“Cuando cruzas el mar hay una parte en que te echa el agua contra las rocas. Tú imagínate un niño con 13 años que no tiene fuerza de nadar tan fuerte y le tira una ola contra las rocas. Hace mucho daño. Yo cuando entré al mar era muy peligroso. Ese día el mar me parecía por la playa que estaba bien, pero cuando llegué al medio estaba muy asustado, el mar estaba muy mal. Entonces subió una medusa, era muy grande. Si me tocaba me voy a hundir y además solo con ese miedo pierdes el control, pierdes toda tu concentración, te hundes tú solo. Con el miedo ya te coge el agua. La segunda cosa que tiene mucho miedo es las olas que te pegan con las rocas. Imagínate que te pega una ola y te das con la cabeza con la roca. Yo nadé casi 45 minutos, lo pasé muy mal, es un infierno”.
“Cuando estás en el mar en el medio del agua no piensas en nada. Solo piensas en una cosa: si te mueres, cómo le va a llegar la noticia a tu madre o cómo va a llegar tu cuerpo a tu madre. Tu madre no va a soportar todo eso, estoy seguro que no lo va a soportar ninguna madre, marroquí o española”.
Hicham Bourmana tiene 18 años. Habla despacio y tranquilo. Es de Nador (Marruecos), ciudad muy cercana a Melilla.
Fue nadando de Marruecos a Melilla cuando tenía 13 años.
La no infancia en Marruecos
Hicham intentó pasar por la frontera con su pasaporte, pero como iba solo no le dejaron entrar por ser un menor no acompañado. “Me quedé al lado de la frontera planeando cómo entrar y me llegó la noticia de que un chico entró nadando. Me quedé toda la noche pensando. Había mucho riesgo, pero hay que darle pa’lante”.
“Casi me perdí la vida. Cuando llegué a Melilla estaba muy cansado y con heridas en mi cuerpo de las rocas. He venido con un pantalón corto, nada más. Me quería reír de estar contento de estar en Melilla, pero no podía. Me fui directo a la policía”.
“Mi causa, lo que me mantenía en el agua, es porque mi madre estaba enferma y necesitaba medicamentos, necesitaba dinero para curarse”. Hicham se queda callado. Baja la mirada. “Mi madre ya no está ahora”.
“Mi madre estaba enferma y no tenía trabajo. No teníamos mucho dinero para pagar el alquiler, la luz, el agua, la comida. Mi padre se separó de mi madre cuando yo era pequeño. Yo soy el mayor de tres hermanos. Decidí entrar a Melilla porque veía que allí tenía más oportunidades”.
“Yo empecé a trabajar cuando tenía 11 años. He trabajado de mecánico, de obrero, pintura a veces, vendiendo frutas, verduras. Cada día tengo un trabajo nuevo, en Marruecos no hay un trabajo que es para siempre. A veces me he tenido que salir de la casa un mes para trabajar en otros lugares de Marruecos. Entonces yo he vivido en la calle. En invierno he dormido en la calle con un pantalón corto, una camiseta de manga corta y sin zapatos”.
“A veces iba al colegio y a veces no, pero al final lo dejé porque no tenía mucho tiempo. A los 12 dejé de estudiar”.
“Yo escuchaba de que hay un centro en Melilla, que hay niños que están ahí, que podían seguir estudiando y trabajando. Yo me quedé pensando y bueno, yo también quiero ir. Decidí venir a España para tener un futuro bueno. Decidí empezar de nuevo y cumplir mis sueños”.
“Me fui en Navidad de 2015, casi era 2016. No se lo he dicho a mi familia cuando vine porque mi madre seguro que no me iba a dejar. Cualquier madre no deja a su hijo entrar nadando. La llamé cuando ya estaba en Melilla, estaba muy feliz. Me dijo que me portara bien, que no siga a la gente mala, que sea un chico listo”.
Cinco años en un centro de menores de Melilla
“Me metieron en el centro –La Purísima– donde he planeado ir. Estuve cinco años. La vida en Melilla es un poco difícil porque va creciendo el número de chicos inmigrantes que llegan. Mi hermano y mi hermana están ahora allí. Hace cuatro y dos años que llegaron a Melilla”.
“El peor momento que he pasado es cuando me crucé el mar y en el centro de menores cuando llegué nuevo. Los dos años primeros no estaba bien porque había gente muy mala: gente que estaba en el centro y gente que no. Gente que te robaba. Gente que les quitan a los chicos el móvil, dinero y les hacen heridas con el cuchillo. Había mucho follón. Al final se quedaron solo los niños pequeños y eran buenos chicos, los malos ya se habían ido, estaban en la cárcel o en otro sitio”.
“En el centro estudié un poco: aprendí español, he hecho cursos que son jardinero, pintura, obra, informática, cocinero… qué más… bailarín. Yo participaba en un grupo de teatro y me gusta bailar. Decidí entrar a un grupo de teatro para dar un mensaje a Melilla y a España. He hecho dos años de teatro expresando cómo hemos entrado a Melilla y cómo nos sentimos. En el centro también he trabajado tres años de azafato para la gente en una plaza de toros, era un guía, les explicaba”.
