“Me llamo Sergio Ramos”. Nos miramos y soltamos una carcajada. Y eso que él debe estar harto de las bromitas con su nombre. “Bueno, aún hay más, me llamo Sergio Ramos García y el segundo apellido del futbolista también es García”, dice con otra carcajada.
–Dime que al menos te gusta el fútbol…
–Sí, sí y además soy del Madrid.
–Menos mal.
–He tenido muchas anécdotas con mi nombre. Una amiga de la universidad, con la que me juntaba siempre para hacer los trabajos, se llamaba Jennifer López. Así que estábamos siempre juntos Sergio Ramos y Jennifer López– dice con una sonrisa divertida que termina en una nueva carcajada.
Así es Sergio Ramos García, el que no es futbolista: risueño, agradecido, afectuoso, comprensivo y, sobre todo, positivo.
Sergio tiene 25 años y es de Alcalá de Henares (Madrid). “Estoy interesado en hablar contigo para dar visibilidad a las personas de salud mental con mi historia personal. Solo dime qué hay que hacer y nos ponemos manos a la obra”.
Eso fue lo primero que me dijo Sergio antes de conocernos y ponernos manos a la obra.
Salud mental: algunos diagnósticos encajan y otros no
Sergio tiene varios diagnósticos. Se los hicieron personas diferentes en lugares y momentos distintos. “El primero fue Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) en el verano de 2013, pero luego resultó que no era”. Sergio era el primero al que no le cuadraba ese diagnóstico. “Yo les decía que a mí lo que me pasaba es que escuchaba cosas, no que se me repetían palabras en la cabeza”. El segundo diagnóstico fue brote psicótico. “A mí me ha dado una vez solo”. Después llegó el tercer diagnóstico: esquizofrenia. “No me siento nada de acuerdo con ese diagnóstico porque yo no me veo como una persona crónica. Me veo que me estoy recuperando, que no voy a estar toda la vida así”. Por este motivo el único diagnóstico con el que está de acuerdo es el de brote psicótico porque “no implica cronicidad. Puedes vivir una vida plena y normal, recuperarte”.
El brote psicótico condiciona su vida de cara al exterior en cuanto a que “no estás una noche de fiesta y le dices a alguien que tienes brote psicótico”, dice riéndose. “No puedo ir exhibiéndolo por las buenas porque igual se alejan de mí porque tienen miedo. Si no es una persona de confianza, lo tengo que esconder. No me importa que se sepa si puedo explicarlo como estoy haciendo contigo ahora. Pero es verdad que el estigma está ahí. Por ejemplo, yo a mi novia la conocí en el grupo de apoyo mutuo y su madre tenía esos prejuicios; que a ver si me tomaba la medicación, que a ver si le iba a hacer algo… Que lo entiendo porque es el estigma que hay”.
Qué es un brote psicótico
“Como decía un compañero que estuvo conmigo en la Unidad de Atención Temprana, todo empieza con un prebrote”. Sergio empezó a notar poco a poco que la gente le leía el pensamiento. “Pero estás en la época en la que lo ves normal, no eres consciente de lo que te pasa”. Lo interpretaba como una característica suya. Esto es algo que todavía hoy le ocurre, con la diferencia de que “ya tengo las tablas necesarias para decir que sé lo que me pasa y que puedo controlarlo. Yo vivo con eso todos los días y aprendo a manejarlo. Muchas veces esa es la base: aprendes lo que eres, aprendes a no sufrir en demasía y a manejarte. Es un proceso vital que no es solo por tener una enfermedad mental, es aprender a gestionarse uno con uno mismo”.
Volvemos al prebrote. “Me leen el pensamiento, responden a lo que tú piensas y luego me llegaron las voces”. Así de primeras Sergio no sabía que oía voces. “Como te pasa que todo el mundo te lee el pensamiento, oyes tres voces y te crees que son de verdad”. Con las tres voces comienza la época de paranoia. “Empiezas a notar que oyes las voces en todos lados –las oye hasta que se duerme– y entra la paranoia: pensaba que esta gente –las voces– me seguía. Veía desde la ventana de mi habitación un coche aparcado en el mismo sitio y pensaba: ahí están esos tres que me están espiando y saben lo que pienso. A día de hoy todavía me pasa, es como un resorte que tienes”. Ahora Sergio piensa que la gente del barrio sabe que está haciendo esta entrevista, “pero digo: tranquilo, que ya sabes de qué viene esto. Es lo que te decía de aprender a manejarse”.
