“Yo he tomado de todo: cocaína, heroína, éxtasis, marihuana, speed, tripis, pero solo tres o cuatro porque me dio un rollo raro y dije ná más. Y adicto he sido a la heroína y la cocaína”.
A Antonio Jodra Boluda lo llaman Bolu, tiene 47 años y es de Madrid. Cumple con el estereotipo de extoxicómano tanto físicamente como por su forma de hablar. El hablar de Bolu es el de la calle, el de los barrios del Madrid de los años ochenta. Podría haber aparecido en el cine de Eloy de la Iglesia, pero su vida no es ninguna película. Tiene tatuajes en los brazos en honor a su sobrina, también tiene a Mazinger Z, un guerrero y un ángel caído.
“Para mí la adicción es un problemón que te cagas. Dependes de una sustancia para poder vivir. Si yo no tenía heroína no era nadie: no me podía levantar ni relacionarme ni comer ni andar. Mi día a día era levantarme, consumir y si no tenía era un cacho de carne que deambulaba como un zombi”.
Según el último Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones 2021, en 2019 se registraron 50.035 admisiones a tratamiento por abuso o dependencia de sustancias ilegales. La cocaína se mantuvo como la droga que más ingresos causó, el 44,7% del total.
Un niño de 10 años tomando heroína
“Con 7 u 8 años fumaba tabaco y porros. A mí me lo daban, no me lo busqué: 10 años tenía cuando probé por primera vez la heroína. Mi barrio en los ochenta fue criminal, tol barrio enganchao: el hijo del madero, del panadero… Ha caído gente que ni se sabe. A mí se me ha muerto gente en las manos y he sacado a gente de sobredosis. No me lo planteé, me dijeron prueba esto y lo probé. No sé, supongo que lo hice por buscar sensaciones, aunque con 10 años a saber qué era. Cuando consumía me evadía de todo, pasaba de todo. Que me iba mal en el trabajo, pues me ponía. Bueno, yo pensaba que me evadía, pero no te evades de los problemas, en verdad tienes más, pero no lo veía. He estado más de veinte años consumiendo”.
“Caímos como idiotas. Veía a la gente de mi barrio: mi vecino de arriba estaba enganchao y mi padre me decía que no fuera con él, pero nunca me ofreció nada. Hasta que llegó otro y me dijo: niño, ven pacá, prueba esto. Lo primero que hice fue devolver y a lo que me puse a andar era como una nube. Me gustó y desde entonces iba a pedirle”.
“Al principio el consumo fue más esporádico. Empecé a currar a los 16 repartiendo piezas de moto. Ganaba 100.000 pesetas –600 euros– más lo que le quitaba al jefe. He perdido muchísimos curros por estar enganchao. No me enteré de que tenía mono hasta seis o siete años después de haber probao la heroína. Entonces me di cuenta de que lo que me estaba pasando era serio, que no era ninguna tontería. Me vino un chavalito del barrio y le dije me encuentro mazo mal, me levanto y no puedo andar. Creía que tenía un constipao y él me dijo que lo que tenía era mono. No me lo creía pero me dio para meterme y se me quitó. Bienvenido al barrio, ahí fue mi declive, to pabajo”.
Robos, calle, cárcel
“Para mantenerme en la droga tenía que robar. He robado mogollón: casas, coches, motos, tiendas. Robo con violencia, con intimidación. También he traficado con drogas. Con lo que robaba me ponía cieguísimo, doscientos o trescientos euros me fumaba”.
“Con el mono te levantas malo, con frío, lloriqueas, no puedes moverte, tienes cagalera, malestar general, devuelves. Solo sacaba fuerza para ir a la calle a robar. El mono es criminal. Un día te pones, al otro más y al otro más, y cada vez te llega el mono antes. El mono son cuatro o cinco días y te cagas en sus muertos. Luego se te pasa, te crees que ya no te va a pasar nada y pum, te buscas la ruina otra vez. Esto no perdona. Se te enciende algo en la cabeza que no sé qué será pero es criminal. Yo he hecho cosas que ni me creo, como sacar a un tío del coche, darle de hostias y pirarme con el coche”.
