“Pues lo agendo, a ver si no se me olvida”, me dice Ana cuando hablamos por teléfono para quedar. El día anterior a nuestra cita le escribí para recordárselo y apareció puntual, incluso antes de tiempo. “Para mí quedar contigo era algo importante, pero si después de esto quedamos más veces puede pasar cualquier cosa…”.
“Soy Ana Gómez, tengo 44 años, soy de Madrid y tengo TDAH. El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad es un trastorno neurobiológico que se basa en síntomas de inatención, hiperactividad e impulsividad. A mi juicio el nombre no le hace justicia porque las dificultades van más allá de lo que dicen las siglas. Las siglas limitan, hay mucho más detrás. Las siglas no hablan de la impulsividad, por ejemplo, y para mí es lo más importante. La impulsividad nos hace no poder gestionar cosas a nivel emocional y tampoco cosas básicas de la vida. No es una cuestión solo de estar despistado y no parar de moverte”.
Aprovecho para decirle que ella no se está moviendo. “Bueno, pero si te fijas estoy venga a tocar la botella de agua que he traído”.
Según la Organización Mundial de la Salud, el 4% de la población mundial tiene TDAH.
Impulsividad y déficit de atención: el caos
“Para mí el déficit de atención está generado por la impulsividad. Una persona que no tiene TDAH es capaz de ignorar los estímulos no importantes y quedarse con el importante. Nosotros no podemos. No podemos discriminar al profesor de los gritos que se oyen en la calle, por ejemplo. No filtramos los estímulos y atendemos a todos a la vez. No podemos inhibir ese impulso de atender a todo y eso se traduce en inatención, pero en realidad estamos atendiendo a todo. Otro ejemplo, si vas a pedir en un restaurante, estás intentando escuchar lo que te está preguntando el camarero pero estás escuchando también a la persona que está pidiendo al lado y a lo que está hablando el de detrás. Deberías eliminar estímulos que no te interesan, pero no podemos y al final no te enteras de nada”.
“A nivel emocional hay dificultad a la hora de inhibir el impulso a algo que me esté molestando, por ejemplo. No tenemos ese control y saltas. La emoción está por encima del comportamiento y dices cosas indebidas. Y también afecta mucho a la vida diaria: citas, tareas del hogar, recibos. Son cosas muy básicas pero el nivel organizativo es absolutamente caótico. No se me olvida sacar a los perros porque ellos me lo recuerdan, pero sí me pasa de llegar a casa y que no tengan agua”.
“La lavadora es mi perdición”, dice con una sonrisa triste. “Requiere una serie de fases que soy incapaz de completar, tengo posibilidad de fallar en cualquiera de ellas. Lo primero es acordarte de que tienes que ponerla y si me acuerdo de ponerla, luego no me acuerdo de sacarla y la ropa se puede pasar días dentro. Si me acuerdo de sacarla para tender, puedo dejarla en cualquier sitio antes de llegar al tendedero. Y si llego al tendedero y consigo tenderla, se me olvida quitarla. Tiendo en una terraza que hay en la parte de arriba de mi casa y con TDAH cuando no ves algo, no existe. Son tantos pasos, es una pesadilla. Yo querría hacerlo y no soy capaz, me molesta no poder hacerlo, mi vida sería más fácil si pudiera y no me sentiría mal o inútil. Para que te hagas una idea, mi lavadora cuando termina canta un montón, es casi como una sonata de Bach”, dice riéndose. Ana me canta la canción y doy fe, es la misma lavadora que tiene mi madre y la melodía de fin de lavado dura exactamente veinticinco segundos. “Yo la escucho y digo ay, ahora voy. Eso es lo que no me puedo permitir, tengo que decir ya voy. Pero cuesta mucho el voy ya, y sobre todo si tienes otra cosa que te está absorbiendo porque tenemos hiperfoco: nos pasa con cosas que captan nuestra atención y te olvidas del mundo. Entiendo que para la gente que no tiene TDAH esto es inconcebible. Ellos saben que tienen que sacar la ropa de la lavadora y yo también, pero soy incapaz de hacerlo. Tengo que ser consciente de que si no lo hago al momento, se borra de mi mente y me voy a dedicar a hacer otra cosa”.