Sergio estaba estudiando Magisterio de Educación Infantil Bilingüe cuando le dio el brote psicótico. Acababa de terminar el segundo curso. Nunca acabó la carrera. “Te empiezas a notar raro, sabes que te pasa algo pero no sabes qué. Luego vienen las voces y las paranoias, y cambia por completo tu vida. Empezaba a notar que tenía una vida hecha y de golpe ¡boom!”, dice con un golpe de sus manos.
Acoso escolar y salud mental
Sergio dice lo de que empezaba a notar que tenía una vida hecha porque en la universidad su vida mejoró. Sergio había sufrido acoso escolar. Acoso que desapareció, para su alegría, en la universidad. Sin embargo, con la llegada de las voces y las paranoias “era como volver a mi fase de acoso escolar. El tema del acoso escolar es tan amplio… Desde chiquitito, en Primaria, yo era objeto de muchas bromas y no me sentía bien con las bromas. Me llamaban cuatro ojos, empollón, los típicos clichés. Son bromas que a ti no te hacen ni puta gracia”.
La cosa se complicó todavía más con la llegada de la ESO. “Es el clima de competitividad y hormonas adolescentes, sobre todo entre los hombres… Yo notaba que ese juego no me gustaba. Yo quería ir a mi bola, me quedé apartado y ya no era del grupo de los normales, por decirlo así”. El punto álgido llegó en 3º de ESO. “Se metían conmigo como costumbre. Muchas más bromas. Eso por dentro me fastidiaba un montón y se me quitaban las ganas de ir a clase. Collejas que vuelan… a mí eso no me molaba un pelo”.
Sergio, como tantos otros, callaba. “Lo llevas por dentro, no lo sacas. No se lo decía a nadie. Mis padres me preguntaban qué tal en el clase y yo: bien, bien. Me preguntaban si tenía deberes y yo les decía que no. Y cogía la consola, que era mi vía de escape, mi anestesia. Me tiraba hasta altas horas de la noche jugando”. La consola era su método para no tener que pensar en lo que estaba viviendo. “A lo mejor no era ni feliz jugando, pero era mi anestesia. También usaba la videoconsola para intentar conectar con la gente, yo no me veía como lo demás. Me costaba interaccionar un montón y eso es fruto del acoso escolar que vivía, lógicamente”.
Cuando en la universidad desapareció el acoso escolar todo cambió. Sergio estaba convencido de que había dejado atrás esos años horribles. Pero no fue así porque “me lo quedé todo dentro”. El acoso escolar “se queda un poco olvidado hasta el brote psicótico. Y es que las carencias que te crea el acoso escolar y la culpabilidad hacia ti mismo… Eso lo he visto luego en las terapias. Me sentía culpable de lo que pasó. Cuando empecé a hacer terapia, empecé a analizar el cariz de las voces. Las voces lo que hacían era echarme la culpa. Me decían cosas como ‘eres un gilipollas por lo que te han hecho’. Empecé a relacionar todo lo que había sentido en el acoso escolar… y todo eso lo había convertido en voces”.
Oír voces
“Empecé a oír voces con 20 años”.
–¿Tuviste miedo?
–Puf, muchísimo miedo, sobre todo cuando me di cuenta de que eran voces. Voces desconocidas, pero eran voces.
Por un lado está el miedo enorme que sentía Sergio cuando empezó a sentir que lo estaban espiando, que las voces no le dejaban en todo el día: “Sientes miedo porque es como si te persiguieran”. Por otro lado está el miedo no menos intenso que sintió cuando fue consciente de que lo que oía eran voces. “Me acuerdo de la noche que me di cuenta. Yo solo pensaba: Joder, oigo voces y esto de toda la vida es esquizofrenia. Es que estoy loco, verás, tengo esquizofrenia, joder”.
