Historias cotidianas que solemos ignorar

Salud mental

“Los problemas de salud mental tenían una raíz en cómo me hablaba, todo se reduce a odiarte”

Devah es una cantante que ha tenido ansiedad, depresión, TCA y ha sufrido bullying, su música es para ayudar a la gente en su situación

“He tenido ansiedad, depresión, Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) y me han hecho bullying. Soy Devah y tengo 24 años. Soy de Salamanca”.

“El bullying empezó desde pequeñita. Me tiraban cosas, me vacilaban, me daban collejas. Tenía ansiedad de ir a clase. Tenía miedo porque no sabía lo que iba a pasar ni lo que iban a pensar de mí”.

“La ansiedad la he vivido toda mi vida. El bullying ha estado ligado. Además vivía en base al perfeccionismo y eso me daba más ansiedad. Con 13 años no podía respirar y el fisioterapeuta me preguntó ¿tienes ansiedad? Y yo no. Entonces me explicaron lo que era y dije he estado así toda la vida. Me dio mucha vergüenza y pensé lo siguiente es el loquero”.

“La ansiedad radia mucho en pensamientos negativos. Fue todo degenerando a la depresión. Es algo que todavía no entiendo. Pasaba etapas eufórica, toda feliz, y de repente un día me despertaba y depresión absoluta”. 

“A raíz del perfeccionismo llegué al TCA. Desarrollé un afán de control. Empecé a controlar qué hacía todo el día: ejercicio, productividad, lo que comía. Fui progresivamente exigiéndome más. En esa época todo eran dietas. Recuerdo que hasta en la revista Superpop había dietas. Empiezas a vivir que la comida es buena o mala. Con mi perfeccionismo te vas pidiendo más: quiero comer bien –dice haciendo el gesto de entre comillas con las manos– y empecé a hacer una hora de ejercicio al día. Todo lo que fuera menos de eso para mí era tirar el día. Fue a más. Llegué a hacer cuatro horas o cuatro horas y media al día de ejercicio. Ahora lo pienso… cinco horas de tu vida en deporte… dejaba de quedar con gente. Tres meses sin regla. El médico me preguntó qué comes y no me dijo más”. 

“Llegaron los atracones porque mi cuerpo me estaba exigiendo comida y cuando no podía conseguir objetivos tan inalcanzables como hacer cinco horas de ejercicio diario, mi cabeza me decía que el día estaba perdido y acababa pegándome un atracón porque ya lo había echado todo a perder”. 

Odiarse, quererse

“La ansiedad me impedía llevar una vida normal porque al final estaba siempre preocupándome por mil cosas de una manera muy negativa. Eso afectaba mucho a como yo me veía porque me odiaba por no conseguir objetivos como ser muy productiva, por ejemplo”. 

“Todo me llevaba a una forma de hablar conmigo misma muy negativa. Un odio hacia mí misma por no conseguir objetivos inalcanzables y por otros muchos motivos. Todos los problemas de salud mental tenían una raíz en cómo me hablaba a mí misma. Al final el odiarme, no darme tiempos, no escucharme, flagelarme. Cómo te hablas. Eres imbécil. Nunca te vas a perdonar. Todo se reduce a odiarte. Dedicas tanto esfuerzo a odiarte. Eso aumenta la ansiedad, la depresión, el TCA se volvía muchísimo más descontrolado. Al final te encuentras ante unas emociones que se han magnificado por cómo el diálogo interno está afectando a cómo te ves a ti misma y a cómo te sientes”. 

“Todo lo que viví en parte de mi infancia y durante mi adolescencia se tradujo en que trataba de ocultar mis sentimientos para no hacer daño a mis seres queridos y que no saltaran las alarmas. Eso empeoraba las cosas. Ponía una barrera y parecía que era una niña que no tenía sentimientos, pero la realidad es que por dentro sentía un torbellino de emociones que me impedían llevar una vida normal. No era capaz de ser feliz. Mi cuerpo y mi cabeza no me lo permitían. Por eso cuando empecé a ir a terapia no era capaz de decir qué me ocurría, qué sentía. Siempre lo había ocultado, lo había evitado y no era capaz de expresarme”. 

“Ahora sé que no comía suficiente. Cuando tu cuerpo no da a basto llegan los atracones porque mi cuerpo me suplicaba comer. No te perdonas el atracón y después dos o tres días casi sin comer”. 

“Estaba en San Diego por estudios y por lo que me dijo una compañera fue la primera vez que dije tengo un problema. Al principio crees que los problemas son los atracones, ves sanas el resto de fases. Luego aquí en Madrid, comiendo en la residencia donde vivía mientras estudiaba, me dijeron que no era normal contar las calorías en una aplicación que tenía en el móvil”. 

“Esa conversación en San Diego me cambia la perspectiva. Lo que creo que es la raíz no lo es. Te tienes que hablar bien aunque hayas hecho mal a veces. A lo mejor hoy te has comido cuatro barras de chocolate, pero es una menos que ayer, que te comiste cinco. Así que es un avance. Escucharme y tratarme bien. Yo esto nunca lo había escuchado hasta que hablé con ella. Cómo me odiaba a mí misma. Tú, si te quieres, no te tratas así, te tratas bien. La ansiedad también viene de ahí. Si te quieres, te empiezas a cuidar. Al final tienes que vivir. Estos últimos tres o cuatro años he tenido que aprender a incorporar todo esto. Empecé a trabajar y a cambiar cuando murió un primo mío con 34 años”. 