“Mis padres casi se divorcian por mi culpa, los puse contra la espada y la pared, así que antes de que eso pasara me fui de casa. He vivido en la calle, en cajeros, en una casa abandonada, en coches abandonaos como un Seat 850 y tres o cuatro años en una tienda de campaña en un poblado de Pitis. Vivir en la calle mu mal… no se lo deseo a nadie. No tienes ganas de nada, así no puede vivir una persona. En un poblado vives entre mierda, cucarachas, mosquitos, ratas y los tiraos que van ahí. He visto cosas que harían vomitar a una cabra. Es lo que me ha tocado pasar esta vida”.
“Con los robos me han detenido ni se sabe y entré en prisión en Aranjuez. Seis meses y demasiado poco he pagado para todo lo que he robado. Necesitaría tres vidas para pagar en la cárcel. Cuando entré en prisión en 2005 estaba mu mal, no pesaba ni cuarenta kilos. Entré cagao, en la puta vida había estado en la cárcel. Cuando entré y vi ese portón tan grande… Lo vi abrirse y luego cerrarse, dije hostia… Fue duro, allí me sentía inseguro, qué te pueden hacer, qué no. Decidí que dentro no me ponía ni de coña, conseguí no consumir porque sabía que era un problema. Allí la droga era el triple de cara que fuera y no tenía dinero. En la cárcel si debes dinero te tienes que preocupar”.
“En prisión te falta la libertad, te falta todo y encima conoces gente que no tienes que conocer, gente que luego puede ser otra recaída”.
Centros y recaídas
“Cuando aquel chavalín me dijo que tenía mono fue cuando me di cuenta de que tenía un problema de adicción. Intenté quitarme solo y no pude. Pedí ayuda a mi madre. Ella empezó a llorar y se me cayó el mundo, no sabía ni lo que hacer ni lo que decir. He estado en mazo de centros de rehabilitación. Por lo menos en diez o doce. La mayoría no me servían pa ná. Qué hago aquí, qué hago con estos gilipollas, pensaba yo, y cogía y me iba. En uno de Valencia sí me fue muy bien, allí eran muy duros, nos daban lo que nos merecíamos. Terapia y currando tol día. Aprendí de la construcción, a cocinar, aprendí muchas cosas, me vino muy bien. Siempre he pasado de los psicólogos porque me intentaban ayudar pero me sacaban cosas que no quería hablar. Pensaba que era yo el que me tenía que preocupar por mí, así que les contaba lo que querían oír. Pero una vez un psicólogo sí que me vino bien, ahí me fiaba un poquito”.
“Estuve cuatro o cinco años sin ponerme y luego otra vez. Salías del centro y te venía uno oye, qué de puta madre estás, te habrá costao mucho… Mira, ven, ponte un tiro… Ni se sabe la de veces que he recaído, una por centro, diez o doce por lo menos. Salía de un centro, me drogaba, volvía a un centro, otra vez salía, me drogaba… También hay momentos en que tú no lo quieres ver. Estás hecho una mierda pero tú te ves de puta madre. Otras veces es como otra vez en la misma mierda metío, joder. Y otra vez a robar. Se siente mucha impotencia, soy gilipollas, pensaba. Me tenían que encerrar en una celda y no salir en cuarenta años. Eres tonto, has caído otra vez, me decía”.
“En 2008 estaba quemado de vivir y dije hasta aquí, y cuando fui al centro pensé o salgo de esta o me quito de en medio –tenía pensado suicidarme– para no hacer de sufrir a mi familia y a nadie más. Y desde el 2008 hasta ahora no he vuelto a tocar las drogas. Era cuestión de vida o muerte”.