Un tiempo después Sergio se preguntó: “¿Entonces todo lo que vivido hasta ahora era mentira? ¿Lo que he estado viviendo hasta ahora no era real? Y coges un miedo que te cagas”. Ese miedo disminuye cuando pasa el tiempo, llega la ayuda externa y “aprendes a obviar esa franja de real o no real. Yo sé que vivo estas cosas y hay muchas personas que no, pero que otras sí. Por lo menos ya no tengo ese choque del principio de preguntarte: ¿Todo esto ha sido real? Eso ya te quita mucho peso porque lo tratas como una cosa de tu día a día. Te acostumbras a vivir con ello poco a poco, a manejarlo, y se te va quitando el miedo. Como en todo hay un proceso”.
Sergio siempre oye las mismas tres voces, no cambian. Esto de oír voces “tiene mucho que ver con las emociones. Si te metes un enfado del copón, te pueden venir, por ejemplo. Y las voces te dicen entonces que el enfado ha sido por tu culpa”.
Aprender a manejar el brote psicótico
Como dice Sergio, esto es un proceso. Él ha pasado por distintos momentos. Por ejemplo, “con la paranoia de que me espiaban, cogí mucho miedo a salir a la calle”. Sus padres lo animaban a hacerlo hasta que un verano decidió que tenía que salir. “Pensé que a las 16:00 no hay nadie en la calle, así que empecé a salir y daba un paseo rápido de 10 minutos por este parque en el que estamos ahora”. En este parque hoy vamos a estar horas hablando y haciendo fotos, por eso lo ha elegido. Hace unos años recorría este lugar a la carrera, con el miedo metido en el cuerpo hasta que volvía a casa.
“Estaba en una etapa que ves que no hay salida, ¿sabes?”. Pero fue saliendo haciendo cosas a regañadientes que sabía que podían irle bien, como esos rápidos paseos por el parque. “Luego ya pasas a decidir y pensar tú, con la ayuda terapéutica, las cosas que me pueden ir bien para ir avanzando y que no me supongan un esfuerzo terrible… dentro del esfuerzo que es vivir todos los días con esto, claro”, dice con una sonrisa.
Sus padres, por ejemplo, lo animan a hacer deporte. Siempre fue un chico deportista, pero ahora ya no. “Yo les explico lo agotado mentalmente que acabo muchos días. Cuando se va acabando el día, con todas las cosas que tienes en la cabeza y que tienes que gestionar, ‘¿vosotros sabéis el cansancio mental que yo tengo ahora mismo?’, les pregunto”.
Salud mental: el proceso por el que pasa la familia
“Mis padres vivieron un proceso. Al principio no entendían lo que me pasa y se ceñían a lo que veían: ‘Este hijo mío ha pasado de estar estudiando a no hacer nada, es un vago’. Gracias a la terapia familiar aprenden los dos lados. Tú a comunicarte con tus padres para que te entiendan y tus padres aprenden a ir viendo las cosas según tú se las vas explicando. Los cambios se van notando poco a poco, pero se van notando. Te tiras un día en la cama y ya no piensan que eres un vago, sino que hoy estás peor”.
Sucedió también con la discapacidad. “Yo no me sentía con discapacidad, pero el educador social me explicó las ventajas que podía tener y por eso la pedí”. Sergio tenía miedo de que le dieran una discapacidad muy alta porque no quería que condicionara su vida. “Con esquizofrenia te dan directamente un 65%, creo que es. Yo pedí que se revisara mi situación y me pusieron psicosis no especificada, que es como más global que la esquizofrenia y a efectos de discapacidad tengo un 39%, que no es tan condicionante como el 65%”. Sin embargo, el padre de Sergio le dijo que se quedara con el 65% de discapacidad para optar a una pensión y que así él no tuviera que pagarle las cosas. “A mí me importa una leche que no me paguen una pensión”. Su padre dijo eso en un momento familiar que Sergio define como de “más fricción”. En los primeros años “los padres tienden a analizar lo que se ve desde fuera y no lo que a la persona le pasa por dentro. Es ahí cuando ven que eres un vago porque no haces nada. Pero lo que no ven es lo que te pasa por dentro”. Cuando sus padres empezaron a ir a terapia familiar como parte del proceso «entendieron que me pasaban las cosas por algo. Por eso lo de la pensión no se lo tengo en cuenta a mi padre porque no tenía conciencia entonces de lo que me pasaba”.
