“Soy Torro Osten. Tengo 34 años, soy gay y soy de Moscú”.
“Torro Osten es mi nombre artístico. No quiero usar mi nombre real porque tengo miedo de que lo que diga pueda ser usado en mi contra porque estoy esperando la resolución de mis papeles de refugiado. También me preocupa que puedan deportarme. Lo hago por seguridad, preocupación. Me da miedo también que lo que diga pueda ser usado contra mi hermano o contra mi familia, mis amigos. Como ruso he vivido escondiendo quien soy y creo que siempre voy a tener ese miedo”.
“Tengo un piso en Moscú y me da miedo que me lo confisquen. Siempre piensas que las cosas pueden mejorar pero no. Es un cáncer que tenemos hace mucho tiempo y crece, crece, crece. No es seguro estar allí”.
Estamos teniendo esta conversación en inglés.
“Voy a clase de español cada día gracias a Cear. Somos gente de distintos países, los profesores son muy buenos. Entiendo el español pero si lo hablo me bloqueo después de un rato y no sé seguir”.
“No estoy aprendiendo rápido el idioma. Se supone que iba a quedarme en Francia, pero al final vine aquí. Sé que debería esforzarme, pero al principio puse mi salud mental lo primero”.
Rusia: normalizar el miedo
“Me fui de Rusia el 10 de mayo de 2022. Cada año Moscú es más peligroso. Cuando la policía empezó a preguntarme por mis amigos: por su sexualidad, dónde trabajaban, con quién se veían… dije me tengo que ir. Sientes que no es seguro. Allí no tenía futuro por ser gay”.
“Moscú hace cinco o seis años era más seguro. No era el paraíso como aquí, pero se podía vivir. Ahora hay miedo. Hice bien en irme. Allí no puedes vivir abiertamente como una persona gay. Yo era activista y eso puede traer problemas a mis amigos y mi familia. Ese era mi mayor miedo”.
“Me fui también porque me podían llamar para la guerra (de Ucrania). Yo soy pacifista, soy antiguerra. Además tengo parientes en Odesa. Es una guerra de hermanos contra hermanos”.
“En Moscú hay gente buena también, pero se normaliza la violencia. Allí no ves personas con discapacidad por la calle. No es normal ver a gente diferente. Todo lo que sea único tienes que esconderlo. Te acostumbras a vivir con miedo, simplemente no te das cuenta. Si descubren que eres gay te van a ridiculizar, vas a perder el trabajo, te van a chantajear. Te acostumbras y crees que es lo normal. Aquí te das cuenta de que no es humano aquello”.
“Salí del armario con 17 y a mis padres casi les dio algo. Yo también me asusté y me fui de casa. Tengo amigos que ya desde entonces me ayudaron porque no tienes cerebro con 17 años. Estudiaba Ciencias Políticas. Ahora la relación con mis padres es buena”.
“Me dieron visado para Francia. Lo primero fue ir en autobús a Georgia y de ahí a Francia. Uno de mis amigos, que es como familia, se había venido a España y me dijo que viniera yo también, que aquí era más fácil. Así que me vine”.
“Venimos pidiendo ayuda para ser parte también de la sociedad”.
Valencia: suicidio
“En Valencia estaba una comunidad rusa grande mayoritariamente gay. Solicité el estatuto de refugiado. El problema es la tarjeta roja. Los seis primeros meses no podía trabajar. El sistema me dice que no me preocupe, que puedo tener ayudas del Estado, pero yo no quiero eso, quiero ser productivo, quiero integrarme y ser parte de la sociedad. Necesito ayuda pero no quiero abusar de esa ayuda”.
“Me di cuenta de que mis estudios de Políticas y mi profesión de fotógrafo eran una mierda aquí. Pensé vale, voy a trabajar con las manos, voy a recoger naranjas, pero me dijeron no. No podía trabajar hasta tener la tarjeta roja. Me convertí en pobre. Mi familia me ayudó”.