“Yo también me peleé, pero luego estaba tranquilo porque la gente me conocía bien y yo no buscaba problemas. En el centro había todo tipo de gente, gente española que se portaba mal con nosotros y gente que se portaba bien. Ahora quiero decir que si me dan otros cinco años, vuelvo”, dice con una sonrisa.
MENA: Cumples 18 años y a la calle
Pero no puede volver. Entre los 13 y los 18 años Hicham fue un MENA (Menor Extranjero No Acompañado) y estuvo bajo la tutela del Estado en el centro de menores. El año pasado España no sabía cuántos MENA tenía en acogida. Lo que sí se sabe, y se cumple, es que cuando un menor tutelado cumple 18 años se va a la calle.
“Eso te lo avisan cuando entras al centro, lo aprendes rápido que cuando cumples los 18 nadie te va a acoger en su casa, tienes que valerte por ti mismo. Cuando cumplí los 18 me dieron mis papeles, mis diplomas, un bolso con mi ropa y ya. Me han dicho búscate la vida, ve donde quieras ir. El mismo día de tu cumpleaños te tienes que ir. Bueno, si tu cumpleaños es el sábado o el domingo te quedas hasta el lunes. Me sentí feliz al principio, pero cuando pasé el día que cumplí los 18 y vi lo difícil que es me arrepentí y pensé ojalá me dieran otros cinco años y vuelvo al centro. ¿Tú sabes qué significa estar en un sitio cinco años viviendo con las mismas personas y que no tienes una familia, solo a ellos? Ellos son los que estaban contigo cuando estabas mal y cuando estabas bien. Yo los quiero como mi familia. Me han enseñado muchas cosas que yo no sabía antes y gracias a ellos estoy aquí. Estoy hecho un hombre”.
“Cuando cumplí 18 covid me estropeó todos los planes: salir, encontrar un trabajo, estudiar y alquilar una casa. El 24 de agosto de 2020 llegué a Málaga, porque yo quería venir aquí, y entré a vivir en un albergue durante un mes. Estuve bien pero fue un poco difícil porque no podía estudiar ni organizar mis cosas. Yo por la noche tenía que hacer mis deberes pero en el albergue por la noche tienes que dormir y apagar las luces. Tampoco tenía wifi y tenía que hacer los deberes por ahí”.
“Ahora vivo en una casa para extutelados de la Asociación Marroquí. Vivimos seis personas, tenemos tres habitaciones, en cada habitación dormimos dos, y hay una cocina, un salón y un baño. Aquí vivimos bien, no hay quejas ni nada de eso. Cuando tenemos tiempo libre nos reunimos en el salón y nos reímos. A veces hacemos comida juntos, nos sentamos a la mesa como si fuéramos una familia. A mí me encanta”.
“La asociación nos da 20 euros a cada uno a la semana para hacer la compra, con eso nos basta. A veces una persona sale a trabajar por horas y consigue dinero extra. Yo ya tengo papeles, el mes que viene los voy a recoger. La asociación no me ha dicho el tiempo de estar aquí, me ha dicho que es un piso de emergencia”.
Los sueños de un MENA
“Yo les querría decir a los que dicen que los MENA somos malos que hay chicos que son malos pero dentro de su corazón son buenos. Esos chicos están muy mal porque no han encontrado el cariño de sus padres y de nadie. Tú ves aquí que el niño está con sus padres y sus madres siempre, pero en Marruecos no. Algunos se quedan en la calle y se meten en la droga pero si los coges de la mano y les enseñas el camino correcto lo van a hacer bien. Necesitan ayuda. Si quieres saber lo que tiene un chico en su corazón, intenta hablar con él solo un día. Nos comprende el que nos escucha y el que está a nuestro lado. Imagínate un niño de 7 años en un centro de menores. Un niño de 7 años en España qué hace”.
“Yo sueño con tener mujer e hijos y tranquilidad, un trabajo bueno, comprar una casa. Esos son nuestros sueños. Un español piensa cosas más grandes y cuando le preguntas a un español con 18 años no sabe lo que quiere todavía. A nosotros nos preguntas con 10 años y te lo decimos. Lo que más he aprendido en Melilla es a trabajar en grupo, a confiar en la gente, a no engañar, que hay que ser bueno. Lo más importante que aprendí es que si alguien me trata mal, yo lo trato bien y si me tratan bien, yo lo trato muy bien”.
“Ahora estoy sacando la ESO y luego quiero ser policía nacional. Quiero ser policía porque quiero cambiar algo, quiero ayudar a los inmigrantes. Ahora mismo no trabajo y lo que necesito es un trabajo, alguien que me contrate. He repartido mi currículum a todos los bares, a todos los sitios, y estoy esperando que me llamen pero con esto del covid todo está cerrado. Yo cualquier cosa que me venga está bien porque yo aprendo rápido, si me das un trabajo lo termino”.
“Ahora mismo estoy bien, estoy orgulloso de mí mismo porque he llegado a este punto porque hace cinco años yo era nada”.
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Juan Calderón
Hicham
Es un héroe y que forma de transmitir su experiencia. Ya es todo un hombre. Mientras tanto se busca esos personajes que prestan escucha activa, con mucha empatia y amor.
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