejar los cubiertos, yo iba corriendo, nos chocamos y me clavó el cuchillo… Me operaron, estuve un mes en observación, solo veía a los médicos. Y de ahí me quedó el hablar que tengo, por el trauma de pensar que me iba a morir”.
“Me pusieron logopedia en el colegio, hacía los ejercicios y me ha servido, pero cuando me pongo nervioso –y ahora estoy un poco nervioso, te lo tengo que decir– tartamudeo. Cuando mis emociones se ponen tan alteradas se me cierra esto”, dice cogiéndose la garganta. “Quieres sacarlo y no puedes. A mí me han dicho ¿por qué no aprendes a hablar? Es duro y a veces trato de explicarle a la gente que tengo este problema. En el aprendizaje yo tampoco voy al nivel de una persona promedio, yo tengo mi ritmo, ¿me entiendes? Pero se pasa mal cuando te dicen estas cosas, te baja la autoestima”.
“A mí me discriminan por todo”, dice riéndose; una risa que refleja años de ataques por distintos flancos. “También hay gitanos que me dicen que yo no soy gitano por ser demasiado blanco. Y con lo de ser gay, por qué tanto miedo a las personas que se aman. Lo que hace libre al ser humano es la diversidad. Yo trato de explicarles que a mí esta bandera –lo dice cogiendo su bandera gitana– me representa pero también la bandera gay. Para mí la gitana es la libertad y la gay la diversidad. Mi abuelo, que en gloria esté, me enseñó que el gitano tiene que respetar al otro gitano”.
“La mayoría de mis amigos son latinoamericanos y gitanos, no quiero decir españoles porque yo también soy español, pero ¿tú me entiendes? Bueno, ellos suelen tener muchos prejuicios: que si somos unos ladrones, que si no somos de fiar, que si vamos de víctimas y vivimos de ayudas. Ser gitano ya te señala, cuando estudias y trabajas estás muy señalado. A mí en el instituto una profesora me dijo que no me merecía estudiar por ser gitano. Vosotros solo al mercadillo o a vender droga, me dijo. A mí me duele que haya gitanos que no pueden estudiar o trabajar por ser gitanos. Si un payo viola, no se dice que todos los payos son violadores, pero si yo hago una cosa mal, se juzga a todo un pueblo. Vas al supermercado con tu familia y te acusan falsamente de haber robado una colonia cuando tú llevas dinero para pagar, y viene la policía y todo el mundo piensa que has robado… Esa hipocresía no me gusta. Además yo creo que los de traje roban más que los de chándal”, dice riéndose.
“Ningún español es puro, aquí se juntaron muchos y creo que la interculturalidad enriquece al ser humano. Los gitanos llevamos seis siglos en España, por eso me gustaría que se protegiera nuestro idioma, nuestra historia, que se condenara el racismo. Me duele que no se sepa la historia del pueblo gitano, del holocausto nazi, por ejemplo. Desde los reyes católicos ha habido leyes antigitanas. España tiene una deuda histórica con nosotros. Me siento impotente, quiero cambiar el mundo pero el mundo no cambia, vamos para atrás”.
“Yo estoy hablando contigo porque nadie me ha escuchado, hago activismo en mis redes porque quiero poner un granito entre tanto odio y para compartir lo que entiendo que es ser gitano y gay, que se conozca el prejuicio, el racismo, la homofobia para que se despeguen de la sociedad. Queremos vivir libres, sin que te señalen, te odien y te insulten”.
Gitanos y mundo laboral
En casa de Aarón son ocho. Trabajan cuatro personas; “algunos son pequeños”, explica. Él estuvo tres años en paro, le costó mucho encontrar trabajo y finalmente lo logró gracias a Ilunion. “Estoy muy orgulloso, es un trabajo digno: por la noche limpio oficinas en una de las Cuatro Torres. Llevo un año y sé que trabajar de noche no es bueno para mi salud pero estoy supercontento. Mi horario es de nueve y media a cinco y media”.
–¡Madre mía, pero si nosotros hemos quedado a las diez de la mañana, no me digas que has venido sin dormir! –el trabajo le queda muy lejos de casa y ahora estamos lejos de los dos sitios–.
–¡Sí, pero has visto cómo estoy de bien! –dice riéndose–.
“Para mí tener un trabajo es salir adelante, ayudar en mi casa y a quien lo necesite –mis valores gitanos me dicen que ayude–, estoy muy orgulloso de mi avance. El 75% o el 80% –realmente es el 80%– de los gitanos están en pobreza”, dice con tristeza. “Yo tengo el futuro planeado”, me cuenta con una sonrisa cómplice. “A pesar de lo que me dijo la profesora, sí que estudié peluquería, que era lo que yo quería, gracias a la fundación gitanos. Soy peluquero, esteticista y quiero montar mi salón gitano, estoy ahorrando poco a poco. Va a ser un sitio al que puedan venir hombres, mujeres, todo el mundo. El futuro lo construyes tú, nadie te lo va a construir”.
¿Integración? No, gracias
“Yo defiendo a todo el mundo, me da igual que seas africano, gitano o lo que sea. Para mí la raza solo hay una: la humana. La diversidad es lo bueno que tiene el ser humano, si no seríamos todos iguales. La igualdad completa es para todos. También lucho por los derechos de gitanos lgtbi, yo soy el primer gitano gay en Madrid que saca la bandera gitana con la homosexual. Me arriesgo pero no puedo más”.
“El término integración no lo puedo soportar. Lo que quiere decir es que tú te integres a ser como ellos y lo siento, no puedo. Para mí la libertad es que nadie te diga que tienes que hacer o sentirte como ellos quieren, es no dejar de ser quien eres. Yo no quiero una integración que sea ser todos igualitos”.
“Tengo que salir pa’lante porque lo merezco, tengo que vivir una vida como cualquiera. Sueño con independizarme, tengo pareja y quiero casarme: hacer una fiesta gitana con los trajes; montar mi negocio, tener una familia y tener una economía estable. Cada uno tiene el derecho de vivir una vida digna con trabajo, comida y un techo. Eso es lo más importante, lo demás va surgiendo. A mí la sociedad me ve como un gitano de mierda y maricón, y me gustaría que me vieran como un ser humano como ellos mismos”.
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Ana+E.+Hernandez
Alegre despierto
Begoña
Que poderío tienes Aaron! Inteligencia y valentía a puñados.
Gracias por compartir.
Clara
Me ha gustado muchísimo leer tu entrevista, Aaron. Soy profe y yo NUNCA digo estas cosas que dijo tu profesora! Yo digo a todos VAMOS, TU PUEDES. Y tanto lo digo que se l{ creen y SÍ PUEDEN !
Adelante con tus proyectos!