“El TCA no es algo de lo que se sale y ya. Se tiene que luchar todos los días. Te miras al espejo y habrá momentos que por mucho que te veas mal, sabes que esa no es la realidad. Si me como una tarta, mi primer pensamiento es ya te has pasado, tienes que controlar el día. La diferencia es que ahora controlo ese pensamiento, que es de TCA. Es el TCA el que te está hablando, no eres tú. Ha sido un proceso bastante duro. Si no tengo la pareja que tengo hoy en día, no habría sido capaz de cambiar los pensamientos. Hasta que no te lo dice alguien de fuera…”.

“He pasado muchos años trabajando en ello en terapia. Y cuando llegué no sabía ni definir qué sentía. Yo misma me trabajo ahora en casa: qué has sentido, qué te gusta, qué no te gusta, por qué. Me he sentido más a gusto analizándome yo que en una sesión. No he querido tomar medicación. Me ha cambiado la vida. La ansiedad ya no la siento casi nunca y cuando la siento no es algo que dure en el tiempo”. 

“Con la depresión tuve pensamientos suicidas. Toqué fondo. Ahora siento culpa, me pesa a veces. Diría que de salud mental estoy muy bien. Con las cosas claras. Puedes tener un día mejor o peor pero tienes las herramientas. Disfruta lo que tienes ahora. Creo que no voy a volver a caer porque tengo otra visión desde el agradecimiento y la actitud resolutiva. Tirar para adelante. Si necesito un día para estar mal, lo voy a tomar. Al siguiente para delante otra vez. Todo se puede solucionar menos la muerte”. 

Una canción me salvó la vida

“Cuando estaba con la depresión recordé que la música era importante para mí. Me puse una lista de hasta quinientas canciones en aleatorio. Había de todo. La letra ‘no está en mi sangre rendirme’, de la canción In my blood de Shawn Mendes… Imagina cómo me quedo. Recordé que la música me hacía sentir. El instinto de supervivencia está intentado agarrarse a lo mínimo. Veo complicadísimo suicidarse, pero la canción me da fuerzas para no hacer una tontería”. 

“Toda la vida he querido dedicarme al mundo del arte y en concreto a la música. Mi familia es de ingenieros. Yo tenía de media en bachillerato de ciencias 9’75. Mi perfeccionismo. Cómo les dices a tus padres no quiero ser ingeniera. Ese día yo me morí. Si no era yo misma, la vida no tenía sentido”. 

“Mis padres han cambiado mucho, no es fácil. Estudié en Madrid Artes Escénicas y Comunicación Audiovisual. Ahora un máster en Warner Music”. 

“Con la canción In my blood me di cuenta de que quería cuidar con la música. Una canción me ha salvado la vida, eso quiero hacer yo. Soy muy cabezota y voy a hacer por conseguirlo: componer, cantar. Quiero hacer un disco para mi trabajo fin de grado. Me puse y así fue. No sabía ni tocar un instrumento y empecé piano y canciones. Me sentí capaz de hacer lo que me proponía. En mis canciones hay parte de mi historia. Mi música no tiene coherencia en el estilo, la base es el pop pero hay variantes. El punto común es que todas hablan de salud mental con un punto de resiliencia. Son canciones que yo habría necesitado”. 

“Al principio no quería hablar porque en mi entorno hay mucha gente que no sabía nada. Pero lo que intento es dar esa mano de apoyo. Estoy intentando ayudar a gente que está en esa situación. Es mi objetivo. Igual necesito diez años o toda una vida, pero nunca voy a dejar de intentarlo. Mi objetivo no es triunfar en la música, es ayudar a la gente a través de la música”. 

Amarse, amar

“Me siento diferente por haber pasado por mis experiencias y eso la gente no siempre lo ve. Tengo una mentalidad muy para adelante y la gente no suele tenerla. No me siento sola en absoluto. Prefiero no, pero cuando te quieres a ti misma, no importa la soledad”. 

“De positivo me quedo con que no sería quien soy si no hubiera pasado por todo esto que me ha dado un objetivo, un hacia dónde y un para qué. Me pregunto cómo llegué a ese punto porque no dejaba de ser una niña. No te explicas. Como niña no lo procesas, vas nadando contracorriente como puedes y maduras muy pronto. Espabilas, te despiertas. Me habría gustado tener una infancia más de niña”. 

“Me gustan muchas cosas. Soy una chica de probar cosas nuevas, aprender. Eso se reduce a todo: montar a caballo, tirar con arco, cosas salvajes”, dice riéndose. “También me gusta pasar tiempo con amigos, pasear por la naturaleza”. 

“Reflexiono mucho sobre si estoy dando mi mejor cara y a la vez escuchándome. He aprendido a quererme, a darme tiempo, a ser yo misma sin tener miedo y vergüenza. Ya habrá soluciones.  La empatía ayuda bastante. He vivido toda la vida pensando que era una dramática y no lo soy. Tu opinión puedes decirla pero si no aporta y vas a hacer daño, no”.

“Hago esta entrevista para la gente que como yo vaya saliendo poco a poco del agujero que es la salud mental. Dar el paso, la vida no puede ser más bonita, pero tú no lo ves así, ves que no tiene sentido. Me gustaría ayudar a alguien. Ahora soy feliz”. 

“El amor es dar sin esperar recibir pero acabas recibiendo. También es respeto, cariño. Es lo opuesto a todo lo que te provoca un TCA, una ansiedad. Todo lo que te produce ese odio profundo”.

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