“Te va a gustar mucho mi vida porque si yo te la cuento entera es para escribir un libro o dos o siete porque parece de novela. Mi vida es bastante fuerte, ha sido durísima. Pasamos muchos apuros económicos cuando yo era niña”. Dice Matilde Manzano Salazar. 47 años. Habla sin prisa pero sin pausa, no alza la voz salvo para reñir a su perrita cuando se pone a ladrar sin parar.
–¿De dónde eres?
–Uuuuuh, me he recorrido casi España entera. Nací en Barcelona y me críe allí. Y antes de los 18 me fui a Zamora porque mi novio estaba viviendo en Zamora. A mí me pidieron. Yo llevaba una semana pedía y ni lo sabía.
–¿Cómo?
–Mis padres sin consultar conmigo me dieron.
–¿Pero tú lo conocías?
–Nosotros somos primos hermanos, lo vi de pequeño y no lo había vuelto a ver. No lo conocía para nada. Me enteré en el viaje de Barcelona a Madrid de que yo iba a mi pedía. Y cuando yo llegué a Madrid vi a mi marido. Yo nunca había tenido novio. Casi 18 años tenía yo, me faltaba una semana para cumplirlos. Yo quería estudiar, yo no quería casarme. Quería hacer mi vida diferente pero dentro de la cultura gitana, sin perder la cultura gitana. Yo quería ser alguien en la vida, yo quería ser enfermera, ayudar a la gente. Me enfadé con mi madre, le dije que por qué no lo había hablao conmigo.
Matilde es gitana.
“Yo iba dos o tres o cuatros años más adelantada siempre siempre siempre. En esa época las niñas gitanas se quitaban los pantalones a los 12 años y mis padres que me los quitara y yo que no, que no me daba la gana. Y tuve los pantalones hasta la pedía. Yo siempre iba un paso por delante. Unos años después de que lo hiciera yo las niñas gitanas empezaron a dejarse los pantalones y ahora ya es normal”.
“Con los payos era yo la rara y con los gitanos era la rara. Me acostumbré a ser la rara sin perder la cultura gitana, porque a mí me gusta mi cultura. Con mi cultura gitana voy al fin del mundo. Y cumplo con ella, peeeero hay cosas que son tonterías como lo de los pantalones”.
La niña que quería estudiar
“Ahora me río, en aquellas yo era un poco rebelde. Muchas veces me quitaba el despertador mi padre pero yo me despertaba igual”, dice riéndose con orgullo. “Que no te vayas, niña, me decían. Me encerraban y tú no te vas, tú no te vas. Entonces saltaba la ventana al patio y de ahí pa la calle para ir al colegio”.
–¿Por qué no querían tus padres que fueras al colegio?
–Por miedo porque ellos también lo sufrieron. Que me iban a decir gitana, que me iban a pegar. Y es verdad. En el cole se metían conmigo. Yo llegué hasta a negar que era gitana con 7 años o así para que no se metieran conmigo. Los niños me decían tú eres gitana, si escupes y el escupitajo lo tienes naranja eres gitana y si lo tienes blanco eres paya como nosotros, y eso se me ha quedado aquí en la cabeza –dice poniéndose el dedo índice en la sien–. Eso es muy fuerte.
Algunos profesores tampoco se lo pusieron fácil. “También me decían gitana y que perdía el tiempo porque yo era gitana”. La estancia en el colegio se complicó porque con 2 años tuvo una meningitis que le provocó una pérdida de audición. “65% de pérdida en los dos oídos tengo. A mí eso me costó mucho, yo me perdía de clase un montón. Un audífono en aquellos entonces con tanto hijo en casa era muy caro. Los llevo desde los 18 años, cuando me casé. Sin audífonos me quedo apagada, arrinconada, no puedo vivir”.
A pesar de los pesares acabó 8º de EGB. A Matilde le daban ganas de ir a los profesores que le decían que perdía el tiempo: “¿No soy nada? ¡Si tengo mi graduado! Para mí era lo más de lo más tenerlo”.
–¿Y qué te dijeron tus padres cuando conseguiste el graduado escolar?
–Que yo valía mucho, pero no me dejaron seguir estudiando.
Según Fundación Secretariado Gitano, “el abandono escolar temprano –dejar los estudios una vez acabada la educación obligatoria– de la juventud gitana se sitúa en el 63’7% frente al 19’4% que presenta el conjunto de la población”.
La lucha de una madre gitana para que sus hijas estudien
Matilde tiene cinco hijos: un hombre y cuatro mujeres. Y también se empeñó en que estudiaran. “No, que se van a reír mucho de ellas, que les van a pegar”. Otra vez. “Cuando decidí que mis hijas iban a estudiar me enfrenté a toda mi familia y a todos los gitanos. Entonces a las niñas las quitaban antes de ir al instituto y yo las mías al instituto. Te critican, te dicen que se van a casar con payos. Y por la parte paya el racismo. Cuando yo llevaba a las niñas al colegio los prejuicios, los estereotipos. Me miraban por encima del hombro. No, no esto no es de gitanos, me decían”.