“Se me ha olvidado el fuego mil veces. Hace dos años me quemé la mitad del cuerpo y acabé en la UCI, injertos, mil operaciones, una tragedia. Cuando cocino me pongo el reloj del horno porque soy incapaz de quedarme en la cocina mirando; esa mañana no lo puse y todavía no me había tomado la medicación. Tenía esa estrategia pero me olvidé… En la UCI pensaba soy imbécil, porque es que no te lo explicas. Aquello fue muy duro, me dejó trastorno por estrés postraumático. Te pasan factura los olvidos”.
“Me ha pasado de ir a por mis dos hijas al cole y volver solo con una. Y ya la gestión de tareas que son aburridas como el papeleo… Tengo multas y multas porque soy incapaz de pagar en plazo. Hoy me he propuesto recoger la cocina, veremos. La actitud es la de lo voy a hacer, tú puedes, pero la posibilidad de no hacerlo está ahí. Todo esto afecta a tu confianza porque quieres hacer algo pero no tienes claro que vayas a lograrlo. El TDAH limita en todo lo que tiene que ver con gestión y organización de tu vida. Es muy frustrante no poder hacerlo, ves que todo el mundo lo hace y tú no”.
Impulsividad e hiperactividad: el motor
“La hiperactividad es que no puedes inhibir la necesidad de moverte. Las niñas no suelen ser tan hiperactivas por fuera como los niños, pero por dentro tienen una hiperactividad brutal. Mi hija está medicada para esto desde sexto, es tremendo su nivel de ansiedad. Para mí también es una hiperactividad mental, un bombardeo de ideas, una cantidad de pensamientos que no puedes gestionar, es como un motor interno que te hace estar nervioso. A lo mejor por fuera no lo estás manifestando pero estás muy acelerada y eso genera ansiedad. La ansiedad forma parte de mi vida, tengo trastorno diagnosticado y en adultos no diagnosticados pasa bastante. La cuestión es por qué tienes ansiedad. Si se fijaran en qué lo está generando… es importante mirar por qué pasan las cosas”.
“No es lo mismo una persona diagnosticada de adulta que de niña porque yo llevo arrastrando una vida de hacer las cosas mal, llevo más lastre. Y el diagnóstico… es que solo entender qué te pasa es un avance. A mí la medicación me va muy bien, de hecho, gracias a la medicación estoy opositando y antes no podía. El saber qué te pasa te ayuda a entenderlo y a perdonarte. Estoy aprendiendo a estar en paz conmigo misma, pasar de estar pensando lo incapaz, lo inútil que soy y culpándote… salir de ahí es tremendo. Me siguen pasando cosas desde que tengo el diagnóstico: me dejo el coche abierto y me roban, pero ya no estoy una semana mal después de que pase algo así. Ahora intento pensar qué puedo hacer para que no vuelva a pasar, porque si no es un castigo vivir así”.
TDAH: diagnóstico tardío
“A mí me diagnosticaron hace once o doce años y fue un antes y un después. La mayoría de los adultos sabemos que tenemos TDAH por internet o por hablar con otros adultos y ahí ya vas al médico buscando el diagnóstico. Entonces el tipo que te ve te dice que tienes ansiedad o que has estado muy mimada y tienes depresión, como tantas veces me pasó a mí. Tienes que dar con el doctor que crea en el TDAH en adultos porque cada vez hay más médicos formados, pero siguen siendo muy poquitos. Cuando por fin te diagnostican y te medican bien todo mejora y a mí la ansiedad me bajó también. Ya no tomo ansiolíticos, que antes tomaba”.