Salud mental: la medicación como parte del proceso
“Yo sí me medico. La medicación afecta a muchas cosas, pero en mi caso estoy a favor, aunque en su justa medida”. Sergio dice que ha estado en tres fases. La primera es la de “ultramedicado. Y te tengo que decir que no sirve para nada porque te hace no ser persona e ir zombi por la vida. Vas andando por tu casa sin saber dónde vas”, dice con una carcajada.
“Ahora estoy en la fase en la que estoy contento con la medicación que tomo porque ha habido una bajada y me permite hacer las cosas que quiero hacer. No estoy con la cabeza en Babia, por decirlo así”. La tercera fase es la de hacer experimentos, que pueden ser por cuenta propia o controlados por el psiquiatra. “He hecho experimentos con el psiquiatra, que es la bajada de medicación que he hecho ahora, pero también está cuando lo haces por libre, por tu cuenta y riesgo. Es cuando dices: qué bien me encuentro, me voy a dejar de tomar esta pastilla… Puede ir bien o mal. En mi caso me ha ido mal muchas veces y se vuelve todo más fuerte”.
Así pues “yo apoyo la medicación, pero en su justa medida. Y si se puede llegar a quitar, pues que se quite”.
Cuando la gente te tiene miedo
Recuperamos el tema de provocar miedo en los demás. “Como ya te he dicho, la primera respuesta de la gente tiende ser a alejarse un poco si no se lo explicas tal y como te lo estoy explicando a ti. Si no es muy difícil que no sientan miedo”. Sergio se centra en el porqué de ese miedo. “El estigma, el no entendimiento. Es una cosa que ellos no comprenden y el miedo a lo desconocido lo tenemos todos. No me centro en que causo miedo, sino en que puedo entender ese miedo. La cuestión es qué puedo hacer yo. No justifico ese miedo, pero lo entiendo. Yo soy de las personas que dicen que para combatir el estigma te tienes que quitar el autoestigma. A mí me pasa esto, pero yo siento que puedo explicarlo y que se me puede entender».
–¿Y qué podemos hacer como sociedad para vencer ese miedo?
–Estar abiertos a que existen muchísimas formas de ver la vida que no son la manera que se dice normal. Que hagas el esfuerzo por entenderme. Se requiere cambio por las dos partes –dice con otra de sus sonrisas.
A Sergio le duele cada vez que la prensa relaciona salud mental y violencia. “No es cierto que las personas con trastornos mentales sean más agresivas ni tengan más probabilidades de cometer actos violentos que las personas sin estos problemas. De hecho, ocurre en más ocasiones que este colectivo es víctima de agresiones, malos tratos y abusos que responsable de un acto violento”.
Un día hablando con su psiquiatra salió el tema de los crímenes y le preguntó si le preocupaba. El psiquiatra le dio cifras bajas de participación en crímenes de personas relacionadas con el mundo de la salud mental. Por otro lado, el presidente de la Confederación Salud Mental España, Nel A. González Zapico, publicó en febrero una carta abierta a los medios donde afirmaba cosas como: “La creencia generalizada de que los problemas de salud mental están íntimamente relacionados con la violencia no tiene base científica alguna”.
Los deseos de un psicótico
A Sergio le entusiasma la música. “Solo te digo que si paso un día sin escucharla, ese día no tiene sentido. Ya ves que vengo con los cascos y todo”, y suelta una carcajada. “Es mi manera de expresarme. Me ha ayudado mucho también”. Sergio escucha todo tipo de música, lo único que no soporta es el reguetón y el trap latino.
