“Yo soy como el personaje de Rossy de Palma en Toc Toc”, dice con una sonrisa. “El TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) viene de mi padre, aunque él decía que no tenía nada, que el que estaba tonto era yo. Antes te decían qué tío más maniático”.
Ángel Gil tiene 73 años y es de Yunquera de Henares (Guadalajara), vive en Madrid desde los 15.
TOC: desconfiar de tu cerebro
“El TOC es un problema que tiene un componente genético y el origen es un desarraigo neuronal, un proceso químico. Con el TOC desconfías de tu propio cerebro. No hay un tratamiento específico y mi psiquiatra dice que tengo un TOC que lo sé llevar porque al final te acostumbras a todo”.
“Todos los que tenemos TOC tenemos pensamientos invasivos. Por ejemplo, estoy viendo una película y dicen una frase tipo ‘vengo del hospital de ver a tal’. Entonces empiezo, Ángel, acuérdate de que tienes que ir al hospital. De ese pensamiento me sale otro conectado: anda, si el hospital es la semana que viene; anda, si me tengo que hacer un análisis; anda, si tengo un picor en la pierna y puedo aprovechar para decirlo; anda, si tengo que ir al endocrino… Empiezo a hilar una cosa con otra y mi mente empieza a elucubrar. Se me calienta de tal manera la cabeza… pero sientes que si no tienes esos pensamientos algo malo te va a suceder. Si no me sacrifico pensando, repitiéndolo mentalmente o verbalizándolo, puedo tener un problema muy grande”.
“Ahora no tengo tantos pensamientos invasivos porque creo que como dedico tanto tiempo a los rituales… Me pasa más el tema de la verificación y de la higiene. La higiene es obsesión por la limpieza y terror a los gérmenes. Me aterra pensar que puedo estar invadido en mi interior de gérmenes. El cerebro es muy traicionero. Cuando era joven tenía esto menos que ahora, que me llevo champú antiparasitario a la piscina, me lo he llegado a llevar también a la peluquería. Me asusta mi propio cerebro, que me diga que tengo picores o algo así. Te da por pensar y es muy fatigante”.
“Estoy contigo y parece que estoy con la psicóloga. Debes pensar este tío está loco, cuántas cosas raras te estoy contando”, dice con una sonrisa de preocupación. Le digo que teniendo TOC lo que me llamaría la atención es que no hiciera cosas así y de paso aprovechamos para reírnos un poco.
TOC: comprobaciones, rituales
“Mi TOC es más bien de comprobaciones, chequeos. La verificación es lo que más me perturba. ¿Ay, he cerrado la puerta de mi casa? Y vuelves veinte veces. No estás seguro de que tu cerebro no te engañe y necesitas tú, por encima de tu cerebro, repetir la comprobación varias veces. Hay un temor de que algo pueda suceder si no lo haces, sabes que es una tontería pero también sabes que te quedas más tranquilo haciéndolo”.
“Las comprobaciones en mi casa son las conectadas con el riesgo, con el miedo a que suceda algo: electricidad, inundación, asalto. En la electricidad: ¿hay algo enchufado? ¿hay algo que me puede dar calambre? En lo relacionado con la inundación: ¿he cerrado los grifos? ¿he comprobado los radiadores? Y en el asalto: ¿he cerrado la puerta? ¿he cerrado las ventanas? Si sucumbes al ritual de ir a comprobarlo todo, te quedas tranquilo hasta que luego te va a venir otra cosa. La tranquilidad nunca existe”.
“Por eso es muy fácil que yo llegue tarde –hoy ha hecho todo lo posible y ha conseguido llegar puntual a nuestra cita–. Las comprobaciones me pueden, me retrasan. ¿Por qué si estoy en mi casa y salgo de la cocina para ir la televisión tengo que volver otra vez a la cocina para ver si he desenchufado todo? Normalmente tengo que volver tres veces. De tres veces no suele pasar”.
“Además siempre tienes muchas opciones en la cabeza: qué tren cojo, el de las siete o el de las siete y media. Ah, y por qué no cojo mejor el autobús… Entonces mi cerebro se empieza a llenar de opciones y es un caos”.
“También hay rituales de hacer las cosas en un orden. Por ejemplo, me levanto y no me siento seguro si no lo hago así: levantarte, preparar una manzanilla, luego boldo, luego café, luego noticias, luego WhatsApp… Y todo porque los rituales te tranquilizan. Tu mente te recompensa momentáneamente. Piensas que si sigues un cierto orden no se te va a escapar nada porque si se te escapa algo en el camino puede ser peligroso. Aunque sabes en el fondo que no pasa nada, sucumbes a eso. Mi psiquiatra me decía, sigue haciendo los rituales, pero ahora haz dos veces en vez de tres, resístete a hacer el tercero”.