“Mis hijas tienen TDAH las dos, cuando diagnosticaron a la primera empecé a leer y dije hostias, pero si soy yo. Unos lagrimones me caían, pero de alivio. Ya sé lo que me pasa, pensaba. Todo te cuadra: por qué me estrellé con el coche hace años… pues porque no giré en una curva porque me despisté. Así que el diagnóstico supone vidas. Hasta que no pagué una clínica privada especializada en TDAH no me diagnosticaron. Allí me dijeron lo tuyo es de libro. Con el diagnóstico me fui a la seguridad social porque no podía seguir pagando la privada y caí con la doctora Sevilla, experta en TDAH, es maravillosa y me ha cambiado la vida. Hizo hasta un grupo terapéutico de adultos con TDAH”.
“La doctora Sevilla nos animó a poner en marcha una asociación y así nació la Asociación Madrileña de Adultos con TDAH. Como todos tenemos TDAH, aquello es un cachondeo”, dice riéndose. “Fijamos reuniones y a la mayoría se nos olvidan. Pero bueno, hacemos lo que podemos y es importante que estemos. Simplemente hablar con la gente que nos llama y que no sabe qué hacer, hay tanta gente tan perdida. Apoyamos, empatizamos, los entendemos”.
“Y bueno, después de haber estudiado Magisterio, de TDAH solo sabía que era un niño que salta mucho, que se mueve mucho y que no atiende. Poco más sabía ¡y era maestra! Hasta que no diagnosticaron a mi hija nada, luego he hecho varios posgrados para formarme que me han venido también bien para entenderme”.
Incomprensión, indiferencia
“Cuando llego a los sitios siempre digo que tengo TDAH, primero para que me entiendan y segundo para que se sepa, para visibilizar. Cuando llego a un colegio y se lo digo a los compañeros recibo miradas escépticas. Les explico que si ven que se me olvida lo que sea, que sepan que no lo hago a mal y que, por favor me lo recuerden. En realidad les estoy pidiendo ayuda: si no te importa, recuérdamelo. No es una cuestión de descargar responsabilidades, sé que la responsabilidad es mía, pero si la gente te echa una mano todo es mejor”.
“Voy a ser comedida”, dice riéndose, “pero a la gente que dice que el TDAH es una moda les diría que ya desde 1800 se identificaban casos. Esto existe y todavía puede estar infradiagnosticado en adultos y en niñas en relación a niños. No se habla del TDAH en adultos porque mucha sintomatología coincide con cosas que le pasan a todo el mundo, la diferencia es la frecuencia y la intensidad. Las personas que no tienen TDAH tienen que darse cuenta de que a nosotros nos repercute en nuestra vida diaria, a ellos les puede afectar pero no les limita su día a día. Es muy fácil pensar que todo el mundo tiene un poco de TDAH y siempre digo que si una persona sin TDAH viviera uno solo de nuestros días no daba crédito. Y ni siquiera te hablo de vivir un mal día, sino uno normal. Porque un mal día… si te empiezas ya equivocando desde por la mañana te vas poniendo más nervioso y entonces te despistas todavía más”.
“También es muy fácil pensar que yo soy una vaga, que paso. Me he sentido incomprendida, hay cosas que no puedes hablar según con quien porque no merece la pena. Tú lo estás pasando mal por una cosa que el otro piensa que es una idiotez. Esto no pasa en el grupo de amigos con TDAH que tengo. Entiendo que es difícil de entender para quien no tiene TDAH, pero yo lo entiendo tanto… Recuerdo un día que una amiga estaba muy mal, quería limpiar la cocina y era incapaz. Le dije, vamos a hacer una videollamada y limpiamos las dos a la vez. Ella lloraba y lloraba porque llevaba días queriendo limpiar y no podía. Entonces lo hicimos juntas, bueno, ella limpió más que yo”, dice riéndose. “Esto no se lo puedes decir a cualquiera porque no lo va a entender”.