“Mi familia tenía miedo y yo les decía que teníamos que romper esa barrera, que teníamos que tirar para delante. Yo quiero que sean alguien en la vida, si yo no lo he podido ser, ellas sí. ¿Qué querían, que se pusiesen ya en el mercadillo? Si eso no es vida”.
“La más pequeñita tiene 15 años y está en 2º de la ESO porque repitió curso, tuvo un año que estuvo despistada pero ya está encarrilada otra vez. En la universidad tengo una de 18 años que estudia Magisterio y la otra tiene 21 años y estudia Integración Social, una FP que es de grado superior”, dice la madre con orgullo. Su hija mayor está casada y vive en Gijón, y su hijo también está casado. Sus tres hijas pequeñas viven con ella y su marido.
“Si la gitana es torpe… yo muchas veces no sé expresarme, si no sabemos escribir bien, si confundimos la be baja y la be alta es porque no hemos estudiado. No hemos tenido esa oportunidad para estudiar como vosotros. Por eso es mi lucha con que mis hijas sean algo en la vida. Mis hijos no querían ir al colegio porque los llamaban gitanos, les hacían bullying, que es así como se llama ahora y es muy malo pero ya existía de antes”.
“Voy a hacer todo lo posible para cambiar las cosas, todos los estereotipos. Yo creo que llevamos ya muchos años demostrando que somos gente leales, fieles, somos cristianos, no robamos. Los payos dicen que hay que integrarse en la sociedad. Vale, ábreme las puertas. Yo soy la primera que quiere romper con eso. Y el miedo, quiero que se le quite el miedo a los gitanos porque los payos se metan con ellos y nos cierren las puertas. Ese miedo quiero que se acabe. Los payos nos tienen que abrir puertas y nosotros demostrar que no somos como ellos piensan que somos”.
“No voy a permitir que mis hijas pasen las calamidades que yo he pasado ni voy a permitir que les cierren las puertas los payos. Tampoco les voy a permitir a los gitanos que quieran chafar y quitarles el valor a las mujeres”.
–¿Crees que las mujeres gitanas no estáis valoradas?
–Somos valoradas, pero tenemos que ser más valoradas. La casa la hace la mujer, que nuestra cultura es esa: nos dedicamos más a la casa, a criar hijos y a cuidar a la familia, pero es que además de eso trabajamos, somos luchadoras. Donde ellos no llegan, llegamos nosotras.
La gitana que quiere romper estereotipos
“Gitana ladrona me da mucha rabia, mucho coraje. Porque le estoy demostrando que no soy ladrona con mis hechos y me llamas ladrona en toda mi cara. Eso te duele, duele mucho. Vas al Mercadona y tienes al segurata aquí pegao en la nuca”, dice mientras se señala la nuca con la mano.
“Lo peor que me han dicho me lo dijo la última encargada que tuve en el trabajo. Me dijo que las gitanas no servíamos na más que para gritar en el mercadillo, para vocear. Le dije que valíamos pa mucho más, simplemente no perderte el respeto a ti y tú sí me lo estás perdiendo a mí. Y me salí llorando”.
“Es hora de romper estereotipos, que las niñas están estudiando. Enfrentarse a lo que haya y hacia los payos y hacia los profesores que nos dejen de mirar ya como bichos raros, como algo distinto, somos humanos como ellos. Somos de diferente cultura pero somos personas. Vosotros también tenéis cultura y yo respeto. Respeto mutuo. Estoy enamorada de mi cultura gitana porque soy asín y ya es hora de que me acepten como persona con cultura como los demás. Antes de ser gitana soy persona y luego con mi cultura”.
Matilde también recuerda que lo mejor que le han dicho nunca lo hizo su padre un día antes de morir: “Me dijo que yo valía pa mucho y que no me dejara pisotear”.
La cultura gitana defendida por una gitana
“Ahora mismo se han roto muchas cosas y la cultura tal como está a mí sí me gusta. La cultura gitana educa a los niños desde muy pequeños a obedecer. Educamos a nuestros hijos en el respeto, la autoridad. Las mujeres gitanas somos más modernas, se están rompiendo muchas barreras pero hay que romper más. Hay más niñas gitanas que están estudiando, no solo mis niñas. Niñas y niños, y eso me siento orgullosa. Tienes pensamiento payo me han dicho a mi los gitanos por ir al colegio. Ahora se va abriendo más la mente de los gitanos, ahora hay más como yo que piensan que estudiar no va en contra de nuestra cultura gitana”.