“A Valencia llegué a finales de 2022 y me sentí estancado. Fue difícil. Empecé a beber mucho. Quería trabajar y no podía. Tenía la barrera del lenguaje. No tenía respuesta a la petición de refugiado. Estrés. Soy una persona que ha trabajado toda su vida, que tenía un apartamento, que tenía cierta estabilidad y te das cuenta de que todo es inútil. Sentí que no tenía futuro. Para mí no es un problema ser refugiado. El problema es estar lejos de viajar, de trabajar, de ser una persona normal. Mi abuela murió. Otra gente significativa en mi vida murió y no pude ir a los funerales. Me di cuenta de que solo me podría despedir de ellos cuando volviera a Rusia, que podría ser en diez o doce años… No estoy allí para ayudar a mi familia y amigos. No voy a estar para ayudar a mis padres cuando ellos me han ayudado a mí. Los refugiados no tenemos un lugar al que volver”.
“Traté de saltar de un puente. No lo hice, me paró un vigilante de seguridad. No recuerdo mucho. Pedí ayuda en el hospital. Llamé a la línea de suicidio. Cear me ayudó. Hablo abiertamente del suicidio porque creo que es importante”.
“Después de un año en Valencia me mudé a Madrid”.
Madrid: trabajo
“En Valencia me sentí más solo, aquí vuelvo a tener el control de mi vida. Vivo en un apartamento con un compañero ruso. Tengo novio, él es de Granada pero vive en Madrid también”.
“La fotografía me sirve para expresar lo que siento y ahora también vuelve a ser mi trabajo. Hemos fundado unos amigos y yo una asociación: Queer Media. Tenemos también un proyecto que se llama Queer Art. El objetivo es trabajar con artistas lgtbiq+ y promover su arte. Estamos trabajando con otras asociaciones y organizando exposiciones en Madrid, una será en marzo y la otra en agosto. La mayoría somos refugiados, pero somos inclusivos: tenemos españoles, rusos, venezolanos. Queremos crear oportunidades para la sociedad española, pero trabajamos sin patrocinadores y todo es lento”.
“A veces me da pena porque en las manifestaciones dicen que los refugiados somos bienvenidos, pero luego oyes cosas como ¿puedes dejar de hablar de cosas de refugiados? La gente lo que quiere es ser feliz. Nosotros tenemos que esforzarnos por integrarnos, pero vosotros sed conscientes de que estamos”.
Madrid: espera
“Ahora estoy cansado pero en el buen sentido. Trabajo mucho. Me gustaría tener más dinero, los impuestos me matan, pero creo que soy feliz. Necesito más dinero como cualquier humano”, dice sonriendo. “La mayor limitación son los papeles y no saber después de dos años si los tendré o no. Necesito construir una vida. Dicen que te responden en dos años. Sé esperar, esperar, esperar. Todavía me pueden denegar la petición de asilo”.
“Yo lo que quiero es ser abierto, ir de la mano de mi pareja por la calle, darnos un beso. Quiero ser quien soy y no esconderme. No soy especial, quiero ser madrileño, ser parte de esta cultura. Me siento seguro en Madrid. Aquí no tengo miedo”.
“El papeleo hasta para los españoles es difícil. Para mí más por la lengua. Tengo miedo de equivocarme con los impuestos. Tengo miedo de la maquinaria gubernamental”.
“Es la primera vez que tengo una relación realmente significativa con una pareja y además me está ayudando mucho. Amo también a mi familia en Rusia y a mi familia gay rusa. El amor es algo que construyes. Vine aquí para amar a quien quisiera y no esconderme. Amo Madrid, venir ha sido la mejor decisión en mucho tiempo”.
“De aprendizaje me llevo que no soy especial y que está bien cometer errores. La cagamos y hacemos cosas estúpidas. Miro al futuro positivamente. Tengo miedos pero sé que puedo defenderme y lidiar con los problemas”.
“Sueño con tener estabilidad laboral y con viajar. Viajar es la normalidad para mí. También quiero tener mi propio apartamento y ser independiente. Me gustaría ser visto como un igual. Quiero estar tranquilo, le pido a España que me dé una oportunidad”.
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