“Principalmente mis rituales son dentro de casa, aunque fuera también tengo, por ejemplo, no tener a nadie detrás”, me dice mientras charlamos en un bar. Él está sentado en una silla que está pegada a la pared, por lo que no tiene a nadie detrás ni posibilidad de tenerlo. “Soy un cinéfilo y siempre me sentaba en el cine en última fila. A veces no sé si llamarlos rituales o manías. Esto te aleja de la gente”.
“Cada vez me sucede con más frecuencia la sensación de pérdida de tiempo, de que no me cunde por el tiempo que pierdo considerando las cosas, rumiándolas por el TOC y por los rituales y comprobaciones. También tengo la sensación de que no vivo el presente, sino siempre la preparación del futuro inmediato. El TOC es un proceso que se salta el presente, estás anticipando constantemente, sientes que el presente no existe, siempre considerando lo que voy a hacer, cómo lo voy a hacer… Programas las cosas, piensas mucho en las distintas posibilidades y eso también te acaba dando una cierta tranquilidad, aunque sabes que estás sucumbiendo al TOC. Caer en estos análisis obsesivos compulsivos, aunque sean cosas pequeñas que no merecen tanta consideración, me tranquiliza y me da una cierta paz, me calma”.
Exorcismos y diagnóstico
“Antes no lograba entender qué me pasaba, pero siempre he sabido que tenía algo. Me llegué a hacer un exorcismo, bueno, dos. El primero me lo hizo un cura anglicano en Inglaterra. Yo estaba con depresión y la depresión me condujo a él. En la actualidad creo que el tipo era un fraude. Entonces me lo creí porque me dejé llevar y al principio me funcionó muy bien. Me funcionó muy bien hasta que dejó de funcionarme, claro. Probablemente me funcionó porque me había sugestionado- Siempre he sido aficionado a las ciencias ocultas y por eso busqué lo del exorcismo. Después me hicieron otro en Madrid. Allí me dijeron, no tienes nada, lo que sea, será psíquico, así que ve al psiquiatra”.
“Y acabé en un psiquiatra que creo que era del Opus Dei. Siempre he sido agnóstico y el psiquiatra llevó mi caso al terreno de la homosexualidad, sin nombrarlo si quiera, claro. Y la homosexualidad para mí nunca ha sido un problema, yo sabía que no era eso porque afortunadamente nunca he tenido que enfrentarme, siempre me han dejado vivir a mi aire, no se han metido. No es que fuera aprobación por parte de mi familia, sino más bien indiferentes. Nunca hubiera ido a un psiquiatra por eso”, dice riéndose.
“Pasaron los años y tengo un amigo finlandés que vive en Madrid. Una vez vino su hermana, que trabajaba en un hospital en Finlandia y conocía los síntomas del TOC. Ella fue la que me dijo, tú tienes TOC, tienes que ir al psicólogo. Fui al único centro de TOC que había en Madrid, en el Ramón y Cajal, y me diagnosticó un psiquiatra experto. Tenía entonces 50 años o así”.
“Gracias al diagnóstico pude llevar un certificado al trabajo porque siempre llegaba tarde. Posiblemente era la persona que se despertaba antes pero tenía que volver un montón de veces para hacer las comprobaciones. Trabajaba en una multinacional y me estresaba pero me hacía olvidarme de todo, vivía muy deprisa. La parte buena es que me hacía olvidarme un poco del TOC. Eso ha cambiado desde que me jubilé, que me quedé más ancho que largo, pero desde entonces el TOC me ha aumentado mucho. Ya me dijo mi psiquiatra, te puede venir bien jubilarte pero vas a estar en tu casa como si tuvieras un hijo tonto”.
“Con la edad te aíslas, la gente que no quiere estar sola sufre mucho, pero a mí me gusta estar solo, vivir a mi aire: leer, ver películas, escribir, estas cosas me encantan, no tengo tiempo de aburrirme, lo que tengo es falta de tiempo. Tengo buenos amigos y vida social, aunque tenía más antes de la pandemia. A la semana salgo tres o cuatro veces. Aparte del TOC tengo muchos problemas de salud de poca monta. Mentalmente no me considero mayor. Me sigue gustando lo mismo: los grandes mitos, estrellas de cine, aunque creo que si no hubiera tenido TOC estaría más feliz”.
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