“Soy del barrio de Canillas y vivo allí con mis padres. Paro allí lo justo. Me hablo con los del barrio pero no me voy con ellos porque no quiero jaleos. No bebo, como mucho una cañita. Si bebo se me calienta la cabeza y la lío. Tengo que estar con un escudo en la mano, esto es una cruz para toda la puta vida. Al mínimo descuido… si bebes alguien te pude venir a decir algo y caes. Tienes que estar pensando si vas con este tío o con el otro. A mí me puede dar una paranoia y decir a tomar por culo, pero pienso ostras, no, que tengo a mi sobrinilla. Miedo a recaer siempre hay, sé que no puedo tocar la droga, sé que en cuanto la toque una vez voy a recaer y no quiero eso en mi vida porque me la he destrozado. Tengo muy claro que si recaigo otra vez será la última, que voy a morir, lo tengo tan asumido como que estoy hablando contigo”.
“Con la vida que he llevado decía a los 40 no llego. Luego llegué y desenganchao de puta madre. Y ahora 47 ni te digo”, dice riéndose.
Las secuelas físicas y mentales de la adicción
“Tengo esquizofrenia paranoide, brotes psicóticos y esquizofrenia agresiva. Creo que tengo alguna cosa más pero no me acuerdo, tengo el sistema nervioso reventao. Todo de las drogas y demasiao bien estoy. De todos los que éramos, unos quince chavales, quedamos tres o cuatro y que estemos medio bien dos. Las secuelas es lo peor, me da cada paranoia que no veas”.
“No me tomo la medicación de la cabeza porque me deja anulao, no valgo pa ná. Mi madre me dice que me la tome y yo que no. Solo tomo Diazepam para estar tranquilo y también tengo insomnio y tomo una cosa para dormir”.
“Pillé la hepatitis, la A, la B y la C, y menos mal que no pillé el VIH. La hepatitis crónica me la quité, tengo el virus parao. Me faltan dientes por la droga, la boca la tengo hecha una mierda. Cuando como tengo que cortarme trocitos pequeños y comer despacio”. Cuando llega el momento de hacer las fotos le digo que sonría y entre risas me dice “¡pero tampoco mucho, que si no se ve que no tengo la mitad de los piños!”.
“La adicción me ha dejado secuelas jodidas de pensamientos y mucho arrepentimiento. He tenido también muchos momentos de no valgo pa ná, no soy nada, no me quiere nadie. Te ves en la mierda, para mí una colilla valía más que yo. Por eso siempre digo que cuando alguien te echa una mano, agárrate bien fuerte. Yo me he intentado suicidar varias veces, una en la cárcel. Otra vez me tomé un bote de Trankimazin”, dice con una sonrisa… “Me río porque si no me pongo a llorar y no te cuento ná. Lo del suicidio es porque estaba asqueado de vivir, no veía salida. Al final menos mal que no, pero lo he tenido tantas veces presente…”.
“Lo peor que hice fue engañar a mis padres, a mi familia. A mi familia la perdí hasta ahora, que los he vuelto a recuperar. Para mi padre yo era una cero a la izquierda, menos mal que lo arreglamos. Me arrepiento también de cosas que le he hecho a la gente que he robado. Verles la cara, el miedo que tenían cuando yo sacaba el cuchillo o lo que fuera. Sientes el miedo de la otra persona y estoy arrepentido”.
Autocastigo e incomprensión
“Me he preguntado mucho por qué me enganché y por qué he mandado mi vida a tomar por culo, y me lo sigo preguntando. Me echaba la culpa. Voy a intentar dejarlo, decía. Soy un gilipollas. Me encerraba en casa tres días y otra vez. No valgo para nada, soy un puto yonqui, mi familia no me quiere. Entras en autodestrucción. Pienso mucho en mi abuela, ella me crió. Le hubiera gustado verme bien antes de morirse. A mí también me habría gustado. Ahora voy a verla al cementerio, me echo mis lloros y fuera”.