–¿Tienes miedo de que se pueda perder tu cultura?
–Yo sí tengo miedo de perder completamente mi cultura. Todo se hace por miedo a perder nuestra cultura. Yo les hice ver que por saber y estudiar no se nos quitaba nuestra cultura gitana. Yo no quiero que se pierda mi cultura porque es una cultura muy bonita. Por ejemplo, el pañuelo. Es precioso porque en una boda es lo más: levanta la honra a la familia, has honrado a la familia y eso es muy bonito. Tres días de boda, de disfrutar. Poner en alto a la novia es muy bonito, es decir nos has honrao. Y yo no digo que los payos lo hagan.
–¿No te parece muy machista que la novia tenga que probar su honra y el novio no?
–El novio también.
–Bueno… digamos que no tiene nada que ver con el rito del pañuelo.
–Estamos criados en la desigualdad. Eso se puede cambiar pero no les conviene ni a los gitanos ni a los payos. Hay mucho machismo en los payos y en los gitanos.
Alquilar piso cuando eres gitana
Estamos sentadas en su comedor, alrededor de la mesa. Es la parte que está mejor de la casa. Al lado tenemos una estufa de butano. Matilde la ha puesto bien cerquita porque si no tiene frío. “Poco a poco quiero vivir decentemente. En esta casa llevamos cinco años –en Madrid llevo siete–. Vine de Zamora aquí por un tema muy fuerte. Yo tenía mi piso allí: hermoso, cuatro habitaciones, a todo confort. Noventaitantos metros de piso. Yo he pasao de aquí”, dice señalando con la mano hacia arriba, “al suelo”, y mueve su mano hacia abajo. “En este piso estoy con una agencia que solamente alquila a gitanos”. Porque no había manera de encontrar piso por su cuenta.
Matilde ha querido que nos viéramos aquí. “Quiero que veas donde vivo. Yo soy una persona que me gusta estar viviendo con mejores condiciones. Quiero que se acabe ya, estoy muy hartita. Cuando voy a alquilar piso me ponen pega de todo porque como soy gitana… O está alquilao o me piden una barbaridad de dinero o una barbaridad de papeles. Este tiene dos habitaciones, una habitación para nosotros y otra para las tres niñas. Estoy harta, la mayoría de los gitanos te cuida la casa como una patena porque nos gusta el brillibrilli”, dice sonriendo. “La pintura esa es gris con brillo. Ahora no lo ves porque es de noche”, dice señalando la pared recién pintada. “Nos gustan las cosas exageradas, bonitas, preciosas. Ahora me hace falta un sillón. Yo ya lo estoy viendo: tiene que ser un sillón gris con unos cojines blancos-grises de terciopelo y el botón de piedrita”.
“También estoy más cómoda en mi casa porque yo mis cosas personales que te estoy contando te lo cuento desde lo más profundo, desde adentro de mi corazón, y no quiero que nadie vaya oyendo lo que te voy a decir”.
Trabajar siendo gitana
No es una recién llegada a Madrid aunque la mayor parte de su vida la ha pasado en Zamora. “Uno de los motivos por el que nos vinimos fue la economía, que en Zamora se estaba poniendo muy mal, bajó mucho, y el segundo por mi hijo, que cayó en la droga. Lo de mi niño fue muy fuerte. Lo he pasado yo muy mal. Yo y mi marido somos pastores evangélicos. Cuando mi hijo cayó en la droga me puse de ayuno y me puse a orar. Necesito que me vendas el piso pero ya, Señor. Yo llevaba cinco años con el piso en venta y no había manera de venderlo. Nos queríamos ir de antes por la economía, pero con lo de mi hijo nos queríamos ir ya. Y en tres días se vendió el piso, malvendido, pero se vendió. Me vine y con el dinero me compré un puesto para trabajar en el mercadillo. Al mes de estar aquí mi hijo salió de la droga, lo saqué yo”.
“Yo estoy supercontenta de ser pastora evangélica. Para mí más que religión es relación con Dios. Mi iglesia en la que yo estoy ahora es multicultural, no solo gitanos. Hay de todo, de más de 20 países. A la que iba antes solo había gitanos”.
Antes de venir a Madrid “no trabajaba, nuestra cultura gitana es así. Mi marido es el macho, el hombre, el que tenía que traer el sustento. Pero cuando vinimos la economía estaba muy mal y me puse a trabajar en la venta ambulante. Vendemos lencería”.
Pero no llegaban con lo que sacaban en el mercadillo. Una de sus hijas está enferma y tiene un tratamiento diario. Un día le dijo que por la mañana no podía tomar las pastillas porque no tenía leche ni nada con qué tomarlas. Matilde fue corriendo al colegio y le pidió ayuda a la directora, que le dijo que daría de desayunar todos los días a las tres niñas. Matilde reconoce que la mayoría de sus problemas han sido con profesores, que las directoras la han tratado mejor.