Es DJ de música electrónica desde los 19 años. Se llama Sergej Mikkel Sen. “El carácter que yo le asigno a la electrónica es que hay muchas canciones que te hacen venirte arriba, es una música muy motivadora. Y te pones a bailar o a saltar cuando estás solo en casa. Eso que todo el mundo hace y que nadie cuenta”, suelta a la vez que otra carcajada.
“Tengo sueños profesionales y de realización como persona. Me gustaría poder vivir de DJ, pero no te hablo de ser famoso, sino de vivir tranquilamente. Yo no quiero ser una súper estrella”. Entre los sueños de Sergio también está volver a la universidad. Quería acabar la carrera, pero ha habido cambio de planes. Sergio afirma que le ha encontrado sentido a tanto sufrimiento. “Hace poco el sentido que le encontré es que yo ahora quiero hacer Educación Social. Solo con vivir lo que he vivido y las terapias que he hecho, creo que estoy más capacitado para ser educador social. Me pregunté: ¿Y si aprovecho lo que me ha dado la vida?”.
Por otro lado, Sergio también cree que todos sufrimos en la vida “y poder extraer partes positivas de esas experiencias reconforta mucho. Cómo entenderíamos lo bueno si no hubiéramos sufrido”, pregunta retóricamente. “Todo lo que he vivido y el proceso de recuperación que he hecho y hago… La vida te ha dado un palo de cojones, pero estoy saliendo. Por eso tengo el sueño de devolver toda la ayuda que se me ha dado con la terapia siendo educador social en salud mental. Siento que lo que yo he hecho, mi proceso de recuperación, lo puede hacer más gente. También me conllevaría mucha angustia porque tienes que soportar muchas cosas en un trabajo así, pero me gustaría muchísimo poder hacerlo”.
Ganarse la vida como DJ y educador social, he ahí el reto. Para estudiar Educación Social va a aprovechar los beneficios que le da la discapacidad. “Quiero estudiar la carrera por la UNED, gracias a la discapacidad no tengo que pagar un duro y eso me viene genial. Además, estar en una clase con las voces que oigo, me va a crear desasosiego. Así que poder hacerlo a distancia, facilita”.
Su deseo de ayudar a otros se hace patente también en el motivo por el que Sergio ha querido compartir su historia: siente que tiene una responsabilidad. “Entiendo que hay mucha gente que vive este tipo de cosas y siente tanto miedo que es incapaz de hablar de ello. Hablo por esas personas que no pueden hacerlo, lo vamos a intentar nosotros, los que vamos pudiendo hablar de ello. Muchas veces las personas no hablan lo suficiente porque sienten que no van a ser entendidas y se encierran en sí mismas. Por eso necesitamos de apoyo y de entendimiento”.
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Ana Estrella Hernandez Munilla
Sergio una gran persona , sincero noble , y solidario gracias por sacar fuera de ti ese problema que vivis muchas personas para ayudarles.
Tu entrevista nos ayuda a conocer estos problemas que ignoramos aunque los tengamos al lado. Gracias.
Maite
Te sigo siempre, me encantan tus historiad y asi conocer otros mundos desde la persona que los vive. Gracias Sergio por exponer tu vida para que se entienda y gracias Winnie por escribirla.
Winnie
¡Millones de gracias, Maite, tú también compartiste mucho!
Sergio Ramos
Gracias a vosotras por leerlo!
Estaré al tanto para contestar a la gente que va escribiendo, por si tienen alguna duda o quieren plantear algo.
Gracias sobre todo a Winnie por dar visibilidad y la posibilidad de contar mi historia!
Un saludo! 😉
Winnie
¡Un placer, don Sergio!
Andrea
Me he sentido identificada contigo yo también escucho voces que son 205 y no todas son buenas
Winnie
Gracias por compartir, Andrea
Mari carmen
Un ejemplo de Ilusión, esperanza y un mensaje final “ hablando por esas personas que no pueden hacerlo” . … TODAVÍA. Pura generosidad, Sergio!!!! BRAVO 😘
Elena
Sergio, una persona a la que aprecio me ha confesado que oye voces y que no quiere oírlas. ¿Qué podría decirle?