“Si yo tuviera el dinero que me he gastado en droga tendría un chalé, he sido un gilipollas. Bueno, no, me pilló. Lo bueno es que he salido. Me arrepentiré toda la vida y siete mil vidas más que tuviera. Menos mal que estoy bien. Ahora me quiero más que antes, antes no me quería una mierda. Ahora pa lante”.
“Me he sentido incomprendido por los demás y por mí mismo. Mi padre decía que era puto vicio, que no era una enfermedad. Cuando me enganché no había información. A mí si me hubieran dicho, pues a lo mejor… Que digan que si apareces un día tirao en una cuneta que te jodas, que no hubieras sido un yonqui. Oír eso duele mucho. Luego tampoco me he entendido ni yo, cuando me he querido dar cuenta ya estaba pillao. Me castigo porque me lo merezco, por gilipollas que he sido. Podría tener mi casita, mi moto, mis hijos, mi mujer y no tengo nada porque me lo he fumado y me lo he pinchado. También te digo que me lo he pasado muy bien pinchándome, pero si haces balanza de familia y droga, a tomar por culo la droga”.
“¿Por qué no me habré dado cuenta antes de todo lo que estaba haciendo?”.
Vida sin droga
“Vivo con mis padres y de lujo con ellos. Económicamente no me llega la pensión ni para echar gasolina en la moto, con eso te lo digo to. Es muy jodido. Ahora he estado currando de pintor en una obra, hago chapucillas de lo que me sale. Tengo un 65% de minusvalía por lo de la hepatitis y por el trastorno de la cabeza. Ojalá pudiera estar currando de mecánico o en la construcción. Me gustan muchísimas cosas pero como me pilló tan joven lo de la droga no me dio para tú qué quieres ser de mayor”.
“A día de hoy me encuentro bien de salud. Estoy muy bien con mi familia, estoy de puta madre, tengo a mi sobrinilla con 7 años. Me hubiera molado ser padre, haber tenido mi casita, mi familia y ser millonario, pero eso va a ser imposible”, dice riéndose. “El miedo que tengo es que soy muy nervioso, salto pronto, más el jaleo que tengo en la cabeza. Como no tomo la medicación y sé que hay veces que no me controlo, pues me cojo la bici y me voy treinta kilómetros hasta que me calmo y se me pasa”.
“La puta lástima es que no he conocido antes a los de Bocatas. En el 2017 los conocí. Me han ayudado mogollón: de darme comida, de llevarme de vacaciones en verano, hacer el Camino de Santiago, que era mi sueño. De ir yo con ellos a ayudar al banco de alimentos. Son amigos no como los que me creía que tenía en la calle, esos no son amigos. Esta tarde voy otra vez a Bocatas para preparar comida para la Cañada Real. Los de Bocatas no se drogan ni nada, estoy tranquilo con ellos, estoy de la hostia. No me esperaba que me fuera a pasar esto. Me mola ayudar porque me molaría mazo que me hubieran ayudado, que me hubieran cogido y me hubieran dicho: ven, anda, que no sabes dónde te estás metiendo. En mi día a día voy con los de Bocatas a ayudar o ayudo en casa a mi vieja o cojo el perro o la bici o cojo a mi sobrinilla y vamos a dar una vuelta”.
“Quiero que se entere la gente de lo que hay y que los chavales no caigan en esta mierda. A mí hay gente que me ve bien y otros como el fliplao de la droga que me ha dejao trastornao, gilipollas, colgao. A mí me gustaría que me vieran como soy. Me sigo preguntando cómo he podido caer en esta mierda y por qué. De pequeño no me faltaba de nada y nadie en mi familia ha sido toxicómano. No me explico cómo no he podido dejarlo antes y tirar pa lante. A lo mejor no he querido ver el problema, asumirlo”.
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