El episodio del desayuno fue definitivo. “Ahí fue cuando dije hasta aquí. Os prometo que nunca más vais a pasar esa necesidad. Me fui al Secretariado Gitano y ahí empecé a luchar”. Hasta entonces nunca había trabajado para nadie y en las pocas entrevistas que había hecho no le hicieron ni caso. Y “por medio de Secretariado Gitano he trabajado en Ilunion y en el aeropuerto en limpieza”.
Puesto de mercadillo online
“Hace tres años caí mala de los huesos. Me dijeron que tenía artrosis degenerativa”. Tuvo que dejar de limpiar. Entonces tuvo un sueño: “Estaba con unas cuantas personas y yo tenía un iPad de esos en las manos. No puede ser decía yo en el sueño y yo misma me contestaba sí puedes. A los tres días Secretariado Gitano me ofreció el curso de informática. Y si no hubiera tenido ese sueño no lo cojo. Yo usaba el móvil solo para llamadas y el WhatsApp, no sabía hacer nada más. Un curso de informática y ahora es lo que se lleva. Me enseñaron lo más básico: el correo, el Word, pedir cita pa los médicos, hacer la vida laboral por internet. Cosas así. Y dije yo pa mí aquí hay algo que hacer. Y comiéndome la cabeza dije ya está, voy a traspasar mi negocio a online. Yo lo haría asín, sabía lo que quería, pero me falta dinero. Entonces me dijeron de un concurso y dije y ¿por qué no me presento yo? El no lo tengo ¿y si sí?”.
Y ganó el Premio Amazing Woman de la Fundación Orange y el dinero del galardón lo invirtió en su recién estrenada página web de comercio online elsaddai.es. “Son los productos del puesto del mercadillo pero con un poquito más de calidad. En realidad lo que yo quiero es hacer mi propia marca, vender la ropa y que tenga mi marca ahí. Es difícil pero yo soy muy cabezona y no voy a parar. Ese es mi fin, porque yo no me conformo solo con la página online, quiero llegar a más. Y no me conformo con vender solo en España, quiero vender también en el extranjero”.
“Yo necesito dos cosas: que mi negocio funcione, llegar hasta el fin de la Tierra con mi página, y poder vivir en otro piso con mejores calidades, vivir en un sitio decente, normal. No tener tres niñas grandes en una habitación. Para mí eso me está quemando mucho. Necesito ese empuje para la página, sé que necesito mucha ayuda porque hay veces que yo también me tambaleo. Tengo ayuda de Secretariado Gitano, la Fundación Orange me ha puesto una mentora y veo el apoyo de ellos, pero necesito el apoyo del pueblo digamos”.
“Cuando me pongo a reflexionar todo lo que he vivido pa’tras me parece increíble donde he llegao. Ahora siento que estoy empezando una vida nueva y quiero borrarme tol mal que he pasao. Quiero que me miren primero como una persona, luego como mujer gitana y que me respeten”.
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Teresa Serrano Castillo
Matilde es una mujer increible. Tiene una fuerza y una pasion por la vida que la hacen ser alguien muy especial. Además es generosa y muy buena persona. Yo estoy muy orgullosa de tenerla como amiga y de haberla conocido y haber aprendido mucho de ella. No cambies Matilde, necesitamos muchas mujeres valientes como tú que sirvan de ejemplo.
Sandra Carmona
Yo tengo la suerte de conocer a Mati, de haber sido su profe y al mismo tiempo, su alumna. Cada día aprendes algo nuevo de ella. Mati es bondad, es respeto, motivación, cariño… Y me quedo corta. Es un ejemplo para nosotras.
Rocio Perez Amador
Wow!
A mi me ha encantado esta historia, me siento muy identificada en muchas cosas soy mitad gitana he sentido muchaa de esas sensaciones.
Habría alguna manera de contactar con ella? Seria genial tener una conversación con ella muchas gracias.
Guada
Me ha encantado la historia, como siempre narrada de tal ma era que parece que fuera mati la que me la esta contando… Enhorabuena win por escribir tan bien y hacernos llegar estos testimonios que sin reales y existen. 9le por mati, ese afán de superación y esas ganas de comerse el mundo
Winnie
¡Mil gracias, Guada!
Juan Calderon
Matilde por favor, sigue sigue con ese espíritu.Dios te siga bendiciendo.
Que historia tan especial. Amo a ese pueblo Gitano y celebró su ímpetu. No hay Gitano ni payos.
Somos naaa ,si el calienta ,nos quemamos, si una nube se cruza nos enfriamos tooos, no importa quien seamos.