“Al final estás constantemente sintiéndote mal. La tendencia, la predisposición, es a cagarla, a sentir lo voy a hacer mal porque la experiencia me dice eso. Tu autoconcepto es horrible, siempre piensas que lo tuyo es un desastre. Cambiar el chip, la mentalidad, cuesta un montón y necesitas ayuda, tú sola no puedes. Ojalá hubiera tenido mucha terapia en mi vida, pero no he podido pagarlo. La seguridad social te trata cosas como el estrés postraumático que he tenido después del fuego, pero no algo crónico como el TDAH. Yo ahora estoy pagando los psicólogos de mis hijas, que les hacen mucha falta. También está la medicación, recomiendo probarlo pero no a todo el mundo le funciona igual. Si la medicación te va bien, te cambia la vida, es una ayuda muy grande, mi vida depende de que me tome eso. Me gasto más de doscientos euros mensuales en la medicación de mis hijas y en la mía, y eso que es por la seguridad social. Ha habido épocas en que no me he medicado porque no he podido pagarlo. Lo ideal sería que la medicación se combinara con terapias, pero eso es lo que no se hace”.
En el camino hacia la paz
“También veo tantas cosas buenas que el TDAH me aporta. Tengo una parte creativa brutal, como tengo bombardeo de ideas eso abarca muchos ámbitos. Ahora estoy aprendiendo a priorizar porque necesito crear cosas, entonces cuando me viene una idea me digo: Ana, lo quieres hacer ya pero ahora no puede ser. Esta parte creativa como maestra de infantil me da rienda suelta y lo paso en grande: hago dibujos, escenarios, disfraces”.
“Sé que no todo el mundo piensa así, pero yo soy TDAH, no tengo TDAH. No sería yo si no tuviera TDAH. Va todo unido para mí”.
“Que tenga TDAH me ayuda muchísimo a empatizar con mis hijas. Las educo desde mi error: por ejemplo, no soy ningún ejemplo de orden para ellas. Hablamos mucho y les digo, si me despisto con esto, decídmelo, igual que os lo digo yo a vosotras. Intentar entre todas, decir esto lo hacemos mal, vamos a ver si lo hacemos bien”.
“Sueño con sentirme bien conmigo misma, con dedicarme a lo que me gusta, ¡quiero sacarme la oposición porque me encanta mi trabajo, quiero ser la mejor dentro de lo que pueda! Lo que he ganado aprendiendo a analizarme –y lo que me queda–, a saber qué me pasa y por qué. Y lo de estar cada vez más en paz conmigo misma. A mí me haríais la vida más fácil empatizando, poniéndoos en el lugar del otro. Creo que la sociedad avanzaría mucho en todos los sentidos si lo hiciéramos siempre: abrir la mente y escuchar lo que le pasa al otro”.
“Con el diagnóstico, la medicación, la terapia empiezas a aceptar lo que te pasa, que tienes esa dificultad, y ver lo que te sirve de estrategia. Por ejemplo, ahora antes de cerrar la puerta de casa pongo el pie y miro si llevo las llaves y todo. Ni te imaginas la de veces que me he quedado fuera, hasta en albornoz. También saco foto al coche cuando aparco para saber dónde está porque lo he perdido millones de veces. En el coche voy cantando porque me ayuda a estar atenta y el gps siempre puesto aunque sepa donde voy porque si me despisto me lo va a decir. He aparecido cantidad de veces en sitios que ni te imaginas… Me he sentido idiota muchas veces. Ahora es ponerme cincuenta alarmas al día y no pasa nada, lo hago y ya está, es ir aceptándolo. El problema es que las estrategias me las sé, pero lo difícil para nosotros es crear el hábito”.
“Necesito menos caos mental, que se traduce en menos caos a tu alrededor y todo fluye mejor. Esto lo he ido consiguiendo, todavía me queda muchísimo, pero tengo que mirar también lo que he avanzado y aprender a valorar lo que he logrado. A la gente que llama a la asociación se lo digo: tú ahora está ahí, pero estarás mejor porque se puede”.
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